"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
miércoles, 26 de agosto de 2009
Un domingo de cuadrera
Fue pa un domingo de Enero
que "la Polla" se corría,
la gente iba y venía
mironeando los floreos,
el potro que en escarceos
primero salió a la cancha,
era un zaino frente ancha
que según los entendidos,
al reloj lo había "dormido"
haciendo la "pata ancha".-
Un oscuro patas blancas
siguió detrás del primero,
dicen que este parejero
viene invicto de sus pagos,
también que tuvo el halago
de cobrar por ganador,
que arriba es aguantador
sin tener que castigar,
y solo empieza a apurar
pa cruzar el marcador.-
El tercero en la porfía
es un tordillo plateao,
un caballo muy mentao
por su fama de lijero,
lleva por monta un surero
que le conoce las mañas,
con él, realizó hazañas
que hoy piensa reverdecer,
y en ésta Polla vencer
así pierda las entrañas.-
Cuando los vió acomodaos
el "bandera" los llamó,
el gentío se hubicó
de la cancha a los costaos,
enseguida de ambos laos
comenzaron "las paradas",
alguien daba la "cortada"
y otros usura pedían,
¡en Pollas nadie se fía
por temor a la "encerrada"!
En los "cajones" los fletes
demoraban la partida,
no pudiendo haber salida
si no miraban al frente,
el "abanderao" paciente,
esperó a que se calmaron,
y en cuanto se acomodaron
a "salir" los convidó,
y en la mañana se oyó
el grito de ¡ya largaron!.-
Picó el oscuro en la punta
como queriendo "cortar"
pero el zaino entró a apurar
exigido por su monta,
el tordillo no se atonta
viéndose con desventaja,
sabe que "arriba" se cuajan
muy caras aspiraciones,
y que en muchas ocasiones
el primerear no es ventaja.-
En el palo e´los quinientos
el "rayero" está esperando,
los baguales van cruzando
de un galope los trecientos,
se acercan los cuatrocientos
y el tordillo se adelanta,
la cola el zaino levanta
apurado por su dueño
y el oscuro pone empeño
por si el otro se amedranta.-
Falta poco pa la meta
y el oscuro le da alcance,
los dos resuelven el lance
porque el zaino se quedó,
el "surero" lo peinó
al tordillo en un costao,
el oscuro ya cansao
sabe que no ha de ganar,
y en grito triunfal se oirá:
¡¡ganó el tordillo plateao!!
martes, 25 de agosto de 2009
Un susto grande
Yo desde atrás divisaba
lo que adelante ocurría,
aunque a ocasiones creía
que el río ya nos llevaba.
Ningún caballo aflojaba
librao a su propia suerte,
y al ir juyendo a la muerte
en la corriente intranquila
nueve cabezas en fila
se iban resollando fuerte.
Quiso cobrarse el salao
la audacia de un imprudente
y rondando en la corriente
se traiba un vacuno ahogao.
Iba el tordillo apurao
justamente en lo más hondo,
y allí aquél bulto redondo
pasó en su marcha violenta,
cuando yo ví a mi osamenta
que no paraba hasta el fondo.
Ya el tordillo serenao
cuando salió la tropilla
iba buscando la orilla
nadando como un pescao.
Animal bien enseñao,
pingo de ley, nadador,
y trás del susto mayor
por mi tremenda osadía
en una tarde tan fría
¡yo me sacaba el sudor!
Después de aquella aventura
que tan barata saqué
ahí mismo reflexioné
que solo fue una locura.
Mirando en toda su anchura
al Salao en movimiento
se aferró a mi pensamiento
de que en aquella emergencia
de ir contra de la querencia
¡no hubiera contao el cuento!
Quisiera ehcar al olvido
-pa no achicar mi coraje-
cuando de vuelta de un viaje
hallé al Salao muy crecido.
Pero aunque soy decidido
y nunca supe afligirme
observando bien de firme
al ver que venía bramando
me quedé un rato pensando
sin llegar a decidirme.
Sin que el temor me abatate
dí un resuello a la tropilla
y ahí nomás, sobre la orilla,
hice fuego y tomé mate.
Largarse era un disparate
y flojura el no intentarlo,
por eso, sin más pensarlo,
siendo mis pingos de aguante
echándolos por delante
me acomodé pa cruzarlo.
Pa jugarme esa baraja
calculé, por mi experiencia,
que el rumbiar pa la querencia
me daba cierta ventaja.
Y como el peligro ataja
quien lo encara sosegao,
las pilchas de mi recao
después de echada la cuenta
con toda mi vestimenta
las lié en el poncho encerao.
Obedeciendo a mi mando
la madrina entró primero,
y un gatiao y un bayo overo
la diban como escoltando.
Dentró un zaino mañeriando,
dos moros, luego un rosillo,
y cuando ya un doradillo
nadaba en lo más profundo
como Dios me ha echao al mundo
dentré al agua en un tordillo.
De a pie
Tengo una gaucha tropiya
que de a poco juí formando
y con el qu'estoy domando
son siete chuzos de siya,
la madrina bien rosiya
me ha dao un potrillo moro,
un petisito muy loro
de pelo alazán tostao
que compré con un rosao
y un colorao sangre'e toro.
Un bayito retacón
que me ha salido reguapo
tiene una boca de trapo
y es bastante jugosón,
teng'otro parecidón
hijo di una yegua oscura,
y anqu'es como una pintura
agatas lo ando, cuñao,
pues quedó medio azonzao
a causa de la locura.
Un tordiyo muy mestizo
que a veces hago correr
costubre que sé tener
dende que mi padre m'hizo,
y por fin, otro petizo,
qu'entuavía es redomón,
pronto pero mansejón
y bien bonito el picazo
como que soy, amigazo,
medio sonso en la elección.
No hay uno mal arreglao
(tal vez porque no soy manco)
tuse bajo con güen banco
y vaso bien recortao,
el lomito lastimao
a ninguno se le vé,
la cola al garrón porqué
pa mí no les queda feo
que pienso cuando cambeo:
"tá que fiero andar... de a pié".
jueves, 20 de agosto de 2009
Chasco
El sol parecía durmiendo
(aunque nunca duerme siesta)
le tocó un día de fiesta
al amanecer yoviendo;
pero aura que vá saliendo
d'entre las nubes, mansito,
regala este calorcito
que pica entre acariciando
mientras s'está contemplando
espejao en un charquito.
Quedó el cielo bien limpito
(porque ha pasao otro rato)
y lo rayan unos pato'
que van volando bajito;
lejos un tero dá un grito
y otros l'están contestando,
el eco se vá agrandando
que toda la pampa lo cruza,
cuando se oye una lechuza
como enojada, chistando.
El plumaje alborotao
le ha quedao a las gayina'
mientras la perra barcina
se sacude lo mojao,
roto en el suelo ha quedao
un güevo de torcacita;
y la calandria que imita
un chiflido de cristiano
hace chasquiar a un paisano
qu'está pasando cerquita.
miércoles, 19 de agosto de 2009
Sos
Sos el lazo primoroso
con que piala la amistad
y la majestuosidad
que tiene el ombú coposo,
sos el andar tan airoso
de que hace gala el hornero,
sos el acorde campero
del relincho del bagual
y la fuerza sin igual
imparable del pampero.
Sos el arroyo que besa
las orillas en su andar
y sos pimpollo de azahar
que perfuma de pureza,
sos el fervor con que reza
un doliente pecador,
sos el divino color
que tiene la madrugada
y sos la visión preciada
que imagina el soñador.
Sos el néctar preferido
del bonito picaflor
y sos el tibio calor
que guarda celoso un nido,
sos el campo colorido
que el sol galano pintó,
sos la estrella que marcó
rumbo preciso y tranquilo
y sos el más lindo estilo
que en mi patria se cantó.
Cuando pases cerca mío...
Cuando pasés cerca mío
cerrá los ojos, chiruza,
porque siempre que me miran
hasta el alma se me ñubla...
Tus pupilas se parecen
a aqueyas pupilas brujas
pa las que jueron mis sueños
ardedoras charamuscas.
Tamién, aqueyas, al sesgo
se clavaban como chuzas
en lo más hondo del alma
pa no salir ya más nunca.
Dentro de la mía las yevo,
y aún en mi noche me alumbran,
y aún las pastorean mis ánsias,
y aún las yaman mis ternuras...
¡Pupilas que me enloquecen!
¡Mis lindas pupilas brujas!...
¡Cuando pasés cerca mío
cerrá los ojos, chiruza!
Oración
Tata Dios: yo no dudo que seas juerte;
que gobernés vos solo tierra y cielo;
que a tu mandao se apague'l rejucio
y se amanse'l más potro de los vientos.
No dudo que haigas hecho esas estreyas
que sirven de candiles a los sueños,
y p'aliviar el luto de la noche
priendas la luna en su reboso negro
No dudo que seas vos el que le puso
al colmiyo'e la víbora el veneno;
el que afiló las uñas de los tigres
y le dió juersa'l pico de los cuervos...
Pero dudo'e tu amor y tu justicia,
puta si juera verdá que sos tan güeno
no te habrias yevao aqueya vida
qu'era pa mi más grande que tu cielo.
