"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
lunes, 21 de diciembre de 2009
De vuelta
En la verde inmensidad
Quedan los ayes grabados
Y ranchos abandonados
Lloran su cruel soledad.
La amargura fatalidad
Posa su garra pesada
Dejando senda marcada,
Entre zarzales y abrojos
Con rastros tibios y rojos
De la sangre derramada.
Pero, el iris aparece
Con majestad corpulenta,
Palpa su fin la tormenta,
Pierde vigor y fallece.
Un anhelo reverdece,
No se le puede olvidar;
Y al sentírsele vibrar,
Besando las banderolas
Para volver al hogar.
Así, Juan Pérez, soldado
De brava caballería,
Va en un moro de su cría
Rumbo al ranchito soñado.
Marcha, se acerca templado
Divisa con sus miradas
Las tranquilas hondonadas
De las costas de Marincho;
Y el moro lanza en un relincho
Con las orejas paradas
Galopa. Ya está cercano
El gozo que lo recrea,
Sujeta el flete, se apea
Y queda mudo el paisano.
En su semblante serrano
No muestra duelo ni palma,
Pero al buscarse la calma
Que lo consuele y reintegre,
Traga una lágrima alegre
Que la recoge en el alma.
Fue a combatir como bueno
Por sus puras convicciones,
Estrangulando afecciones
Que conservan en su seno
Cargo resuelto y sereno
Sin jamás retroceder;
Y jugó todo su haber,
Vendió sus horas felices,
Para ganar cicatrices
Al cumplir con su deber.
¡Pobre gaucho! - ¡Si al sacar
su sable por su bandera,
fuese algo más que escalera
donde otros van á pisar!
............................................
............................................
Los que lo saben buscar
Para hacer una patriada,
Sepan que aquella carnada
Suculenta y desprendida
Tiene una choza querida
Que no la cambia por nada.
Sin derechos
Como gladiador cansado
Pierde las fuerzas el día,
Perfumando su agonía
El fresco soplo del prado.
Queda el oriente pintado
Por penumbras, con derroche;
Y en actitud de reproche,
Cuadrado el sol, de soslayo
Recoge su último rayo
Al presentarse la noche.
Con nuevo impulso verdea
La flora de la campaña,
Quebrando con faz huraña
Despojos de luz pigmea;
El pastizal parpadea
Sobre la inculta colina
En las regiones campestres,
Sueltan las aves silvestres
Su plegaria repentina.
Por apretado sendero
Sale del monte un jinete
Rompiendo el tupido brete
Del pajonal majadero.
Teme, recela y ligero,
Casi en pleno desvarío,
Le tira al campo y al río,
Á la izquierda y la derecha,
Una mirada de flecha
Que va á sondar el vacío.
Es desertor. Su delito
Le impone firme misterio
Y huyendo del cautiverio
Anda sin rumbo y solito.
Por las penuria marchito
Busca saludable riesgo;
Y en brutal desasosiego
Cuando el sentimiento brama,
Oye un rancho que lo llama
Con clamores de fuego.
Allá vá. Sabe seguro
Que el sable lo pastorea,
Que es desigual la pelea,
Que es muy amarga el apuro.
Pero, gaucho fuerte y duro
Lleva un propósito fijo,
Guarda un tierno regocijo
Que lo arrastra desde lejos,
Hay en el rancho dos viejos
Que no los olvida el hijo.
Entre dudas y temores
Pisa la choza querida
Donde sembró su partida
Desalientos y dolores.
Toca á sus progenitores
Con sobresalto sincero;
Y en el silencio campero,
Como indudable noticia,
Salta una franca caricia
Que se le escapa al matrero.
Es muy corta la visita
Porque lo quiere la suerte
Pues un pampero de muerte
Sobre su cuerpo palpita.
De la pareja bendita
Se despide sin rudeza;
Y al resolver con firmeza
Regresar á su retiro,
Monta llevando un suspiro
Para matar su tristeza.
Vuelve solo á la guarida,
Conquista de independencia
Preparado á la violencia
Y á vender cara su vida.
Nadie lo ampara ni cuida;
Nadie le ofrece perdón,
Que la carne de cañón
Y el siervo de mil señores,
No tiene mas defensores
Que su astucia y su facón.
¡Siga la huella!
Serena noche de estío
Sobre los campos gravita,
Y el fresco césped dormita
Con arrullos del rocío.
La luna, de su atavío,
Tira girones al suelo;
Y como inmenso pañuelo,
De un polo al otro estirado,
Muestra su forro estrellado
El negro poncho del cielo.
En el llano y en la loma,
Con ademán soñoliento,
Deja la brisa su aliento
Lleno de silvestre aroma.
Por todas partes asoma
Una calma indefinida,
Y la canción repetida
Del terutero risueño
Surje como tierno en sueño
De la campaña dormida.
Cual mensajera secreta,
Que marcha con desconfianza,
Mueve sus ruedas y avanza
Una pesada carreta.
Su corpulencia de atleta
Pide un viaje paulatino,
Y al proseguir su destino,
Solitaria y lentamente,
Deja una huella patente
Culebreando en el camino.
