"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
miércoles, 5 de agosto de 2009
Los dos cantores
Dos gauchos payadores,
rivales y enemigos,
un día se encontraron
de oyentes circuídos
allá en una ramada
de sus campos nativos.
Y en tanto que los gauchos
contábanse prodigios,
y abrían opiniones,
pareceres distintos,
sobre su dulce canto,
sobre su arrojo y brío,
su vida aventurera,
sus luchas y peligros;
mirábanse con ceño
los dos, los dos altivos,
y más que las guitarras
buscaban los cuchillos.
Pero ambos, desde lejos,
por grupos divididos,
después indiferentes
quedábanse al bullicio,
como en su estrecha jaula
tigre feroz y cautivo,
que ante la turba de hombres
de mujeres y niños,
cansado se recuesta,
con los ojos sin brillo
y en un bostezo ahoga
formidable rugido.
Rompió de pronto el canto
el más viejo y sombrío,
con una de esas notas
que hieren en lo vivo,
vibración repentina
del corazón herido,
recuerdo melancólico
¡de cuando se ha querido!
Cantó su hermoso tiempo,
sus años más floridos,
cuando, como las aves,
tuvo en la tierra un nido,
y en él su compañera,
feliz con su cariño,
sentaba en sus rodillas
los pequeñuelos hijos.
Después lloró tristezas
de gaucho perseguido,
su rancho solitario
donde buscó afligido,
en vano hijos y esposa
que un viento maldecido,
desparramó a lo lejos
¡quién sabe en qué caminos!
Escúchanle los gauchos
callados, recogidos,
ni el leve aliento se oye
por todos contenido,
y el otro, cantor joven,
taciturno y bravío,
se levantaba inquieto,
todo él estremecido
como el arroyo claro
al parecer tranquilo,
donde, al caer la piedra,
conmueve el fondo mismo;
y cuando al fin el canto
del payador sombrío
apagóse en el viento,
vibrante cual gemido,
se oyó un preludio flébil,
vago rumor perdido,
¡triste, suspiro apenas,
de sentimiento henchido!
A media voz, intenso
canto se oyó; gemido
de algún dolor oculto
¡que estalla repentino!
"También, aunque temprano,
su corazón altivo
probó los sinsabores,
pasó por el martirio;
jamás para él tuvieron
ni flores ni atavíos
las lomas y cañadas
de sus cantos nativos.
Le fue el amor ingrato,
le traicionó el amigo,
y huyendo de los hombres
acosado y proscrito,
hermanos fue buscando
a los toldos del indio."
Después, ¡qué reflexiones
desesperadas hizo
en su cantar doliente!
mostrando a un tiempo mismo,
¡su ciencia de la vida!
¡su amargo pesimismo!
Y mana de sus labios
sin orden ni artificio,
real, brotando sangre,
tan hondo y tan sentido,
que abrasa en cada estrofa,
desgarra en cada grito,
¡y el alma de los gauchos
arranca de su quicio!
Cuando apagóse el eco
de su cantar sombrío,
entre el silencio inmenso
que sucedió a sus himnos,
dejando en cada pecho
un vibrador gemido,
alzóse el otro gaucho
con el rostro encendido,
y a un lado y otro haciendo
a los que le hacen círculo,
a su rival llegóse
con un arranque digno
y estrechó, fuerte abrazo,
¡fundió el rencor antiguo!
¡Y es que sobre la tierra
es el dolor el vínculo
que ablanda corazones
bajo su fuego activo;
celos, envidia, orgullo,
la rabia, el odio mismo,
todo el dolor lo dobla
sobre su yunque vivo!
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