Vos sabés, Tata Dios, cómo la quise.
Eya ju'el sol que amaneció en mi pecho.
Por eya tuvo primavera mi alma
y echaron alas mis mejores sueños.
Eya era linda como las mañanas
cuando dispiertan yenas de boyeros:
alegre como el ruido'e las colmenas;
graciosa como el'unco'e los esteros.
¡Y era tan güena, Tata Dios!... ¡Tan güena!...
Nunca un rencor se cubijó en su pecho.
Pa tuitos tuvo un corasón sin trancas,
rebosao de ternuras y de afetos.
Y creyó siempre'n vos. Tuitas las noches
s´endulsaba en su boca el Padre Nuestro,
mientras su almita'e pájaro aletiab'a
ofertándose entera en cada reso.
¡Y tuviste coraje pa matarla!
¡No pensaste que yo tamién jui güeno,
que no meresco este dolor que sangra
la herida siempre viva'e su ricuerdo!
¿Cómo no viá dudar de tu justicia?
¿Cómo viá crér que tengas sentimiento,
si vos, provalecido de tu juersa,
nos quitás siempre lo que más queremos?
¿Pa qué nos diste corazón, entonce'?
¿Pa qué nos esigis que siamos güenos,
ni nos encariñás con esté mundo
y en él ponés nomás que sufrimientos?
¿Crés que consuela tu promesa'e gloria?
Si aquí ande hemos nacido, ande queremos,
nos negás el derecho'e ser dichosos,
¡no sé pa qué nos va'servir tu cielo!
Ejemplo
Venga p'acá, m'hija. No me tenga miedo.
Venga que su tata no va'castigarla
ni va'echarle'n cara tampoco lo qu'hiso,
porque sabe cierto que no jué por mala.
Ya basta de yantos. Miremé de frente.
No tenga vergüensa de amostrar la cara,
que no es un delito darse por cariño,
y sentirse madre no es nunca una falta.
Venga y déame un beso. Su tata compriende
que usté ha cáido, m'hija, lo mesmo que tantas
que siendo inocentes, y humildes, y güenas,
s´entriegan enteras, en cuerpo y en alma.
Moso él, usté mosa, los das juertes, sanos,
yenitos de vida ricién aclarada,
no vido él querencia mejor que sus brasos
ni usté sol más lindo qu'el de sus miradas.
Campiando ese cielo que tuitos campiamos
-yevando'e baquianas a las esperansas-,
creyeron hayarlo juntando sus bocas,
y prendieron besos pa que s'estreyara.
Vino la dentrada de la primavera;
lucieron los cardos sus flores moradas;
bordonió el sumbido de los mangangases
y hubo contrapuntos de roncas chicharras.
Nació en los yuyales un aroma nueva
qu´el viento, travieso, mojó en las cañadas;
rosaos macachines garugó l'aurora
y en los espiniyos colgó el sol sus brasas.
Se oyó en las cuchiyas relinchar los potros
qu´iban retosando tras de la yeguada;
y olfatiando el aire, y escarbando el suelo,
con ansia salvaje baló la torada.
Se vido a los pájaros andar en parejas,
juntitos los picos, abiertas las alas,
amostrando a tuitos su amor baruyento,
madurao a cielo, sol desnudo y alba...
Y ustedes sintieron juego en las alterias;
cada beso, entonce', jué com'una brasa;
les hirvió po'adentro la juersa'el instinto,
y ansina cumplieron la ley más sagrada.
¡No yore, canejo! ¡Si Tata Dios hiso
al macho y la hembra pa que se ajuntaran,
y el cristiano, mesmo que cualquiera bicho,
debe hacer las cosas que Tata Dios manda!
No l'importe, m´hija, qu'el pago mermure
y ensucén su nombre los que la crén mala.
¡Pior que usté son esas que matan sus crias
pa poder ansina seguir siendo honradas!
Cuando nasca su hijo, ¡que lo sepan tuitos!:
mamará en sus pechos, dormirá en su falda:
será su cachorro, nomás, ande quiera,
pues ser madre, m'hija. ¡no es nunca una falta!
Pulpería
Juiste igual qu'esas hembras querendonas y güenas
que ni al pior de los machos le mesquinan su amor,
y que crusan la vida redamando ternuras,
y aliviando dolores, y sembrando ilusión.
Tu palenque jué un braso levantao en la loma,
un yamao aparcero convidando a dentrar;
y con caña y guitarra, con baraja y con taba,
te sobraron siñuelos pal gauchaje bagual.
Y t'hiciste querencia de las vidas sin rumbo;
farolito en la noche de los pechos sin fe;
manantial pa lavarle las heridas al triste
y al sediento de olvido remediarle su sé.
Reyenaste las brocas que cavara l'ausencia;
ensiyaste memorias pa volver al ayer;
y mochaste'l abrojo de las almas machorras
que no jueron capaces de parir un querer...
Los domingos, tu reja floreció de truquiadas;
espinao de rodajas, tu silencio juyó;
y entre música'e copas y latir de vigüelas,
desnudó el pago bravo su cerrao corasón.
Y en la noche curiosa que oriyaba tu fiesta
los facones pusieron una marca de lus;
rabonó las distancias un galope matrero,
y pa un muerto dio el cielo cuatro estreyas en crus...
El buey
Es pesado; es tardío; y hasta cuando está suelto
parece que llevara algo de arrastro.
Camina torpemente,
como si siempre fuera uncido a la carreta;
como si le estorbara
el pedazo de sexo que le falta.
Camina torpemente pero jamás tropieza,
y entre sus cuernos en forma de cuna
parece que al andar acunara al Progreso.
Su pelo, negro o blanco, es opaco y es sucio;
en cualquier estación tiene pelo de invierno.
Su vida está partida en dos mitades,
como de arriba abajo:
de ternero a buey;
por eso
sin haber sido padre tiene mucho de abuelo.
De mañana, de tarde, se aburre a toda hora;
pero cuando se aburre más que siempre
en ausencia del hijo que nunca tuvo
se acaricia a si mismo con dos palmos de lengua.
Es tan inofensivo como su sombra
y a su sombra buena
procrean las palomas y los pájaros mansos
como riéndose de él.
Es bueno, más que bueno;
no tiene ni un pecado y sin embargo
se castiga los lomos con la cola
como con un cilicio.
El arado es su perro y es el yugo su cruz.
La claridad del día lo sorprende en el campo,
soplando humo de aliento a lo largo del surco.
Es tan madrugador, que todas las mañanas
por entre sus cuernos se levanta el sol.
El rancho
Retobado de barro y paja brava;
insociable, huyendo del camino.
No se eleva, se agacha sobre la loma
como un pájaro grande con las alas caídas.
Gozando de estar solo,
y atado a la tranquera a ras de tierra
por el tiento torcido de un sendero,
se defiende del viento con el filo del techo.
Su amigo es el chingolo;
su centinela gaucho el terutero.
Por la boca pequeña de una ventana
apura el mediodía en un solo bostezo:
de mañana despierta con el canto de un gallo
y de noche se duerme con el llanto de un niño
Es creyente a la vez que fatalista:
a supersticioso nadie lo iguala:
se persigna al chistido de la lechuza
o se tapa los ojos por no ver la "luz mala".
Y se encorva de miedo cuando aúllan los perros
-con las cerdas del lomo despeinadas-
porque pasa la Muerte, chúcara e invisible,
montada en pelo
en la yegua sin freno de la leyenda.
Es torvo como el gaucho hasta en su mansedumbre;
como aspira tan poco, nunca sale de pobre;
y guarda con orgullo, como único tesoro,
-expuestas en un marco con alardes artísticos-
la estampa de un caudillo
y una divisa bordada en oro.
Ni altivo, ni bizarro; humilde, nada más;
ignorante a la gracia y al donaire,
adornan su mal gesto curtido de intemperie
un nido de hornero y un clavel del aire.
Es viejo ya, sus quinchas han visto tres patriadas;
agringarse los criollos, acriollarse los gringos;
si no le salen canas le nacen cicatrices,
y aceptando el destino de concluir en tapera,
mira pasar los años y crecer los "gurises",
echado boca abajo y con el lomo al sol.
En los atardeceres en que se pone triste
revisa sus recuerdos de un vistazo hacia adentro,
y encuentra cuatro fechas que lo hicieron vibrar;
cuatro fechas que son
los puntos cardinales de su emoción:
Una boda, un velorio, un nacimiento
y una revolución.
Cuando se quede solo, sin poder contra el viento,
y caiga de rodillas, será tan poca cosa,
su historia tan vulgar: un placer, una cuita,
que cabrá en las seis cuerdas de una guitarra
y en los seis suspiros de una vidalita.
Mi testamento
Cuando me esté muriendo
Saquenmén campo ajuera,
Y al láo de una cañada
Ande corra un hilito de agua fresca,
Ande el trébol de olor y la gramiya
Se le brinden al cuerpo como jerga,
Y háiga una mata e pasto
Pa dejar cáer sobre eya la cabeza,
Dejenmén solo ayí... ¡solita mi alma!