Aquella mole se agita
Sobre piedras y terrones,
Cumpliendo las precauciones
Que su masa necesita.
Salva una zanja maldita
Con vaivén muy calculado,
Ya se inclina de un costado,
Ya se detiene en la brecha,
Y al fin, entera y derecha
Rueda en sendero trillado.
Salta del eje un lamento
Con pretensión de gemido,
Y un ínvariable crujido
Acompaña el movimiento.
Retumba el sonoro acento
Del conductor majadero
Y como frase de acero
Que se interpone tirana,
Va cimbrando la picana
Sobre el hombro del carrero.
Llega á un paso y blandamente
Como en terreno seguro,
Sin atropello ni apuro
Se desliza en la pendiente.
Corta la suave corriente
Bañando á veces su lecho;
Y un buen grito de provecho,
Pegando á los delanteros,
Levanta los pertigueros
Para subir el repecho.
El monótono rumor
De la marcha se acentúa
Y tranquilo continua
En el flanco el director
Su alarde de trovador
Queda pronto descubierto,
Y formulando un concierto
De alegrías y pesares,
Desparrama sus cantares
En el medio del desierto.
Corren las horas cortando
La longitud de la vida,
Y blanca faja tendida
Va el horizonte pintado.
Sale el sol con voz de mando;
Y al despedir la alborada,
Hace soltar la hoyada,
Ordenándole al carrero
Que junte con su apero
Fuerzas para otra jornada.
Para tí
A la Sociedad Criolla (Mayo 25 de 1900)
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Tengo en el bosque del alma
Y con placer cultivados
Yuyos que están impregnadas
De persistente verdor,
Yuyos de espeso follaje
Y de prensoras raíces,
Yuyos que en horas felices
Suelen llegar á dar flor.
En ellos rueda la savia
De la primera sonrisa,
La que despertó sumisa
En los pliegues del capuz,
La que nació sin saberlo
Para ser inextinguible,
Huella que en placa sensible
Dibujó un rayo de luz.
En ellos vive galana
Derramando consistencia
Las mas delicada esencia
De gratísima visión;
Aura que rompiendo el éter
Para quebrarse en el suelo
Cayó sin ningún recelo
En cáliz de corazón.
Por ellos va circulando
Entre fresca clorofila
La imagen que mi pupila
Robó al agreste vergel,
Copia de un mundo brillante
Sobre sangre recibida
Y en cierta fibra esculpida
Por primoroso cincel.
Hoy que cumples tus seis años
En perpetua primavera,
Dejar constancia quisiera
De lo que palpita en mí.
¿Qué te ofrezca... Tú bien sabes
que mis afanes son tuyos,
con las flores de mis yuyos
hago un ramo para ti.
En la criolla
Un rancho solo, un hornero
Que canta encima de un nido,
Un espinillo florido
Besado por el pampero,
Un rumor bajo el alero
Con leyendas de la sierra,
Una golilla que encierra
Toda la fibra de un bando
Y una bordona cimbrando
Sobre el amor de la tierra.
Dentro hay un foco encendido
Que sus destellos derrama
Haciendo clarear la fama
Del contacto que ha sentido
Que como facón pulido
Tiene brillo hasta en la cruz,
Que desmenuza un capuz
Para mostrarnos alhajas
Y que atraviesa las pajas
Con puñaladas de luz.
Esa vivienda retrata
Una regional simiente,
Que fue la fecunda fuente
De las orillas del Plata,
Manantial con fuerza innata
Para imponer su nivel
Y que, anhelando el laurel
De las libertades plenas,
Dejó salvos de cadenas
Á los reyes del corcel.
Y el foco que la ilumina
con fulgor exuberante
es un cerebro arrogante
lleno de savia argentina,
es ese Montiel que trina
en su entrerriano regazo,
ese gallardo chispazo
que donde roza cautiva,
ese que al alma nativa
le robo el mejor pedazo.
Nosotros, admiradores
Del rancho y de su cortejo,
Laguna que da el reflejo
De nacionales colores,
Ante la luz, muchas flores
Ponemos en este día,
No flores de cortesía,
Sino flores con halago
De un yuyo que en este pago
Se le llama simpatía.
martes, 8 de diciembre de 2009
A la mujer fortinera
Noble mujer fortinera,
guapeza en tiempo aciago
que se alejó de su pago
gaolpeando campo afuera.
De buena ley, compañera
del hombre que tanto quiso,
juramentó el compromiso
de no dejarlo hasta el fin,
¡por eso llegó al fortín
y entró pidiendo permiso!
Pasó a la fuerza efectiva
con derecho a las raciones,
y mucahs obligaciones
marcadas por directivas.
Cuando ingresó la cautiva
que pudo ser rescatada,
ella que estaba formada
a la vida de frontera
la protegió en la trinchera
cuando amagaba la indiada.
Le dió valor a la vida
de tanto palpar la muerte,
jugando un poco a la suerte
en los ataques suicidas.
Supo buscar la comida,
ligar una lanza rota,
hacerse de un par de botas
de las patas de una yegua,
¡y del mangrullo a la legua
ver dispersos en derrota!
