(Foto del Río Colorado)
Qué tendrán los barrancales,
los matorros, los tomillos,
los sauces sobre el valle
y el paso lento del río.
Oh!... mi Río Colorado,
pago viejo en que he nacido;
cuando me miro en el tiempo,
a pesar de los amigos
me veo que voy por la vida
sin más pago que el camino.
Por qué se quedará con uno
como un amor sin olvido,
los ojos de la querencia
y el arrebol del principio.
Podrán pasar muchos años
del tiempo en que uno fue chico,
pero el que quiere a su tierra
con la pureza de un niño,
la lleva sin darse cuenta
como el recuerdo más lindo.
Podrá un hombre no tener
ni rancho, plata, ni pingo,
y a veces ni la alegría
de que lo acaricie un hijo;
pero si guarda el recuerdo
del cielo donde ha nacido
podrá en la noche más triste
sonreir para sí mismo
sin el temor que ya nadie
pueda quitarle ese hito.
Yo nací en campos fiscales,
tierra libre de los indios,
aunque dicen muchos de ellos
que uno es de la tierra niño.
Según mi madre y mi padre,
que sin juez se habían unido,
me asistió una pampa vieja
mezcla de madre y amigo
que nunca pasó la cuenta
para cobrar sus servicios.
Yo conocí muchas de esas
parteras pero sin libro,
y yo las respeto porque
un poco por ellas vivo;
gracias a toda esa gente
que sin medalla de Cristo,
más de una vez a caballo
galopearon los caminos
para ayudarle a otra madre
que andaba por tener un hijo.
Una forma, una costumbre,
de una gente sin olvido
que nacieron y vivieron
sobre los campos del fisco,
pero que ni bien entraba
usted a tal rancho barcino:
-"¿No quiere churrasquiar algo?"
le preguntaban sencillo,
como un deber sacrosanto
de darle a la sangre abrigo.
¿Por qué se habrán alambrado
los campos de siete hilos?,
¿será pa'que cante el viento
o pa'encerrar los relinchos?
Los baguales ya se han muerto
de sed sobre los tomillos;
y a nosotros los paisanos,
mesmo que al gaucho y al indio,
ya no nos queda nadita;
el derecho ha sucumbido.
Han cambiao poco las reglas
pa'mejorar el destino
de los pueblos que aquí habitan,
sobre la tierra en que piso.
La política es la misma
casi la de cuatro siglos,
que el dinero compra todo,
que el grande lo come al chico;
y están los siervos de oro
con los sesos corrompidos.
Si la civilización
permite al capitalismo
sacarle la tierra a un pobre
como algo justo y preciso;
si todo eso es el progreso
que el país tiene en sus libros,
nadie me hable de derechos
por más que grite un caudillo,
porque entiendo que pa'l hombre
todito eso es negativo.
Hay leguas, leguas de campo
con cañadones vacíos
donde podrían haber vacas,
ovejas, yeguas, novillos
o alguna quinta, mi hermano,
como algo más primitivo
pa'que la carne y el pan,
por lo menos si es preciso,
fuera un poco más barato
en el país que les pinto.
Yo no sé; cuando me muera
tendrá que llevarme Cristo,
porque yo no tengo un metro
de tierra donde he nacido,
adonde quiera que paro
tengo que pedir permiso.
Ajenas son las campañas
que sin darme cuenta miro,
como es ajeno el sendero
que diariamente trajino.
Entonces con qué derecho
podrán hablarme los finos,
¿o acaso no he trabajado
para ganarme lo mío?
Pregunten por las estancias;
debo estar en los archvos
de cuando cobré algún sueldo
después de firmar el libro,
o en algún papel que dice
"Por la doma de diez pingos".
Adiós, terruño que quiero,
rinconcinto sin olvido,
donde he colgado la infancia
entre sauce y tamariscos.
Adiós pampa, adiós cañadas
cubiertas de alfilerillo;
pero si sus propios hijos
fueron muertos y corridos,
justo es que a los entendaos
sólo nos quede el abismo.
No importa, nos queda el viento
nos queda el sol y sus brillos.
Uno nos refresca el alma,
el otro nos da su abrigo.
No hay que perder la esperanza
de lograr el equilibrio
que tanta falta nos hace
para un futuro distinto;
pero ahora les digo adiós,
me está esperando el camino.
(Foto del payador: Saúl Huenchul)