Pa que náides se entere ni me sienta
Lo que esté po' empacárseme del todo
El corazón que a gatas si trotea.
¡Yo no quiero morir dentro e mi rancho
Como muere el peludo entre la cueva!
Quiero sentir bajo la luz del cielo
La caricia e la tierra
Que jué siempre pa mí como una madre
Y ha e recoger mis güesos lo que muera;
Quiero oír cantar, cuando el sudor me avise
Que me aguaita la austera,
Sobre el ombú e mi choza la calandria
Que tantas veces consoló mi pena;
Quiero ver retozar a los baguales
Que la yeguada encela
Pa recordar los que montaba en pelos
Al salir disparando e la manguera;
Quiero seguir el vuelo e las torcazas
Cuando a la tarde los cardales dejan,
Y van, buchonas, procurando el nido
Ande Amor, arruyando, las espera.
Quiero aspirar, cuando a morirme vaya,
Los perfumes que al viento dan las sierras,
Y enyenando los ojos de azul-cielo,
Al darle al sol mi adiós lo que se escuenda
Pedirle pa la zanja en que me entierren
Su primer rayo e luz cuando amanezca...
.............................................
¡No me dejen morir dentro e mi rancho
Como muere el peludo entre la cueva!
Dejenmé agonizar a campo abierto,
La cara al cielo güelta,
Pa verla bien, lo que la noche se haga,
A la adorada estreya,
Que les robó la luz a unas pupilas
Que envenenaron tuita mi existencia...
Insomnio
I
Es de noche; pasa
rezongando el viento
que duebla los sauces
cuasi contra el suelo.
En el fondo oscuro
de mi rancho viejo
tiráo sobre el catre
de lecho de tientos,
aguáito las horas
que han de tráerme el sueño,
y las horas pasan,
y ni yo me duermo,
ni duerme en la costa
del bañáo el tero,
que ocasiones grita
no sé qué lamento
que el chajá repite
dende ayá muy lejos...
.....................
¡Pucha que son largas
las noches de invierno!
II
A través del turbio
cristal del recuerdo
van mis años mozos
pasando muy lentos.
Y dispués qué gozo
si a vivirlos güelvo,
pensando en los de áhura
no sé lo que siento...
Noviyos sin guampas,
yeguas sin cencerro,
potros que se doman
a juerza e cabresto;
bretes que mataron
los lujos camperos,
gáuchos que no saben
de vincha y culero,
patrones que en auto
van a los rodéos...
..............................
¡Pucha que son largas
las noches de invierno!
III
La puerta del rancho
tiembla porque el perro
tirita como eya
de frío y de miedo...
Tuito es hielo ajuera,
tuito es frío adentro,
y las horas pasan,
y yo no me duermo;
y, pa pior, en lo hondo
de mi pensamiento
briyan encendidos
dos ojos matreros
que persigo al ñudo
pa quedarme en eyos...
Son los ojos brujos
que olvidar no puedo,
porque ya pa siempre
robáronme el sueño.
...........................
¡Pucha que son largas
las noches de invierno!
Un canto de contrapunto
Era una noche preciosa
y serena de Febrero:
apenas débil pampero
soplaba en la falda hermosa,
apacible y majestuosa
la luna su luz tendía
sobre un rancho que existía
bajo el cerro del amor;
alumbrando el interior
de una pobre pulpería.
Poco a poco iban llegando
paisanos a la tranquera
y los fletes en hilera
quedaban solos rumiando,
todos fueron acercando
su asiento hasta el mostrador,
donde estaba un payador
muy quejumbroso entonando
al son de un estilo blando,
unas endechas de amor.
Después de cantar ardiente
sus desengaños pasados,
sus amores contrariados
y su situación presente,
dijo en tono muy valiente
y en una improvisación:
-"que igualando condición
y sin proponer asunto,
cantaba de contrapunto
con cualquiera en la ocasión".
Un simpático murmullo
precedió al severo reto,
cuando apareció un sujeto
con cierto tinte de orgullo,
templó el instrumento suyo
y arrancando un dulce son,
aceptó la invitación
que el otro cantor hacía
diciéndole: -"que él venía
a medir su inspiración".
Se notó gran movimiento
por la lucha que empezaba,
y en silencio platicaba
el paisanaje contento,
de la cifra el dulce acento
la vigüela hizo brotar,
y después de saludar
a la reunión con primores;
entraron los payadores
al arte de improvisar.
Una atmósfera candente
de humo y alcohol confundido,
envolvieron el quejido
del trovador incipiente,
combatiendo frente a frente
un tema filosofal,
sobre el hecho material
de la vida transitoria;
empezaron por la historia
del derecho natural.
Dijo el primero: -"la vida
es como un juego de taba,
si cae de suerte ganaba,
si al revés era perdida,
que estaba tan confundida
con el bien y con el mal
que aunque era tan colosal
según la ciencia decía;
él, la miraba y tenía
como cosa muy trivial".
-"Está errao, dijo el contrario
con eco provocativo,
no es razonable el motivo,
ni seré su corolario;
en el canto soy corsario
porque creo con rigor,
que la vida es un primor
cuando hay placer y ventura
y no viene la amargura
a retoñar un dolor".
Empezó la lucha hiriente
entre ambos competidores
y subieron los ardores
del auditorio impaciente,
uno y otro diligente
su puya hacen relucir,
ninguno quiere rehuir
el encuentro comenzado;
y un bando de cada lado
se aprestan a combatir.
Fue poco a poco aumentando
la tremenda algarabía
y una daga relucía
e iban los vasos volando,
los dos que estaban cantando
salieron en confusión,
con sus armas en acción
a ventilar la querella;
siguiendo la triste huella
de histórica tradición.
Y en una franca contienda
luchando a brazo partido,
cae uno a la tierra herido,
llorando su dulce prenda,
el pulpero en la trastienda
presenciaba con terror
el cuerpo del payador
que en su fúnebre agonía
miraba la pulpería
causante de su dolor.
Quedó el vencido en el suelo
y el vencedor arrogante
montó en su pingo anhelante
y tendió rápido vuelo,
el tiempo corrió su velo
sobre este cuadro de horror,
y en el cerro del amor,
entre varias margaritas,
hay varias trovas escritas
del ínclito payador.
viernes, 14 de agosto de 2009
Mi rancho y la tradición
En mi rancho podrá ver
si lo observa con cuidao,
pilchas y armas que he colgao
pertenencias del ayer.
Es un campero placer
ver colgao unos cinchones,
culeros con patacones
y algunos viejos fusiles
a más de algunos candiles
que alumbran las tradiciones.
Aunque no soy tomador
tengo un chifle bien cargao,
que perteneció a un soldao
que había sido desertor.
Dos limetas flor y flor
rememoran el pasao,
un medio frasco arrumbao
del Terne aquél que al dentrar
"A Fierro" quiso apurar
diciendo: -"¡Beba cuñao!".
De plata un buen arreador
aunque yo tampoco arreo,
lo guardo como un trofeo
de un porteño cuarteador.
También de él un maneador
y un par de riendas lujosas,
dos californias famosas
por la audacia de un cuatrero,
y un trabuco naranjero
de aquellos tiempos de Rosas.
Y aunque tampoco he boliao
tengo unas avestruceras,
que son de las viejas eras
de un tiempo lindo pasao.
Un buen cuchillo afilao
que jamás a un duelo entró,
y que siempre se lució
como pilcha de un campero,
es recuerdo de un carrero
que una vez me lo obsequió.
Una buena selección
de cencerros navarreros,
frenos, bozales, taleros
y ponchos de colección;
tijeras a discreción
aunque no aprendí a tuzar,
varias marcas pa'marcar,
un viejo estribo machazo
y trenzao de seis un lazo
que no lo sé ni agarrar.
En mi rancho hay tradición
y si bien no es un museo
es en donde me recreo
y endulzo mi corazón.
Unas guitarras que son
dulzura de camoatí,
con las que yo me lucí
y a las que tanto me aferro
con el viejo Martín Fierro
y estilos de Abel Fleury.
jueves, 13 de agosto de 2009
Por siempre ¡Atahualpa!
Mientras suene una encordado
al calor de los fogones,
no morirán tus canciones
ni tu voz será olvidada,
tu mano zurda, cuarteada
por los rigores del tiempo,
le dio todo el sentimiento
que el coraje requería,
cuando una zamba nacía
con la fuerza de los vientos.-
Con tu canto mojonaste
los caminos de este suelo,
que colmaron los desvelos
de tu vida trashumante,
fuiste el trovador errante
que a la patria le cantó,
fuiste la luz que alumbró
la senda de todo criollo,
y hasta fuistes el cogollo
que en tu verso floreció.-
HOY tu voz y tu guitarra
altivas han de sonar
y una estrella ha de alumbrar
tu criolla estampa bizarra,
la tierra tu nombre amarra
pa' que el tiempo no lo lleve,
y tu canto siempre quede
prendido en el corazón,
de aquél que a la tradición,
olvidarla nunca puede.-
Tu pago natal,por cierto,
hoy festeja el centenario
de ese hermoso colorario
del vivir estando muerto,
tu nombre es el rancho abierto
pa' descanso de las almas,
aquellas que buscan calma
en el decir de una copla,
o en el flete que galopa
¡sobre tu canto, Atahualpa!