Cuando salió el regimiento
a cumplir con sus deberes,
quedaron estas mujeres
al mandato de un sargento.
No se escucharon lamentos
y menos gritar llorando,
la corajeraron fumando
sin llmarse por el nombre;
¡a cuántas vestidas de hombre
las vieron morir peleando!
Tuvo hijos por la pasión
que nació del fortinero,
y también del indio artero
que la llevó en un malón.
Como acto de afirmación
de la violencia inaudita,
¡está la puntana "Rita"
que en un toldo cautivada
por un cacique violada
fue madre de "Baigorrita"!
Aunténticas heroínas
fueron las mujeres nuestras,
con abundancia de muestras,
para la historia argentina.
Con estas blancas genuinas
que amojonaron fronteras,
llegaron indias sureras
que bajaron del caballo;
¡un veinticino de mayo
para abrazar la bandera!
lunes, 7 de diciembre de 2009
La Biznaga
Biznaga:
leña del pobrerío,
cerco de huerta
y hasta quincho.
También alguna vez
su verde vara de bondad
fue improvisada escoba
del horno para el pan.
No es yerba curativa,
ni yuyo de buen olor,
ni da fruto, la pobre,
sólo una triste flor,
pero de hacer gauchadas
halla siempre ocasión.
Alza dondequiera
su aire jovial,
ofrecida
como una mano servicial,
regalo humilde de la tierra
que ya no sabe qué dar.
Las caravanas de la pobreza
llegan al biznagal.
Mujeres y niños
se ven desfilar.
Tal vez algún linyera
allí se refugió
cuando gemía la torcacita
y cantaba el chotoy.
En las cocinas pobres
se pone alegremente a calentar
la pava para el mate
y el pucherito en agua y sal.
Un júbilo rojo
fue la varita gris
y ayudó con su lumbre
al vacilante candil.
Y antes de ir al fuego,
en su afán de servir
fue caballo y rebenque
para el gurí.
Las caravanas de la pobreza
llegan al biznagal.
Mujeres y niños
se ven desfilar.
Retazos
Me gusta que salga sola
pa'tirarle de bolcao,
echarle el cuerpo al costao,
que castigue con la cola,
se haga como una bola
retirao de la tranquera,
donde un paisano espera
sentársele en el suelo
y salir pegao al pelo
sin mezquinarle sotera.
El pial, puerta afuera,
las jineteadas y domas,
no lo tomen a broma
que no es para cualquiera;
el yeguarizo es fiera
y sale como balazo,
tiene que ser baquianazo
pa'juntarle los brazuelos
quien no se largue al suelo
va a recibir un porrazo.
El pialador baquiano
hasta se pone mañero
cuando pisa el primero,
ya le junta las dos manos;
es lindo ver al paisano
bien lejos de la tranquera,
meterle hasta la pera
un revés y de volcao
queda humeando el trenzao
del potro la polvareda.
Y esos son los retazos
de toda una vida rural,
el escenario: el corral,
las duras trenzas de un lazo,
el gaucho, paso a paso
se topa con el salvaje
y sin elegir paraje,
sin tener otra ventaja
que el revenque, la rodaja,
su habilidad y su coraje.
domingo, 6 de diciembre de 2009
El mostrenco
- Que ponga el Chimango
las pruebas en plano,
de cómo es suyo
el potrillo Overo.
- ¿Es al que lo apodan
El Chimango Anselmo?
- ¡Me han puesto ese mote
las lenguas de perro!
Soy Anselmo Sombra
bajo el sol del cielo.
- ¡Vamos al potrillo!
¿Qué sabés de cierto?
- El potrillo es mío;
lo pagué a güen precio,
aquí en el bolsico
traigo el visto güeno.
Lo compré en la güeya
a un paisano arriero,
que cruzó estos llanos
hace mucho tiempo.
- Pero es que esta marca,
lo mismo que el dueño,
la ley los acusa
por marcar ajenos.
Pues por cuatro riales,
conscientes del yerro,
sin reparo ni asco
marcan un mostrenco.
-¡Pero yo, mi Alcalde!...
- ¡Usted será güeno!
Pero hoy ese signo
ha caido en descrédito.
¿Y usted cómo prueba,
Amigo Modesto,
que el potrillo es suyo,
sin más que usted mesmo?
- Tengo la aprobanza
de criollos muy viejos,
Don Melitón Acha
y Basilio Lemos.
Y un testigo mudo
que hablará en silencio,
con el busto de ella
y el color del pelo.
He traído la madre
del potrillo Overo,
que es como el retrato
del potrillo mesmo.
- Si los dos han traído
las pruebas del pleito,
vamos al palenque,
necesito verlo.
Pero vide entonces
que el potrillo Overo
hurgaba en el zumo
del pezón materno.
Mientras que la madre
con un don de aprecio,
lamiéndole el anca
le peinaba el pelo.
De pronto el Alcalde
dijo en tono serio:
- ¡Suelten al potrillo!
Y usted, don Nemesio,
Siéntese en la Overa
y salga ya mesmo,
quiero ver lo que hace
el potrillo suelto.
