A mis queridos hermanos.
Después de juntar cansancio
los que nunca guardan nada
entre apartes y rodeos,
llegó el día de cobranza.
Y pa más peor de los males
en sábado justo cáiba.
Cada uno alistó sus pilchas
cobró lo que le adeudaban
y, sin ponerse de acuerdo,
p'al mesmo lao galopaban...
... Como cinchando el camino
p'alejarlo de las casas.
Ansina jué qu'esa noche
la pulpería se hallaba
más tupida que mazorca,
entre gritos y jaranas,
ruidaje del coperío
y rasguidos de guitarras.
-¡Voy diez pesos al que tira!
-¡Va conmigo esa parada!
-¡Que cante otra, el mocito!
-¡Aquí, al rincón, cuatro cañas!
-¡Tenga mano, tallador!
¡Soy sota de salto y carta!
-¡Aquí hay un güetlo olvidao!
¿A quién le sobra la plata?
-Métale caña pa todos;
ya pongo lo que le falta;
y si lo que falta es sed,
yo pongo sed hasta mañana.
La nutrida concurrencia
festejó de güena gana
la salida del metido
con conora carcajada,
que se cortó de repente
como si la degollaran.
-¡Silencio! -gritó una voz
como mandando: ¡A la carga!
La bordona rezongó
por una mano apretada,
mentras la sota de salto
s'escabuyó entre una faja.
La taba se hizo perdiz,
lo mesmo que las paradas;
y era tan grande el silencio
que hasta se óiba cáir l'escarcha.
¡Poruqe'n estas ocasiones
hasta los vasos se ablandan!
¡Soy el Comesario y mano
que se termine la farra!
Yo le viá dar coperío,
pendencias y compadradas;
naipe sinchao con pegote
y andar con tabas cargadas.
Gauchos sucios y rotosos
guapos con la gente blanda,
carneadores en lo ajeno
que no tienen ley ni patria,
ni rispeto para naides
ni amor a las cosas santas.
Nacidos quién sabe dónde;
hijos de un porrón de caña,
en una noche de copas
después de una matreriada,
entre vapores de alcohol
y gente de su calaña.
A ver... ¿ande está ese guapo
que arroya a la melicada?
¡Vaya palpando, sargento!
Y al que me le encuentre un arma
métale, nomás los fierros
y me lo saca a la rastra.
El sargento lo observó
y miró a la melicada,
quedándose sin moverse
como una estaca clavada.
-¡No se me achique, sargento,
qu'es muy fácil l'arreada!
Y se adelantó el primero
hastsa donde estaba Almada;
un gaucho viejo del pago,
güen mozo y de recia estampa.
Muy suave pa conversar
pero de mano pesada.
En cuanto se le acercó
quiso manotearle el arma.
Almada dió un paso atrás
y así lo paró de entrada:
-Téngase quietas las manos
que naide le ha dao confianza.
Y sepa pa'su gobierno
que, toda esta gente honrada
que le ha tolerao insultos,
no gusta ser manoseada;
porque somos, con orgullo,
hijos de una estirpe gaucha.
De esa raza que nació
junto con la historia patria.
Gauchos que, en la Reconquista,
tiñó su sangre las aguas.
¡Rojo mensaje de América
convertido en clarinada!
Gauchos que, frente al Cabildo,
una gloriosa mañana,
en lo más hondo del pecho
sintieron nacer la patria
y se entregaron de lleno
en cuerpo, en vida y en alma.
Gauchos que, allá en San Lorenzo,
junto al Santo de la Espada,
pusieron pecho al peligro
con la histórica batalla,
conquistando el primer lauro
para las patriotas armas.
Los que, junto a San Martín,
por Los Patos y Uspallata
llevaron la libertad
a las naciones hermanas,
haciendo fértil la tierra
regada con sangre gaucha.
Gauchos que, con don Martín
Güemes, en la gaucha Salta,
pararon al opresor
a fuerza de poncho y lanza:
gauchos que todo lo dieron
y nunca pidieron nada.