¡¡Vasco!!
Con tus manos agrietadas
y tu frente sudorosa,
cubriste de blancas rosas
una tierra maloneada,
tu honradez acrisolada
en los fortines del tiempo,
fue esparcida por los vientos
y el canto de los zorzales
y el bufar de los baguales
al castigo de los tientos.-
Tu lealtad reconocida
hacia el amigo, por cierto,
fue el poncho pampa cubierto
de amistad bien entendida,
peleaste duro en la vida
con la fiereza del puma,
y muchas noches sin lunas,
bajo trueno y refucilo,
estiraste fuertes hilos
que alambraron tu fortuna.-
Raza noble y vigorosa
la pampa te abrió sus brazos
y hoy el vasco es un pedazo
de ésta tierra tan hermosa,
manos firmes, laboriosas,
que nos dieron el ejemplo
de levantar ese templo
que en sus paredes encierra,
el amor hacia la tierra
¡orgullo de mis ancestros!
Capataz de tropa
Era un amigo en la tropa
Don Alcario el Capataz,
que por lo noble y capaz
le dio prestigio a la ropa.
Hace rato que galopa
en el recuerdo conmigo
y si hoy el rumbo le sigo
por ser diestro en esas huellas,
más me alumbran las estrellas
del ejemplo de mi amigo.
Me decía: -"Por más que lleve
libreta de acarreador
hay que ser conocedor
de la hacienda que se mueve.
Si es grande el calor, si llueve
siempre debe adelantarse,
ninguno debe "cortarse";
a todo hay que estar atento,
de qué lado se halla el viento,
en todo debe fijarse".
-"Si se para en una calle
observe todo muy bien,
que los alambres estén
estirados al detalle.
El capataz que aquí falle
quiero que ésto lo aprenda
y pa' que bien me comprenda
mueva con mucho cuidao,
si revienta un alambrao
se mestura o pierda hacienda".
-"Es un asunto sencillo:
haga la hacienda pastar,
antes de echarse a cruzar
un campo con romerillo.
Procure que ni un novillo
le pellizque en la pasada.
Es fácil la repechada
pa'l que es un poco campero,
se puede pasar ligero
una tropa descansada".
-"Y si una noche el vacaje
por algo se le asustó
no la pare amigo, no...!
Nunca de golpe la ataje.
Gritelé, haga coraje,
en esa brava jornada,
es una cuestión sagrada
en el pingo está la suerte;
si rueda, encuentra la muerte...
¡Cuídese de la rodada...!"
-"Miles y miles de reses
mucho vacaje llevé,
y los pesos que cobré
ni en cuenta lo tengo a veces.
De la cabeza a los pieses
fueron mis trabajos leales,
soportando temporales
cuidé fortunas enteras,
con setenta primaveras
por unos pocos reales".
miércoles, 12 de agosto de 2009
Milonga de la sequía
Era tan fuerte el calor,
era tan grande la seca,
que andaban todos los bichos
de picos y boca abierta.
Abrir la puerta del rancho
era encender una hoguera;
todo se había presentao
como pa'verlo a la legua
que iba a ser un gran desastre
la tempestá de la seca.
El sol achicharra el campo
deja el balido hecho mueca,
y más de un matrero viejo
cambió el rumbo de su estrella.
Todo es desolación,
todo es angustia y tristeza,
alrededor de la aguada
está la muestra patética
y pal lado que uno mire
sólo se ve hacienda muerta.
Quedó el arroyo sin agua,
en el jagüel ni la seña,
tan estrelleros los chifles
y una "sapo" que teclea.
Ha sido tan desastrosa
la tempestá de la seca,
que un capataz y unos piones
ya bien pasada la siesta,
quedaron acalambrados
de cueriar hacienda muerta.
En un limpio de la aguada
al ver la cosa tan fiera,
hicieron la quemazón
por si las moscas pudieran.
Sin embargo Pantaleón
le dijo a la cocinera
que iba a ser muy llovedor
este año pa'que lo sepa,
porque se ven por las lomas
mudadas las vizcacheras.
Al divisarse muy lejos
tal vez una polvadera,
se dicen no hay más remedio
que sacrificar las yeguas,
sin decir ni una palabra
con unos cueros de ovejas
un aguatero, una rastra,
y un arado de mancera
preparan pa' un contrafuego
porque es por demás la seca.
Por hay gritó Pantaleón...
¡y si es una tormenta!,
la pucha si juera cierto
amalhaya que ansí sea!
Se empezaron a mirar
juyó del rostro una pena
y a la dentrada del sol,
donde la tarde se cierra,
llegaba un viento pampero
contramarcando la seca.
Y vivo pensando en ella
El sol en un rojo ardía
todo el oeste encendido,
y las aves a su nido
rumbeaban, muriendo el día.
Iba yo en mi fantasía
con mis albores de aprontes,
disfrutando de los montes
lo más raro de sus trinos,
con una se'de caminos
buscando otros horizontes.
Llevaba recuerdos de ella
envuelto en mi sentimiento,
pero iba en mi pensamiento
otro sueño y otra güeya.
Me encandilaba otra estrella
vislumbrando otro lucero,
otro rumbo, otro sendero,
sé'de distancia tenía;
y por mis venas corría
el mundo del guitarrero.
Mientras que dejo por esos
caminos viejos agravios,
van añorando mis labios
todos sus ardientes besos.
Miles pensamientos presos
se me quedan desvelados,
y los recuerdos clavados
en su melena nochera
se me hace una quimera
de sueños enamorados.
Porque añoro sus encantos,
porque quiero su figura,
sus bondades, su ternura,
sus sonrisas y sus llantos.
Y entre sus recuerdos tantos
días y días de fervores,
que perfumaba colores
de mis horas encantadas,
cuando en mis brazos quedaba
la reina de mis amores.
Se me turba el pensamiento
quedo en el tiempo perdido,
buscando algo parecido
para extasiarme un momento.
A mi guitarra un lamento
le arranco con mi querella,
y aunque es muy linda la güeya
no puedo econtrar olvido,
ando en las noches sumido
y vivo pensando en ella.
martes, 11 de agosto de 2009
Aflojando el tranco
Como mamón que se niega
a meterse en los barriales,
se me pusieron baguales
los versos de Santos Vega.
Será mi alma que reniega
porque el tranco le'aflojado,
o por lo que hube rodado
arrugando el entrecejo,
o debe ser que estoy viejo
o que me encuentro cansado.
El mismo fogón al rancho
al no calentar su hoguera,
le da un frío de tapera
y lo hace más largo y ancho.
Yo de macaco lo mancho
hablando sólo macanas,
y por las cosas lejanas
que encandilan mis reproches,
se me juntan con las noches
las tardes y las mañanas.
Si hasta me parece que ella
la que alumbró mi camino,
no quiere darme su fino
aliento para la güeya.
No es su misma luz de estrella
la que alumbraba mi canto,
la que rompió algún quebranto
de la tristeza en el borde
si no me salva su acorde,
sé bien que no me levanto.
Se encaprichan mis endechas
ya ni un pensamiento estampo,
no me inspira nada el campo
ni me importan las cosechas.
Como simples cosas hechas
la belleza se me esconde,
por más que mi fuerza ronde
por darle a mi alma un reflejo.
Me doy cuenta que estoy viejo
y que estoy quién sabe dónde.
Me va alimentando un poco
el alma de Martín Fierro,
que aunque le trabé el cencerro
por estar del todo tioco;
no quiero aflojar tampoco,
no quiero apagar mi día,
y aunque mi sangre se enfría
quiero que el potro me baje,
porque quiero al paisanaje
igual a la tierra mía.
Las mellizas
Mucho antes de hacer pareja
y de armar su propio nido
ya se le había metido
y medio de entre ceja y ceja
esa idea que él refleja
en cada conversación
que llegando la ocasión
se cumpla el mayor anhelo
y que Dios le mande del cielo
un hijo... ¡y que sea varón!
LLegó el casorio y la luna
dentró a dar vueltas enteras;
un día su compañera
le dijo: -"pronto habrá cuna"
Desde entonces, su fortuna
deshechando una muchacha
le dibujaba la facha
del gurí que ya venía
y hasta pensó que lo "vía"
de alpargatas y bombachas.
Se imaginó recorriendo
con su gauchito el potrero
o maceteando algún cuero
pa qu'él lo vaya prendiendo.
Y así pensando y subiendo
se hizo la cuenta completa
del tiempo que no asujeta
porque la luna no espera
y le avisó la partera:
- "Lamento, ¡son dos chancletas!"
-"¡Mellizas! y pa' más dos!"...
Primero sintió un resabio,
después soltó de sus labios
un:"¡muchas gracias a Dios!"
y al tiempo, cuando en la voz
de su yunta salió un "¡Tata!"
No hubo pa él cosa más grata
y sintió en esa ocasión,
sacudirse el corazón
como zapateando en patas.