Sobre la palabra
saltó y alzó el vuelo,
galopiando largo
tomó campo abierto.
Como si lo hubiesen
pinchado de adentro,
pegó dos relinchos
el potrillo Overo.
Y tomó al galope
el camino mesmo
que tomó la Overa
derechito a un cerro.
- Ahí tenés la prueba
que estabas mintiendo-
Le dijo el Alcalde
al Chimango Anselmo.
- En la misma vida
que nos da el ejemplo,
la ley de la especie
que habla con los hechos.
Y negar la madre
es un sacrilegio,
pecado que nubla
el azul del cielo.
Le devuelvo un hijo
al calor materno.
Y le doy la madre
al potrillo huérfano.
- Pero en mi bolsico
tengo el visto bueno.
- Eso ha de costarte
diez días de cepo.
Cuando me confieses
que sos un ratero,
recién vi'a sacarte
el collar del cuello.
Yo entiendo que el gaucho
bolée un mostrenco,
lo muente y lo dome
sin sentirse dueño.
Cuando marca un potro
sabiéndolo ajeno,
es como el Chimango:
sin alma y sin credo.
sábado, 28 de noviembre de 2009
La mujer y la guitarra
La mujer y la guitarra
como muchas cosas más,
las hizo Dios pa'tocarlas
más yo no puedo olvidar,
las guitarras que he pulsao
con el afán de encontrar,
la que acompañe mis sueños
y esto no es por comparar;
hubo algunas que al templarlas
comenzaron a chillar.
Una vez tuve una hermosa,
guitarra de formas finas;
que me gustaba tocar
porque era dulce y gemía.
No fue guitarra pa pobre,
me la llevaron un día;
y hoy no me aflije su ausencia,
pues por cosas de la vida;
supe que anda en otras manos
gimiendo como en las mías.
Quedé solo con mi suerte
pero algún tiempo después,
de la vida en los caminos
otra guitarra encontré.
Fue por viejas experiencias
que apenitas la templé,
como aquél que la tuvo
antes que yo, alguna vez;
me dí cuenta que mentía
y yo también la dejé.
La guitarra sabe ser
como su mismo encordado,
que cuando es nuevo desdice
y anda bien después de usado.
Vuelve a desdecir de viejo
y en tal caso hay que cambiarlo,
más el que cambia guitarra
por cosas que ya he expresado;
puede perder la que tiene
sin agarrarle la mano.
Hay maneras muy distintas
de igualar un encordado,
puede ser por las bordonas
tercera alta o prima baja,
y hay otra forma secreta
que conocen los que cantan;
el de guitarra llorosa
aunque es difícil templarla,
porque han llorado cantores
sin que llore la guitarra.
Hay guitarras que son duras,
las hay demasiado blandas...
y hay otras que no se templan
ni con clavijos de plata.
También las que desentonan
con quien las tiene y les canta...
Yo quisiera una sencilla
que aunque me cueste templarla,
se duerma sobre mi pecho
así quiero una guitarra.
Pa salir del paso
Siempre la gente me ha dado
un lugar para cantar
o mejor dicho pensar,
en voz alta y con cuidado.
Aprendí a dejar de lado
las vanidades vacías,
escombro de la porfía
que el hombre lleva en la mente
y que crece tristemente
en las almas sin valía.
Golpe tras golpe y caídas,
no mellan los sentimientos,
ni se arreglan con lamentos
las cosas que están perdidas.
Las estrellas encendidas
solitas se han de apagar,
aprender a razonar
es un deber del cristiano;
sino en el primer pantano
seguro se ha de quedar.
Se equivoca en esta vida
quien cree que compró la suerte,
sobre el débil pasa el fuerte
y aprovecha la partida.
Pero el ave mal herida
si recupera su vuelo,
sabe que en el ancho cielo
su remedio ha de encontrar,
y así podrá restaurar
sus más profundos anhelos.
Al recibir una mano,
si bien es de buena fuente
siempre he tenido presente
el sentimiento más sano.
Cuando el potro es orejano
es dueño de su destino,
pero el avaro es mezquino,
el que sólo piensa en él;
no tiene un amigo fiel,
es oscuro su camino.
Pensamientos de un trovero
hoy aquí he venido a dejar
solo por querer andar
con el canto verdadero,
"un grano no es granero"
dice un proverbio español,
y si tenemos buen sol
la cosa va a ser pareja,
aunque la luna sea vieja
siempre sirve de farol.
Algarrobo centenario
Viejo algarrobo, tu sombra
centenaria y bonachona
trae frescuras al alma
de distancias y de auroras.
Cuántas lunas y luceros
alumbraron tu silencio
cuantos recuerdos lejanos
te han arrimado los vientos
Algarrobo sos ejemplo
de firmeza y de ternura
si supieras como siento
tu infancia en tardes de lluvia.
Que suerte poder tenerte
junto a mi pecho y decirte
que si una esperanza muere,
entre tus ramas revive.
Algarrobo... sueño y luz,
destino de siembra nueva.
Refugio de las estrellas,
aliviador de las penas.
Pronto llegará el invierno,
yo vendré a buscar tu abrigo
y me quedaré en tus brazos
para cubrirme del frío.