Gauchos sucios por ajuera
pero muy limpios de alma.
No sólo tenían las pilchas,
también el cuero hecho hilachas
por honrosas cicatrices
con que les premió la Patria.
Gauchos que, en toda la historia,
con sangre escribieron páginas
respetadas por los hombres
que saben de cosas gauchas,
pa'que ahura venga cualquiera
a pretender manosearlas.
Aunque usted, con su uniforme,
a la autoridá proclama,
eso no le da derecho
a insultar a gente honrada,
ni a llevarse por delante
la dignidad de una raza.
Porque estos hijos de naide,
como acusa su ignorancia,
son los hijos del dolor
que sufre la tierra gaucha
por tolerar a mandones
sin sentimientos ni nada.
Porque una cosa es la ley
que a todo el mundo, le alcanza
sin privilegio ninguno,
sincera, justa y humana,
y, otra cosa, la injusticia
en la autoridá amparada.
Esta es gente de trabajo
y naide ha cáido en falta;
y si se juegan un peso
en el naipe o en la taba,
es porque en los grandes clubes
el gaucho no tiene entrada.
Y no compriendo, señor,
por qué, al hombre que trabaja
se le prive divertirse
como le dé gusto y gana,
sin molestar a denguna
y gastándose la plata.
-¡Güeno!¡Basta! ¡Se acabó!
¡Qué tanto gastar palabras!
¡A vos, por más cocorita
te viá sacar a la rastra
pa'terminar de una vez
con tus desplantes y charla!
-¡Mas yo le voy a advertir
que, como me llamo Almada,
qu'esta herramienta e trabajo
también se transforma en arma
cuando és pa'defender
la libertad, que es sagrada!
-¡Y yo te viá demostrar
que no me asustan guapeadas!
Ya mismo, sin dilaciones,
andá entregando el arma,
si no querés que te meta
en el cuerpo cuatro balas.
¡Y gatilló su revólver!
Pero, como luz, Almada
l'esquivó el cuerpo al peligro
y ay se le fué a la carga:
pero lo paró el sargento
esgrimiendo su charrasca.
-¡Quedan los dos detenidos,
y se acabó la payada!
-Soy el Comesario y mando...
-Usté aquí no manda nada!
¡Abuso de autoridá
y atentao a mano armada!
-¡Esa insubordinación
yo no voy a tolerarla!
¡Y ya le ordeno, Sargento...
-Orden que no viá acatarla.
El Comesario Inspector
dirá si yo estuve en falta.
Usté atropelló derechos
con sus insultos, de entrada,
provocando la reacción
de esta noble gente gaucha
y agravó la situación
haciendo uso de armas.
La ropa no privilegia
a quien no es capaz de honrarla,
y no cuentan los galones
cuando se comete falta
provocando las pendencas
quien está para evitarlas.
Cuando cae un capitán
en los campos de batalla,
lo remplaza otro soldao
que se sienta con agallas
y seguro de cumplir
con honor esa patriada.
Usté, señor Comesario,
ha tenido una rodada;
yo tomo el mando e la gente
y le juro por mi raza
que, si no puedo a las buenas,
tendrá que ser a las malas.
Ustedes vayan puertiando.
¡Deme su cuchillo, Almada!
-Aquí lo tiene, Sargento;
y voy de muy buena gana.
¡Hoy tengo fe en la justicia
por usté reprensentada!
Cuando la ley es pareja
naides deja de acatarla
cumpliéndola con respeto;
y con hombres de su laya,
muy pronto se acabaría
con las policías bravas.
Que se creen con derecho
de arroyar a gente honrada
y de mirar con desprecio
a toda la gente gaucha;
que si es noble, en su nobleza
está la juerza e su raza.
A esta raza que nació
junto con la historia Patria,
no ha de ser el atropello
el que pueda dominarla.
¡Raza que ha nacido libre
nunca será encadenada!