Cuando vuelve y desensilla
después de andar campo ajuera
ya las mellizas lo esperan
del patio, justo en la orilla,
Cada una en cada rodilla
se acomodan y se sientan
y mientras que le comenta
a su patrona mil cosas
se le prenden las mocosas
como perro a una osamenta.
El tiempo sigue su andar...
Las mellizas van creciendo
y despacito aprendiendo
sin tenerlas que mandar;
y por gusto de ayudar
mientras una hace las camas
la otra junta alguna rama
y si cae una visita
já, ellas con el mate invitan
sin que las mande la mama.
Le va saliendo la yunta
más criolla que dos zapallos.
Ya se han echo de a caballo
y a los terneros repuntan.
Si una sube a la coyunta,
la otra maneja la horquilla;
si aquella echa la tropilla,
una vaca ordeña ésta
y ayer hicieron de apuesta
cuál hachaba más astilla.
Cumplen cualquier misión
como si fueran varones
y hasta parecen dos piones
pa'l tiempo de la parición.
Cuando llueve, al galpón
lo acomodan con esmero
Si falla un torniquetero
allí van con la herramienta
y le embarullan la cuenta
al turco vendiendo cuero.
Y no por esto han perdido
su condición de mujer
pues se amañan pa tejer
o pa hacerse algún vestido
De la madre han aprendido
a ser prolijas, hacendosas;
y cuando el día reposa
prenden lo que es preciso
lo mismo: que hacer un guiso
que a poner una ventosa.
Como en otros tiempos andan,
en que padre fue guitarrero;
cuando los quince cumpliero
le trajeron dos guitarras.
¡Ajá! hay que verlas, las agarran
como jugando se plantan
un estilo viejo, cantan;
o alguna milonga ofrecen,
y dos calandrias parecen
que anidan en sus gargantas.
El hombre que ya ha empezao
a echar canas en el pelo,
sigue agradeciendo al cielo
por lo que el cielo le ha dao.
Y evocando aquél pasao
si la memoria revisa
se le escapa una sonrisa
y hasta piensa, en ocasiones
¡que ni una tropa 'e varones
se compara a las mellizas!
y de armar su propio nido
ya se le había metido
y medio de entre ceja y ceja
esa idea que él refleja
en cada conversación
que llegando la ocasión
se cumpla el mayor anhelo
y que Dios le mande del cielo
un hijo... ¡y que sea varón!
LLegó el casorio y la luna
dentró a dar vueltas enteras;
un día su compañera
le dijo: -"pronto habrá cuna"
Desde entonces, su fortuna
deshechando una muchacha
le dibujaba la facha
del gurí que ya venía
y hasta pensó que lo "vía"
de alpargatas y bombachas.
Se imaginó recorriendo
con su gauchito el potrero
o maceteando algún cuero
pa qu'él lo vaya prendiendo.
Y así pensando y subiendo
se hizo la cuenta completa
del tiempo que no asujeta
porque la luna no espera
y le avisó la partera:
- "Lamento, ¡son dos chancletas!"
-"¡Mellizas! y pa' más dos!"...
Primero sintió un resabio,
después soltó de sus labios
un:"¡muchas gracias a Dios!"
y al tiempo, cuando en la voz
de su yunta salió un "¡Tata!"
No hubo pa él cosa más grata
y sintió en esa ocasión,
sacudirse el corazón
como zapateando en patas.
Cuando vuelve y desensilla
después de andar campo ajuera
ya las mellizas lo esperan
del patio, justo en la orilla,
Cada una en cada rodilla
se acomodan y se sientan
y mientras que le comenta
a su patrona mil cosas
se le prenden las mocosas
como perro a una osamenta.
El tiempo sigue su andar...
Las mellizas van creciendo
y despacito aprendiendo
sin tenerlas que mandar;
y por gusto de ayudar
mientras una hace las camas
la otra junta alguna rama
y si cae una visita
já, ellas con el mate invitan
sin que las mande la mama.
Le va saliendo la yunta
más criolla que dos zapallos.
Ya se han echo de a caballo
y a los terneros repuntan.
Si una sube a la coyunta,
la otra maneja la horquilla;
si aquella echa la tropilla,
una vaca ordeña ésta
y ayer hicieron de apuesta
cuál hachaba más astilla.
Cumplen cualquier misión
como si fueran varones
y hasta parecen dos piones
pa'l tiempo de la parición.
Cuando llueve, al galpón
lo acomodan con esmero
Si falla un torniquetero
allí van con la herramienta
y le embarullan la cuenta
al turco vendiendo cuero.
Y no por esto han perdido
su condición de mujer
pues se amañan pa tejer
o pa hacerse algún vestido
De la madre han aprendido
a ser prolijas, hacendosas;
y cuando el día reposa
prenden lo que es preciso
lo mismo: que hacer un guiso
que a poner una ventosa.
Como en otros tiempos andan,
en que padre fue guitarrero;
cuando los quince cumpliero
le trajeron dos guitarras.
¡Ajá! hay que verlas, las agarran
como jugando se plantan
un estilo viejo, cantan;
o alguna milonga ofrecen,
y dos calandrias parecen
que anidan en sus gargantas.
El hombre que ya ha empezao
a echar canas en el pelo,
sigue agradeciendo al cielo
por lo que el cielo le ha dao.
Y evocando aquél pasao
si la memoria revisa
se le escapa una sonrisa
y hasta piensa, en ocasiones
¡que ni una tropa 'e varones
se compara a las mellizas!
El Almacén
Ante el verdor del potrero
Aumenta su desamparo
El trozo de cielo claro
Que tiembla en un aujero.
Sólo lo defiende un tero
Cruzando como una flecha
Y un viejo aromo lo techa
Con una rama extendida
Sobre la madeja ardida
De la totora deshecha.
En la torcida tranquera
Cicuta y cardo chileno,
Trenzan espina y veneno
Entre el hierro y la madera.
Y la cadena rastrera
Se carcome y amohosa,
En la mañana jugosa
Y fresca de la gramilla.
Donde abre la manzanilla
Su margarita olorosa.
En el patio se desploma
El brocal entre espinillos
Amoratando ladrillos
Sobre revoque paloma,
Y en un repecho de loma
Que rememora un corral,
Alzan su descanso igual
E inútil dos ruedas viejas
Y un arado hunde las rejas
Rotas en el pastizal.
El aire se desconcierta
En la paré derrumbada,
Silva en la paja afilada
Y entra en la pieza sin puerta
Mientras la tarde desierta
Refleja en el corredor
Un brillo deslumbrador
Que hace más pobre la ruina,
De la silueta barcina
Rodeada de resplandor.
Refugio en el callejón
Abierto entre cielo y pampa
Allí se jugó sin trampa
La caña o el corazón.
En ese bravo encontrón
Del gesto con la mirada
En que luce el as de espada
O la cuchilla homicida
Rayando en rojo la herida
O la baraja gastada.
Recuerdo en su mostrador
Más de una silueta esbelta
Bruñendo en la media vuelta
La plata del tirador
Y hasta percibo el olor
A yerba, giñebra y cuero
Veo el salame casero
Y el medio jarro de vino
Que eran almuerzo mezquino
De algún callado resero.
Y nunca podré olvidar
El sitio justo en que estaba
Aquella cancha de taba
Que el trébol volvió a tapar.
Y el sapo con su sonar
Hondo de viejas maderas
Y las carreras cuadreras
En que en idas y venidas
Solían perderse en partidas
Las lentas tardes enteras.
Y aún siento en la cara el viento
De algún regreso distante
Con galleta en el pescante
Y diarios bajo el asiento
Mientras un tinte violento
Manchaba de bermellón
El fondo de cerrazón
Y sólo se oía el rebote
Rítmico y seco del trote…
Y un roce de guarnición.
Me trae siempre el Almacén
Con su paisaje de ausencia,
Cantos de correspondencia
Un rato después del tren.
Frente a frente del andén
De la estación que volvía,
A su penumbra vacía
De piedra gris y gastada,
Cuando la última pitada
Crispaba la lejanía.
Pienso en la frase segura
Dicha con tono dudoso,
En las manos en reposo
Bronceando la faja oscura.
Y en tanta grave figura
Que contra el tono del cielo
En un airoso revuelo
De poncho bayo y rebenque,
Desmontaba en el palenque
Arreglándose el pañuelo.
Ahora que mi voz viajera
Llega y se va por las vías,
Lo evoco igual que otros días
Con su color de bandera.
Y aunque lo encuentre tapera
Que en sombra se desvanece
La vista siempre parece
Antigua al abandonarlo
Tal vez para imaginarlo
Abierto cuando regrese.
viernes, 7 de agosto de 2009
Los chivos
I
Por el áspera ladera
de pedregosas aristas,
los chivos equilibristas
pacen la grama ligera.
Pintadas cabras inquietas
y graves chivos barbudos
dan moquetes, estornudos,
berridos y zapatetas.
Y reproduce en dos pies
un cabrón ante un cebil,
el venerable perfil
sacerdotal de Moisés.
II
Metempsicosis extraña
se cumple seguramente
al parecerse a la gente
los chivos de la montaña.