Quiera Dios, viejo algarrobo
que a tu corazón de árbol
lleguen un dia mil rosas
a perfumarte los años.
Símbolo de “La Teresa”,
Viejo algarrobo entrerriano.
viernes, 27 de noviembre de 2009
Desvelo
Rojos amaneceres
que ayer me vieron
salir dentre mi rancho
con cara e sueño,
con cara e sueño
pues regresaba
de pasarme la noche
sobre la almohada.
Sobre la almohada sí,
nido e de delicias,
donde me hacía un lugar
tu cabecita.
Tu cabecita si,
¡dónde andará!
¡Con quién la almohada
compartirá!
Rojos amaneceres
que ayer me vieron
salir dentre mi rancho
con cara e sueño,
con cara e sueño
porque no duermo
por compartir la almohada
con tu recuerdo.
Música :Abel Fleury
Canta: Suma Paz
Me verás pasar muchacha
Por la huella de la noche
me verás pasar muchacha,
por estos campos de Dios
llevando el diablo en el alma.
Ya ni se hacia donde voy...
sé que voy y eso me alcanza.
Pa mí la vida es un campo
sin tranqueras ni alambradas,
miro al pájaro en su vuelo
y no le envidio las alas;
él podrá ganar el cielo,
a mí la tierra me basta.
Si me canso, desensillo,
me pego una refrescada
y duermo sobre los pastos
bajo la noche estrellada.
Antes de dormir entono
una canción de pasada,
no me duele el corazón
no tengo penas guardadas...
Tristezas suelo tener
pero nunca digo nada,
al que está triste o alegre
se le nota cuando canta...
Tristezas suelo tener
pero nunca digo nada.
En el flete de la vida,
a la muerte llevo en anca;
la vida me da la vida,
la muerte nunca da nada.
Por la huella de la noche
me verás pasar muchacha
por estos campos de Dios
llevando el diablo en el alma.
Cuadrera
Dos hileras de alambrado
con duros postes rollizos,
resguardan bienes y haciendas
de los dos campos vecinos,
separados por la cinta
polvorienta del camino;
camino que en la quietud
de esta tarde de domingo,
bajo un limpio cielo azul
y un ardiente sol del estilo,
se ha poblado de jinetes
que esperan con regocijo
ver la anunciada carrera
del tostado y el tordillo.
Lucen pilchas domingueras
forasteros y vecinos;
pañuelos de seda al cuello,
botas de lustroso brillo,
y mucha plata en los cabos
de rebenques y cuchillos.
Un viejo boliche esconde
su roja faz de ladrillo,
después de una doble hilera
de redondos paraísos
que estiran su sombra espesa
hasta el borde del camino;
boliche cordial que se abre
en la paz de los domingos,
ofreciendo a su parroquia
sombra fresca y techo amigo.
Adentro, la animación
crece a la par que el bullicio,
y hay un rumor de guitarras
entre el ronco vocerío,
y el aire está espeso de humo
y de vapores etílicos.
Afuera, fila apretada
de caballos aburridos,
resignadamente esperan
bajo el sol que es un castigo.
Sonoras coscojas ruedan
con un incesante ruido,
y suena de vez en cuando
la sirena de un relincho.
Está el ambiente de fiesta,
y como el juego es un vicio
que en el alma del paisano
encuentra fácil cobijo,
se cruzan con entusiasmo
apuestas hechas a gritos.
-"Juego un pesito al tostado...
-"¡Pago!; mi peso al tordillo.
Y así se les va el dinero,
peso a peso, del bolsillo;
dinero que casi siempre
se ganó con sacrificio
en trabajosas jornadas
de sol, de viento y de frío.
¡Largaron por fin! Ya vienen
a todo correr los pingos,
como flechas disparadas
por el arco de algún indio;
vincha blanca el del tostado,
vincha roja el del tordillo,
y en pelo sobre los lomos,
los dos jinetes tendidos.
Redoblan los duros cascos
sobre el parche del camino,
y en sendas nubes de polvo
que el sol cambia en oro fino,
pasan los dos estirados
en un esfuerzo continuo,
dilatados los ollares
y los ojos encendidos,
por una huella el tostado,
por la otra huella el tordillo.
Ambos van como empujados
por un mismo torbellino,
juntos, iguales, parejos,
en cotejo tan reñido,
que es muy probables que no haya
ni vencedor ni vencido.
Sobre los flancos, las lonjas,
descargan rudo castigo
y apuran los parejeros
su ya acelerado ritmo.
En la emoción de la lucha
están los ojos prendidos,
y de las bocas resecas
escapan, roncos, los gritos
que vocean al tostado
o que animan al tordillo.
- "Nada hay hecho; ha sido puesta".
- "Devuélvame el peso, amigo".
Lluvia
Sobre el campo reseco
cae un agua pausada,
que la tierra sedienta
absorbe, bebe, traga.
Bendición de los cielos
que Dios transformó en agua.
Por fin podrá el arado
romper la tierra blanda,
y dibujar sobre ella,
un trazado de rayas;
por fin, sobre los campos,
sonríe la esperanza
de futuras cosechas
y próxima abundancia.
