Poncho viejo, poncho amigo,
llevás junto a mi existencia
la más grande trascendencia
desde que marchás conmigo;
de tu tejido al abrigo,
en la alegría o el dolor,
compartiste el sinsabor
de las penas de tu dueño,
o cobijaste mi sueño
cuando me embriagó el amor.
Quedó grabado en tu trama
la mano que te zurcía,
de aquella que me amó un día
pero que ya no me ama;
te chamuscaste en la llama
de algún humilde fogón,
cuando en alguna ocasión,
sometido a mi destino,
me adormeció el triste vino
que me alegró el corazón.
En vos murió algún planazo
cuando mi brazo envolviste,
y ocasiones recibiste
la chuza de algún puntazo;
compañero en mi fracaso,
gloria que mi canto narra,
poncho de estirpe bizarra
que te duermes con un canto
cuando abrigás en tu manto
la caja de mi guitarra.
Poncho, hermano del camino,
no me niegues la fecunda
misión de abrigo o de funda
que te ha signado el destino.
Cuando en loco torbellino
entregue mi alma al Creador
quiero un último favor:
que en el frío de la muerte,
cobijes mi cuerpo inerte
dándome el postrer calor.
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