Mientras van hacia la cumbre
hacen humanos rumores:
se oyen voces de oradores
hablando a la muchedumbre.
Teniendo a los pies del monte
veinte leguas de horizonte,
no lo contemplan jamás.
Con las barbas contra el suelo,
el vasto mundo y el cielo
para ellos está de más.
III
A veces sobre una peña
se para inmóvil un chivo
con el aire pensativo
de un filósofo que sueña.
Más si junto al precipicio
rumia y rumia, su tarea
por cierto no es una idea
sino un bolo alimenticio.
Algún atraco indigesto
le da la actitud, el gesto
y empaque de pensador,
mientras los otros chivatos,
con cerriles arrebatos
se dedican al amor.
El polo
En el viril deporte
suelen echar el resto
jinetes de resorte
con miembros de repuesto.
Anda cada jinete
clavado en una jaca
que tiene ardor de cohete
y agilidad de urraca.
Por el parejo llano,
dispersos, o en pandilla
galopan taco en mano
por detrás de una bolilla.
A veces a un muñeco
la cuerda se le embrolla,
y suena el golpe seco
de un "mate" que se abolla.
A veces la bolilla
se alza, volandera,
y da en la coronilla
de quien menos lo espera.
Alguno en el ataque
petido y todo rueda,
y como un badulaque
turulato se queda.
Con calma de templario,
satisfecho y sonriente
cualquiera a un adversario
le hace volar un diente.
No es menos peligroso
y hay casos infelices,
en que un petiso brioso
aplasta unas narices.
Un audaz arremete
con ímpetu de hazaña
y el brazo de un jinete
se quiebra como caña.
Que el polo es un conato
de batallas y lizas,
del que se sale ñato,
o rengo o hecho trizas.
Y nos enseña, hermano,
que si morir habemos
como veraz cristiano
el polo aplaudiremos
por ser deporte fuerte:
pero no jugaremos
a estas chanzas de muerte
mientras razón y calma
nos queden para ver
que el de romperse el alma
será deporte
pero no placer.
jueves, 6 de agosto de 2009
A la Virgen de Luján
Aquí me pongo a cantar
con cualquiera que se ponga,
la mejor, la gran milonga
que se habrá de perpetuar
entre La Pampa y el mar
y el que es mayor de los dos,
cielo estrellado de Dios
donde sus santos están:
canto a la flor de Luján,
canto a la Madre de Dios.
Dios hizo el cielo y el rayo,
hizo el sol, hizo la estreya,
hizo la Pampa sin güeya,
hizo el toro y el caballo,
hizo al hombre y aquí callo
porque fue su obra mejor,
pero el mandinga traidor
conoció que era de barro,
pecó el hombre, rompió un carro
y se le enojó el Creador.
Y lo echaron de la estancia
pa' 1a tierra del infiel,
a tragar miseria y hiel
él que nació en la abundancia.
Pero su misma ignorancia
le dio compasión al juez,
pensó un momento y después
exclamó lleno de cencia:
se ha de cumplir mi sentencia
pero vuelta de al revés.
La muerte que al hombre aterra
yo a mi mesmo me la aplico,
yo soy grande y me hago chico,
y siendo Dios me hago tierra,
yo he de vencer esta guerra
con las armas que me dan,
porque vencer de rufián
no es cosa que a Dios le cuadre.
Y eligió para su madre
a la Virgen de Luján.
Aquí hay misterios muy fieros,
aquí hay un pozo muy hondo;
yo m' inorancia no escondo
ni me meto en agujeros,
aquí hasta los más matreros
boleados se quedarán
y jamás entenderán
porque esta es cencia infinita:
Él eligió pa' mamita
a la Virgen de Luján.
Miren qué humildá, que empeño
el del Hijo de Dios Padre;
ir a elegir para madre
en un pago tan pequeño.
Él que es de este mundo el dueño
no se guía por las ropas.
Pudo ir a las Uropas
a elegir las potentadas:
pudo sacar as de espadas
y robó cuatro de copas.
Y de que Dios la encontró
buena madre y cariñosa,
guapa, limpia, habilidosa
y su corazón probó;
al tiempo que la dejó
quiso hacer algo que asombre
y le dijo: "Por mi nombre
y estando en esta cruz triste
Madre de Dios buena fuiste
yo te hago madre del hombre".
Gaucho pampa, ¿donde irías
si no tuvieras madre?
Vos que sos duro de encuadre
y de pocas teologías;
vos que te hallás estos días
guacho en la tierra que hiciste
te han quitao hasta el alpiste
para darte la istrución,
te han quitao el corazón
y te dan un libro triste.
Reina del Plata, ¡Señora!
del pobre criollo olvidado,
techo que nos ha quedado
contra esta lluvia invasora.
Estrellita pa' la hora
de la tormenta feroz
mira que te vuelve a vos
mi alma que no desconfía
porque si sos madre mía,
sos también Madre de Dios.
Madre de Dios, madre mía
y no quiero saber más.
Haceme morir en paz
con Dios y con vos María,
al filo de mi agonía
no recordés mis reveses
recordá, en vez, cuantas veces
y ya desde muy gauchito
yo te he rezado el bendito
la Salve y los cinco dieses.
Le decían Vidalita
Le decían "Vidalita"...
Era suave, tierna, mansa.
Dicen que de muy pequeña
siempre fue sublime y grata.
Por eso que cada cosa
que su nombre recordaba,
tenía todo el hechizo
del amor que nunca falta.
Ella fue hija de nadie;
la criaron en la estancia
un poco entre los patrones,
la cocinera, mucamas,
la familia del quintero,
el capataz, la peonada,
porque todos reclamaron,
al nacer tan desgraciada;
qu'a más de no tener padre
cuando a este mundo llegaba:
Dios se la llevó pa'l cielo
a quien sufrió tanta infamia...
Y aunque se llamó María,
el día de bautizarla
pa' todos fue "Vidalita"
un nombre que es ESPERANZA.
Tenía ojos celestes
y aunque de mirada clara
era otro sol encendido
que alumbraba por la estancia.
Primero siendo gurisa,
después muy tierna muchacha;
y cuando se hizo mujer,
porque siempre su mirada
era un supremo regalo
de fe, cariño y bonanza.
Tenía, tenía la voz muy dulce,
armoniosa, suave, clara;
que ni siquiera el silencio
al hablar se molestaba.
Así era "Vidalita"
sublimidad y ESPERANZA...
Y un día, a "Vidalita"
el amor vino a buscarla.
Llegó en un flete lobuno,
bien rechapeteao de plata,
que montaba un mozo flor
erguido como una lanza;
capaz de dar por un beso
la fortuna de su plata.
Y se encontró con un: "No"
que fue como puñalada..
Le dijo que no podía
querer y entregarle el alma
a quien no fuera como ella,
hecha de sueño y bonanza.
Y volvió por donde vino
mordiendo adentro su rabia.
Detrás de ese vino otro,
y otro más vino a buscarla,
pero todos se volvieron
con las ganas de llevarla.
Hasta que una noche llegó,
redonda de una luna clara;
un gaucho vestido 'e negro
con su guitarra a la espalda
y le cantó a "Vidalita"
sus trobas en la ventana.
Y se fue como una sombra
al morir la serenata,
perdiéndose campo adentro
el mozo llevando en el anca
el amor, sin que se sepa
ni ande fueron ni por donde andan
Cuentan, cuentan que encontró en la vida
lo que ella siempre soñaba:
dormirse mirando el cielo
y escuchando una guitarra.
Le decían: "Vidalita"...
era suave, tierna, mansa.
(Pintura: Gustavo Solari)
La primavera
Y cuando suelta la tarde
ariscas sombras del cielo,
sube otra nube del agua
lenta de garzas y teros.
¡Qué susurro de plumajes
lleva en sus ancas, el viento;
y qué primavera la hoja
celosa de ojos abiertos!
Por todo lo que no tuve
lo que perdí y no me acuerdo,
canto septiembres de luz,
primaveras del encuentro.
Libertad de la ramita
que vence sola un invierno.
Primavera que me vuelve
el corazón, casi eterno.
Ella andaba por la vida
livianita de caricias
cesante de halago y besos
yo venía de otra noche
remando con desencuentros...
¡Cómo pasa y cómo vuelve
el vino que llevo adentro!
¡Qué primavera la línea
del horizonte azulenco!
Tal vez no me espera nadie...
Tal vez, ya todos se fueron.
Tal vez voy siendo nomás
suspiro solo, sin dueño;
exhalación de mis montes,
gorrioncito querenciero...
¡Qué primavera la vida
que ardida prende de nuevo!
Y cuando venga la sombra
por talas, leguas y sueños
a inundarme la garganta
con provincias de silencio;
cantaré con las calandrias,
cardenales, benteveos...
¡Qué primavera de cantos
me fui sembrando en los huesos!