¡Gracias a Dios, vecino;
esta agua vale plata!
Arroyo de los olvidos (Estilo)
Arroyo de los olvidos
Vengo a probar de tus aguas,
Con un cansancio en el alma
Y el corazón dolorido.
Por eso llego y te pido
Aliviador de dolores;
Que cures los sinsabores
Que he venido padeciendo,
De nuevo aquí estoy sediento
Quiero olvidar sus amores.
Yo se que siguen doliendo,
Viejas heridas cerradas.
Parecen cicatrizadas
Pero adentro están ardiendo.
Yo tengo desde otros tiempos
Heridas que andan conmigo,
Y aquella que me hubo herido
Es la que quiero olvidar.
Por eso es que estoy acá
Arroyo de los olvidos.
También se que los que olvidan
Parece que no sufrieran.
Pero les anda una pena
Como una espina metida.
Y ansí transitan la vida
Sin llorar lo que han querido,
A pesar de que han sentido
Dolores que no comprenden.
Lo mío es muy diferente…
Arroyo de los olvidos.
Con tristeza te pregunto
Si ha bebido de tus aguas,
Porque juró que me amaba
Con su sentir más profundo.
Que sólo tenía en el mundo
Como sueño muy querido
Lo que le dio el amor mío,
Pero una tarde sin sol:
Se fue sin causas ni adios…
Arroyo de los olvidos.
A la mujer Argentina
Por gaucha y por femenina,
por lo patriótica y bella
tiene apariencia de estrella
nuestra mujer Argentina.
Es poesía y heroína
y en las èpicas contiendas
cortó rumbo y abrió sendas
cuando el Santo de la espada,
tendió el arco su mirada
lindando con la leyenda.
En la sala colonial
el caballero español,
ante ella postraba el sol
del antiguo cuño real.
Esa hermosura especial
que la muestra interiormente,
es un ósculo en la frente
de las más bellas memorias;
marco de triunfo en la gloria
y canción en el presente.
Si se hamaca en una danza
es acorde musical,
y si borda una inicial
es amor y es esperanza.
Si un amargo nos alcanza
hasta el alma se arrocina,
es gracia cuando camina,
fragancia cuando nos besa;
por eso tiene grandeza
nuestra mujer Argentina.
Nada que ver con las diosas
ni con la Venus del Nilo;
tiene cadencia de estilo
y curvas maravillosas.
Es fragante y hacendosa,
sencilla y cautivadora,
elegante, seductora,
dúctil, suave y atrayente;
como el agua de una fuente
que los astros enamora.
Cuando los años hostiles
me conviertan en despojos,
y se humedezcan mis ojos
por encontrar sus perfiles;
los motivos varoniles
serán ayes de locura,
añorando su blancura
he de proyectar mi suerte,
como un presagio de muerte
que no encuentra sepultura.
Cuando presiento la boca
de la que yo quiero tanto,
la copla se vuelve llanto
en mis inquietudes locas,
inmaculada provoca,
en sueños la oigo decir...
y no puedo describir
el misterio de su trazo:
quiera Dios entre sus brazos
pueda tranquilo morir.
Yo he nacido payador
Yo soy del tiempo de tantos,
sin tiempo y sin edades;
arrastro cien soledades
y mil frustraciones duras,
buscando en noches oscuras,
cien soles y claridades.
Yo he nacido payador
que es el arte primigenio,
mezcla de astucia e ingenio
y de sentires profundos;
y que tiene como el mundo
tras de sí varios milenios.
Cantor que improvisa coplas
asegún las va pensando
y a su vez las va entonando
de acuerdo a una melodía.
Difícil la trilogía:
cantar, pensando y rimando.
Cantor que no tiene época
ni límites de frontera,
idioma, ley ni bandera,
porque existe en todas partes,
universal como el arte
donde la belleza impera.
Bueno, ya he cantado largo
aunque nunca suficiente;
y aquél que escuchó atentamente:
¡gracias por los buenos modos!
y al que no a pesar de todo
¡gracias por ser tan prudente!.
El pan casero
Hizo como quien jugar,
(sin sal ni grasa), un pancito,
y lo puso en un platito
pa llevarla a solear.
Esta se entra a levantar,
revienta y sale pa'juera,
y ella como es panadera
a más le gusta amasar,
aura con ella hace el pan
que es levadura casera.
En un poco de agua tibia,
diluye una cantidad,
de lo que va a amasar,
moja una parte de harina.
Le espolvorea por encima
le hace una cruz con amor,
se encomienda en el Creador,
lo deja pa'l día siguiente,
pa que de nuevo reviente
si no le falta el calor.
Capaz que está cerca el fuego,
lo arrima con alvertencia
y se arma de paciencia
pa que estuviera más luego.
Y entre trajines y ruegos
Dios le brinda ese favor;
y ella que es de corazón
forma la masa y la deja,
con grasa 'e chanch'o de oveja
pa que se leude mejor.
Después hizo fuego al horno
con la leña que juntó,
la masa que preparó
la fue a pasar en el torno.
