(Foto: Celine Frers)
Al cáir al rancho de güelta
en una oración tan fría
aquerencia la alegría
tibia, que la brasa suelta;
el fogón, en su resuelta
atitú de dar calor,
ofrece’l reparador
amparo de su templanza,
y el cuerpo mejor descanza
con un mate sentador.
A un banco que suelta quejas
-sentao- las botas me saco
y los pie’ cansao atraco
a unas alpargatas viejas;
al bigote y a las cejas
los siento como mojao,
a los ojos, achinao,
y a la cara muy reseca
¡que te hace’l frío una mueca
el gesto más delicao!
Suerte que al lao del fogón
se hacen las horas serenas,
hasta se’ntibian las penas
y se templa el corazón.
Un charrusco sabrosón
bien empareja las cargas
y acorta las noches largas
un verso de muchos pié,
de’sos mesmos que trencé
en tiempo de horas amargas.
Al catre va la osamenta
pa’ redomoniar un sueño,
que amuestra la noche’mpeño
pa’ una helada suculenta;
más de una matra calienta
la cama de mi sosiego
y endemientras que m’entriego
dispacito al dormir mío
pienso, ¡amalaya, que frío!
…y habré de toparlo, luego…