Mi estampa
Yo soy el mate sureño
hecho de una guampa e´toro,
soy el relincho del "moro"
que cuido con tanto empeño,
soy el ratito de sueño
en la almohada e´mi recao,
soy el rebenque platiao
de manija viroliada,
y soy en una domada
el que muenta un reservao.-
Soy el facón que venció
la lanza de los malones,
y el montón de patacones
que luzco en mi tirador,
el que de un mismo color
tiene tropilla entablada,
aquél que en una payada
ni a Mandinga respetó,
y el que a ponchazos pelió
guapiando en Cancha Rayada.-
Yo soy el viento pampero
que peina los pastizales,
y el canto de los zorzales
en las mañanas de enero,,
soy el rincón del potrero
donde anidan los ñanduces,
y donde el criollo se luce
cuando algún toro emperrao,
de hocico a cáido enredao
con un lindo pial al cruce.-
Soy la lanza montonera
que anduvo en Salta con Güemes,
soy de los Andes, las nieves
y el asta de mi bandera,
soy final de una carrera
bien ganada al fiador,
soy el pilchaje mejor
orgullo de los paisanos,
y soy por montes y llanos
gaucho libre y rumbiador.-
Soy el ombú secular
en la pampa dilatada,
y la brava correntada
en el Alto Paraná,
soy la carreta que va
lenta venciendo el camino,
soy exponente genuino
de la gaucha tradición,
y soy con toda razón
antes que nada ¡Argentino!
Dejen que me vaya
Caminito de mi tierra,
¿Di ánde vengo? ¿P'a ánde iré?
Camino piden mis ojos,
camino quieren mis pies...
Mirao desde el fondo'el valle,
el mundo no es más que un pozo.
¿Y qué será el mundo, mama,
ande no llegan los ojos?
Adiosito, mama.
Adiosito, tatitay,
me voy por la tierra,
me voy por el mar...
Dejen que me vaya,
dejen de llorar...
Si más lejos ando
más cerca hi d'estar...
La gente que sabe, dice:
"viajar es morirse un poco".
Pero quedarse clavao
hai ser morirse del todo.
Deje que me vaya, mama.
Sin "pa donde" ni "hasta cuando".
En la punta del camino
el cielo me está esperando...
Volver a lo nuestro
Cuando suena una bordona
el alma se me hace campo,
y en mi sangre nace el canto
de mi suerte regalona,
mi garganta un Triunfo entona
con aire de patrio suelo,
que sube raudo hasta el cielo,
sitial de los payadores,
que irán largando las flores
tan propias de sus desvelos.-
Cuando escucho una Milonga
se me agranda el corazón
y al calor de algún tizón,
una encordada rezonga,
un Gato de meta y ponga
me hace arder en zapateo,
y una china en su floreo
con sonrisa querendona,
su estirpe criolla pregona
con su grácil balanceo.-
¡¡Linda es mi patria canejo!!
pa que quieran mancillarla,
esconderla y humillarla
con el canto de "allá lejos".
Nunca aquí es nada parejo,
lo nuestro muy poco vale,
será hasta que alguien se pare
con su manta y su facón,
y de por tierra al malón
¡¡que integran tantos rufianes!!
Maestra de campo
Por la pereza del tiempo
el otoño estaba tibio,
ya que en el Chaco, el verano
es como dueño del sitio.
Y a veces demora en irse
sin importarle el destino.
Por eso es que aquella tarde
cuando bajó en la estación
del lerdo tren en que vino
su cuerpito era una brasa
por nuestro clima encendido.
Y se quedó en el andén
como asustada y con frío
por ser mucha juventud
pa´ terreno tan arisco.
A más, mujer buena moza
y en pago desconocido.
Y allí se quedó parada
en vago mirar perdido por,
por querer disimular
su temor a estar tan sola
y sin saber el camino.
Pero al momento nomás,
las toscas manos de un gringo,
callosas de tanto arar
y de pelearlo al destino
se acercaron bondadosas
y con ternura de niño
le dieron la bienvenida
en nombre de la escuelita
que hace mucho la esperaba
triste en el medio del monte
pa que alegrara a sus hijos.
Subieron al viejo carro
de aquel colono sufrido,
y comenzaron a andar
entre una nube del polvo
por el reseco camino.
Cuando llegaron al rancho
la noche ya había encendido
sus farolitos del cielo
y el canto triste del grillo,
y fue por eso tal vez
que entre las cuatro paredes
de aquel su humilde cuartito
una angustiosa tristeza
entraba a clavar cuchillos
como queriendo matar
esa noble vocación
que en su pecho había nacido.
Pero llegó la mañana
y el sol con todo su brillo
desdibujó las tinieblas
que habían querido torcer
las huellas de su destino.
Y aunque llorando por dentro
masticando soledad
en aquel lejano sitio
puso firmeza en el paso
y fue a buscar el amor
de aquel puñado de niños
que hace mucho la esperaba
en la escuelita de campo
clavada en Pampa del Indio.
Y desde entonces su vida
se hizo horcón de guayacán,
se hizo paredes de adobe,
se hizo terrón para el quincho
y armó con todos sus años
aquel rancho para el alma
con un letrero invisible
que decía en letras de amor
"aquí hay saber y cariño".
Y fueron 30 los años
y fueron muchos los niños
que luego se hicieron hombres
y mandaron a sus hijos.
Ella, ella no pudo tenerlos
porque la flor de su vida
se marchitó entre los montes;
y nunca llegó el amor
a golpear en la ventana
de su rancho de cariño.
La escuela, la escuela
le había pedido
hasta ese sacrificio:
que se quedase soltera
porque precisaba intacto
todo el amor que tuviera
para entregarlo a los chicos.
Y en eso, en eso de darlo todo,
un tibio día recibió
en una nota oficial
algo que la estremeció:
después de mucho esperar
el concejo le anunciaba
que había sido jubilada
en premio por su labor.
¿Era premio o era castigo?
mil veces se preguntó.
- "No se vaya señorita,
quédese a vivir aquí,
si nosotros la queremos
¿por qué se tiene que ir?".
Esas voces y unas manos
que se agitaban sin ruido
fueron únicos testigos
de aquella amarga partida.
Ella entraba en el olvido...
Allí dejaba sus años,
allí dejaba su vida.
La polvareda del sulky
y manitos color tierra
fueron su único homenaje
en aquella despedida.
- "¡Adiós señorita Rosa!"
¡Adiós maestra de campo!
en usted, a todos les canto
los maestros de mi tierra.
No sé si mi estrofa encierra
y expresa lo que yo siento;
pero tan solo pretendo
oponer a tanto olvido,
mi simple agradecimiento,
ya que la Patria les debe
el más grande y merecido
de todos los monumentos.
Changuito de mi escuela
25 de Mayo:
caramelos y masas;
9 de Julio: gorras,
camisas y alpargatas...
(¡Suerte que son de invierno
los días de la Patria!)
Pero es mejor, changuito
que no pidamos nada.
¿Qué han de significarnos
las cosas que nos mandan;
ese par de botines
y esa ropita usada?
Seguí, changuito pobre,
al brazo tu pizarra
y apretao contra el pecho
tu tarrito con ancua.
Dicen que sóis heróico
y ejemplo de costancia
y dicen, asombraos,
que todas las mañanas
pa iegar a l'escuela
peliás con la montaña.
Que digan lo que quieran...
La gente ciudadana
anda buscando siempre
motivo pa sus lágrimas.
Seguí, changuito pobre
tranquiando las quebradas
con el talón rajao
por la piegra y la escarcha,
la cabeza curtida
por soles y nevadas,
con los ojitos largos
de perseguir distancias,
con tus manitas duras,
con tu carita flaca,
Teniendo para tu hambre
sólo el tarrito de ancua...
Que en otra parte busquen
motivos pa su lástima.
¡Se apenan por nosotros
que no pedimos nada
y en ingenios y obrajes
lo están matando a tata!...
Ya dice "Tata" mi chango
Ya dice "Tata" mi chango,
mi chango ya dice "Tata",
estirándome los brazos
y alumbrándose la cara.
Hay otra luz en los campos
y hay otro canto en el agua,
ya somos dos los varones,
mi chango ya dice "Tata".
Corre zonda por el monte,
descuajate en las lomadas,
temblá por los airampales,
bailá en las arenas blancas.
Pero endúlzate las manos cuando
entrés por mi ventana,
pa'repetir la noticia
¡mi chango ya dice "Tata"!
Telero Santamariano
Abiertas las telas
en el alambrao,
las ofrece a todos
el santamariano:
- "¿Quién me compra un puyo
tejidito a mano?
¿O estas alforjitas
o esta poncho blanco?
También hay chalinas
de pelo i guanaco
y ponchos vallistas
y puyos serranos.
Tengo sobrepelos
suaves y livianos,
tengo sobrecamas
lindas pa regalo..."
Pero naide compra
y el santamariano
le dice a la Virgen
alfligido y manso.
Ella y los changuitos
allá se han quedao,
comiendo quesillos
guaschalocro y ankos...
He i ser nuestra suerte
morir trabajando,
lastimaos los ojos
llagadas las manos.
Hilando y tejiendo
redondito el año,
¡y a nuestros changuitos
sin con qué taparlos!...
- ¿Quién me compra un puyo
tejidito a mano?
¿O estas alforjitas,
o este poncho blanco?
miércoles, 5 de agosto de 2009
Los dos cantores
Dos gauchos payadores,
rivales y enemigos,
un día se encontraron
de oyentes circuídos
allá en una ramada
de sus campos nativos.