Luego remueve el rescoldo,
sacó toda la brasita,
puso el pan enseguidita
pa repartirlo a la gente,
pa'l mate con pan caliente
eso de la tardecita.
El retobao
No me gusta que me manden,
yo soy medio cimarrón,
no sirvo para milico,
dicen que sirvo pa’ peón.
Me llaman el retobao,
pero no soy peleador,
eso sí, no cabresteo
porque nací sentador.
No han encontrado palenque
para ablandarme el cogote,
conmigo no va la escuela
ni me arrolo en el chicote.
Soy libre porque me gusta,
soy libre porque lo siento,
soy libre como un bagual
galopando crin al viento.
Rispeto la autoridá’
cuando nace de nosotros,
pero sí que me retobo
cuando mandan unos pocos.
Si grito, soy gaucho alzao,
si no, ya soy peón pa’todo,
cómo quisiera gritar
y que gritásemos todos.
La lluvia empieza de a poco,
dispués viene el chaparrón,
voy haciendo punta solo,
pero atrás viene el montón.
Vamo’a ver quién los sujeta,
ya se vienen arrimando;
cuando sientan el barullo,
van a creer que está tronando.
Donde no pasó la ciencia
(Foto: Aldo Sessa)
Se presentó Santa Rosa,
temporal de la leyenda,
y llevaba una semana
apaciguando una seca.
Se habían cortao los caminos,
aislando gente y hacienda;
la estancia se despertó
en un rumor de tragedia:
la mimosa del patrón
había amanecido enferma.
Era una rubia preciosa,
un ángel sobre la tierra;
y a juzgar por el estao
no alumbraba cosa buena.
El patrón por el teléfono,
le habló al doctor que saliera,
que él iba a salir también
para adelantar su enferma.
Pero al llegar al arroyo,
pa'cruzarlo...¿de'ande, yerba?
Si estaba fuera 'e los causes
más de dos cuadras y media.
Allí terminó el camino,
allí siguió la tristeza.
La madre abrazada a su hija
miraba el agua revuelta
y el doctor en la otra orilla
dando recetas por señas.
Iluminó la tormenta
y recortó en la llanura,
un relámpago de acero
a un gaucho de tez morena.
Que venía en un tordillo
galopeando a media rienda,
paró, sofrenó el caballo;
de un salto echó pie a tierra...
Su saludo fue diciendo
aquí estoy pa lo que quiera.
La madre le quiso hablar
pero la ahugó la tristeza,
y el padre tartamudeando
le decía a media lengua:
-"¿Sabe Señor, lo que pasa,?
¡que está muy grave mi nena!...
"¡Mire el doctor dónde está!,
pero hasta allá, ¿cómo llega?!"
Entonces dice el moreno:
"¡No está muerto quien pelea!".
Desensilló su caballo,
le sacó recao y rienda;
se acomodó el chiripá,
descalzó las nazarenas...
De un salto volvió a montar
y gritó con voz serena:
-"¡Lo único que le pido,
que me la den desenvuelta"...
"Ya ven que el diablo anda suelto,
pero que Dios me proteja!
¡Via llegar con mi caballo
donde no pasó la ciencia!".
Se volvió corriente arriba
pa después tirarse en ella,
él sabía que su tordillo
iba a cumplir su promesa.
Porque un sabino jamás,
desmereció la leyenda.
Cuando llegaron al medio,
remolinos de tragedia,
querían sacar del brazo
aquella flor de inocencia.
Que apretada sobre un hombro
y acostada en la derecha,
parecía un escapulario
sobre un albardón de tierra.
Cuando llegó en la otra orilla
y se afirmó en la ribera,
vió que la mano de Dios
le había encendido una estrella.
Allí se la dio al "dotor",
palmeó el pingo en la paleta,
y le dijo: "Bueno, hermano,
está al medio tu promesa".
"Ahora descanse un ratito,
le viá exigir otra fuerza",
a las dos horas y medias
estaba el negro de vuelta.
Con la chiquita en los brazos
y cumplida su promesa,
por lo que dice el papá
-"Se ha ganado esta carrera...
y usted, ¿cuánto va a cobrar?"
-"¿Yo?, ni las gracias siquiera,
Cuando hago de estas gauchadas
¡nunca fijo recompensa!"
"Pero sí viá reprocharle,
para aliviar mi conciencia,
de que hace unos cuántos años
dicen que por muy chambón,
Usted me echó de una yerra".
"Le via a hablar por mi caballo
él fue quien cruzó a su nena,
y aunque es un pobre animal
quiero que tuitos lo sepan".
"Que aquí naides es más que naides
frente a la naturaleza,
y a mí que por ser moreno
la sociedad me desprecia,
que por pobre y por humilde,
no pude ir a la escuela..."
"Y a usted, Señora, le pido,
cuando haga dormir su nena,
en esas noche de lluvia
en que el sueño matrerea,
le enriede un cuento como éste
que tiene olor a pobreza".
"De que éste moreno viejo,
que no conoce una letra,
que por pobre y por humilde,
no pudo ir a la escuela
cruzó, donde hace un momento,
no pudo cruzar la ciencia".
Se presentó Santa Rosa,
temporal de la leyenda,
y llevaba una semana
apaciguando una seca.