Y en tanto que los gauchos
contábanse prodigios,
y abrían opiniones,
pareceres distintos,
sobre su dulce canto,
sobre su arrojo y brío,
su vida aventurera,
sus luchas y peligros;
mirábanse con ceño
los dos, los dos altivos,
y más que las guitarras
buscaban los cuchillos.
Pero ambos, desde lejos,
por grupos divididos,
después indiferentes
quedábanse al bullicio,
como en su estrecha jaula
tigre feroz y cautivo,
que ante la turba de hombres
de mujeres y niños,
cansado se recuesta,
con los ojos sin brillo
y en un bostezo ahoga
formidable rugido.
Rompió de pronto el canto
el más viejo y sombrío,
con una de esas notas
que hieren en lo vivo,
vibración repentina
del corazón herido,
recuerdo melancólico
¡de cuando se ha querido!
Cantó su hermoso tiempo,
sus años más floridos,
cuando, como las aves,
tuvo en la tierra un nido,
y en él su compañera,
feliz con su cariño,
sentaba en sus rodillas
los pequeñuelos hijos.
Después lloró tristezas
de gaucho perseguido,
su rancho solitario
donde buscó afligido,
en vano hijos y esposa
que un viento maldecido,
desparramó a lo lejos
¡quién sabe en qué caminos!
Escúchanle los gauchos
callados, recogidos,
ni el leve aliento se oye
por todos contenido,
y el otro, cantor joven,
taciturno y bravío,
se levantaba inquieto,
todo él estremecido
como el arroyo claro
al parecer tranquilo,
donde, al caer la piedra,
conmueve el fondo mismo;
y cuando al fin el canto
del payador sombrío
apagóse en el viento,
vibrante cual gemido,
se oyó un preludio flébil,
vago rumor perdido,
¡triste, suspiro apenas,
de sentimiento henchido!
A media voz, intenso
canto se oyó; gemido
de algún dolor oculto
¡que estalla repentino!
"También, aunque temprano,
su corazón altivo
probó los sinsabores,
pasó por el martirio;
jamás para él tuvieron
ni flores ni atavíos
las lomas y cañadas
de sus cantos nativos.
Le fue el amor ingrato,
le traicionó el amigo,
y huyendo de los hombres
acosado y proscrito,
hermanos fue buscando
a los toldos del indio."
Después, ¡qué reflexiones
desesperadas hizo
en su cantar doliente!
mostrando a un tiempo mismo,
¡su ciencia de la vida!
¡su amargo pesimismo!
Y mana de sus labios
sin orden ni artificio,
real, brotando sangre,
tan hondo y tan sentido,
que abrasa en cada estrofa,
desgarra en cada grito,
¡y el alma de los gauchos
arranca de su quicio!
Cuando apagóse el eco
de su cantar sombrío,
entre el silencio inmenso
que sucedió a sus himnos,
dejando en cada pecho
un vibrador gemido,
alzóse el otro gaucho
con el rostro encendido,
y a un lado y otro haciendo
a los que le hacen círculo,
a su rival llegóse
con un arranque digno
y estrechó, fuerte abrazo,
¡fundió el rencor antiguo!
¡Y es que sobre la tierra
es el dolor el vínculo
que ablanda corazones
bajo su fuego activo;
celos, envidia, orgullo,
la rabia, el odio mismo,
todo el dolor lo dobla
sobre su yunque vivo!
La peladilla
Peladilla, peladilla,
pecesito sin escamas,
que incesante peregrinas
por los hilitos de agua
que bajan de mis montañas,
si te besa un rayo'e sol
te convierte en esmeralda.
Peladilla, peladilla,
pecesito sin escamas,
el que te quiere admirar
cometiera grave falta
si te sacase del agua,
porque se velan tus ojos
y tu piel se vuelve opaca.
Peladilla, peladilla,
pecesito sin escamas,
eres como la Ilusión,
que con la duda se empaña.
............................
No he de ser yo, soñador,
quien te retire del agua.
Señor Juez
Señor Juez, en verdá le confieso,
que se m'áido un poquito la mano.
¿Se murió? ¡Dios lo tenga en la gloria!
Ya bastante el indino
vivió cuatreriando.
-Me tráia robando ese leso
mis vaquillas, cerquita de un año.
Era inútil que diera mis quejas
ante el Comisario.
Me tomaban apunt'e la cosa.
Y yo, satisfecho,
me diba silbando.
Y cuando créia que preso lo tráian,
caía en engaño,
porque el pillo, por juir de la cárcel,
le entregaba al señor Comisario
la mitad más o menos del robo,
y éste echábale tierra al asunto,
como hacen los gatos...
Y lo pior es que si uno relincha,
si no lo estaquean,
lo meten en cepo de lazo,
cuando no lo enderiezan pal Neuquén
a lomo pelado,
más molido qu'el gallo del cuento,
que asiquiera el pobre
si las plumas perdió en la pelea,
quedó cacareando.
Y como quiera que ya no hay justicia
en por estos pagos,
me la hice al tirito yo mesmo.
He perdido y ... pago.
Es por eso, señor, que de rabia
se me jué un poquito la mano.
Yo le quise pintar un barbijo,
dejarlo orejano...
el cuchillo corrió pal cogote,
y solito se jué desangrando.
La lechuza
-¡Chistt!...
-¡Cruz diablo! ¡Mandinga! ¡Cruz diablo!
¿Qué querrá este bicho?
¿Qué andará rastreando?
que tuitas las noches, de un tiempo a esta parte,
a cada ratito pasa po'este rancho?
Alguien de seguro, jediendo está muerto...
- ¡Chistt!...
- ¡Cruz diablo! ¡Mandinga! ¡Cruz diablo!
Así renegaba Bernardo el boyero
oyendo el chistido, insistente y largo
del ave agorera, mientras ño Cirilo,
el viejo puestero,
después de un amargo,
trenzaba en silencio la soga de un lazo.
- ¿No es verdá, Cirilo, que si la lechuza
al pasar po' encima una casa,
larga tres chisitdos y aúllan los perros...
señal es d'esgracia?
- ¡Calláte muchacho, no digás pavadas!
Ese animalito no hace mal a naide.
A la pobre lechuza le pasa
lo que a ciertas hembras
que toda la vida se quedan en casa
cuidando al marido y a sus pobres güeñis,
y viven muriendo de cansás y flacas.
Son las aparciencias, las que las condenan ´
y así las maltratan.
Mirá la paloma... Toó el mundo dice
que ese pajarraco es una monada,
y pa mí que no hay bicho en la tierra
que más se parezca a una mujer mala.
Se la pasa tó'el día compuesta
juntito a su macho,
aventando sus odios y amores
en la puerta e'casa;
cuando no, con las otras palomas
a destruir los sembrados, se larga.
Mientras tanto, allí queda su nido
solito, sin guarda,
teniendo por plumas
un montón de estierco
y dos o tres ramas.
Pero en cambio, la pobre lechuza
hace el suyo en un hoyo'e la tierra,
al pie de una mata,
y lo empluma y lo pone a cubierto
del viento y del agua.
Cuando es día, si sale, es pa dirse
a la punta de un poste a pararse,
y allí suele pasarse las horas
quietita, en silencio, sin chillar con naide.
Si malquiere, no hay quien lo conozca;
cuando quiere, tampoco se sabe.
Anda sola, y ni aún hay quién colija
ni cuál es la hembra, ni cuál es el macho.
¡Y es muy corajuda!
si le largan un tiro'escopeta
la cabeza agacha,
y pegando un chillido'e protesta
va suave a posarse
a dos o tres postes más lejo'e distancia.
Lo qu'es por la noche, cuando todos duermen,
ella ronda como un vigilante,
pa matar las cuncunas y ratas
que acaban las siembras,
y en el hondo silencio'e la noche
pega esos alertas
que a la gente espantan.
Además... ricuerdo,
que una vez me encontré como un paria,
muy triste en mi'esgracia,
mi mujer se me diba muriendo...
solito yo estaba,
y una pobre lechuza se anduvo
toita la noche volando por casa.
Al principio me dio una impaciencia,
una gana ferzo de matarla,
y después... mucho miedo, y me puse
a hablar contra el cielo,
ella me chistaba...
como si pretendiera prohibirme
de que blasfemara...
Se murió mi mujer y, de pena,
quise dir con ella,
y cuando en mi cuerpo
ya iba a hundir la daga,
un hondo chistido
se prendió'e mi brazo,
y sentí que mi sangre se helaba.
Parecía que Dios me dijera:
condenao te has de ver si te matas.
Después de esa noche, son muchos los años
que llevo pasados en medio'esta pampa,
y ella ha sido siempre la fiel compañera
que al tiro me chista
cada que que trenzo
ideas bagualas.
Es como si juera... mi propia concencia,
y hay que rispetarla.
La lechuza, creéme muchacho,
es como esas pobres mujercitas buenas
que pasan la vida yenándose d'hijos,
sin gozar de nada,
y se van muriendo, llenas de tristeza,
solitas y flacas.