Se habían cortao los caminos,
aislando gente y hacienda;
la estancia se despertó
en un rumor de tragedia:
la mimosa del patrón
había amanecido enferma.
Era una rubia preciosa,
un ángel sobre la tierra;
y a juzgar por el estao
no alumbraba cosa buena.
El patrón por el teléfono,
le habló al doctor que saliera,
que él iba a salir también
para adelantar su enferma.
Pero al llegar al arroyo,
pa'cruzarlo...¿de'ande, yerba?
Si estaba fuera 'e los causes
más de dos cuadras y media.
Allí terminó el camino,
allí siguió la tristeza.
La madre abrazada a su hija
miraba el agua revuelta
y el doctor en la otra orilla
dando recetas por señas.
Iluminó la tormenta
y recortó en la llanura,
un relámpago de acero
a un gaucho de tez morena.
Que venía en un tordillo
galopeando a media rienda,
paró, sofrenó el caballo;
de un salto echó pie a tierra...
Su saludo fue diciendo
aquí estoy pa lo que quiera.
La madre le quiso hablar
pero la ahugó la tristeza,
y el padre tartamudeando
le decía a media lengua:
-"¿Sabe Señor, lo que pasa,?
¡que está muy grave mi nena!...
"¡Mire el doctor dónde está!,
pero hasta allá, ¿cómo llega?!"
Entonces dice el moreno:
"¡No está muerto quien pelea!".
Desensilló su caballo,
le sacó recao y rienda;
se acomodó el chiripá,
descalzó las nazarenas...
De un salto volvió a montar
y gritó con voz serena:
-"¡Lo único que le pido,
que me la den desenvuelta"...
"Ya ven que el diablo anda suelto,
pero que Dios me proteja!
¡Via llegar con mi caballo
donde no pasó la ciencia!".
Se volvió corriente arriba
pa después tirarse en ella,
él sabía que su tordillo
iba a cumplir su promesa.
Porque un sabino jamás,
desmereció la leyenda.
Cuando llegaron al medio,
remolinos de tragedia,
querían sacar del brazo
aquella flor de inocencia.
Que apretada sobre un hombro
y acostada en la derecha,
parecía un escapulario
sobre un albardón de tierra.
Cuando llegó en la otra orilla
y se afirmó en la ribera,
vió que la mano de Dios
le había encendido una estrella.
Allí se la dio al "dotor",
palmeó el pingo en la paleta,
y le dijo: "Bueno, hermano,
está al medio tu promesa".
"Ahora descanse un ratito,
le viá exigir otra fuerza",
a las dos horas y medias
estaba el negro de vuelta.
Con la chiquita en los brazos
y cumplida su promesa,
por lo que dice el papá
-"Se ha ganado esta carrera...
y usted, ¿cuánto va a cobrar?"
-"¿Yo?, ni las gracias siquiera,
Cuando hago de estas gauchadas
¡nunca fijo recompensa!"
"Pero sí viá reprocharle,
para aliviar mi conciencia,
de que hace unos cuántos años
dicen que por muy chambón,
Usted me echó de una yerra".
"Le via a hablar por mi caballo
él fue quien cruzó a su nena,
y aunque es un pobre animal
quiero que tuitos lo sepan".
"Que aquí naides es más que naides
frente a la naturaleza,
y a mí que por ser moreno
la sociedad me desprecia,
que por pobre y por humilde,
no pude ir a la escuela..."
"Y a usted, Señora, le pido,
cuando haga dormir su nena,
en esas noche de lluvia
en que el sueño matrerea,
le enriede un cuento como éste
que tiene olor a pobreza".
"De que éste moreno viejo,
que no conoce una letra,
que por pobre y por humilde,
no pudo ir a la escuela
cruzó, donde hace un momento,
no pudo cruzar la ciencia".
miércoles, 25 de noviembre de 2009
Mi poncho
¡Viejo poncho! te han cribao
de tiempo, los rebencazos,
como si fueran lonjazos
en un lomo de reservao,
pero vos seguís plantao
y no te sacan ni a cincha
porque cuando el viento tincha,
tendiendo tu trabazón;
sentís a la tradición
como un bagual que relincha.
¡Cuántas veces poncho mío
en tiempo inclemente y duro,
me sacaste del apuro
amparándome del frío!
Y cuando el cielo bravío
corcoveaba en refucilos,
con la trama de tus hilos
cerrada en trenza machaza;
eras como una coraza
que mella todos los filos.
Cuando te llevaba envuelto
como culebra en el brazo,
paraste más de un hachazo
que se venía a darme el vuelto.
Y corajudo y resuelto
entraste en el entrevero.
Y en más de un avance fiero,
cuando topaste un cañón,
¡te fuiste en el borbollón
hasta taparle el aujero!
Vos eras como un consuelo
cuando al tostao frente blanca,
le acariciabas el anca
como peinándole el pelo.
Y cuando en brusco revuelo
lo chicotiabas, travieso,
él encorvaba el pescuezo
como mirando la senda;
y me iba pidiendo rienda
mientras bordaba un bostezo.
¡Poncho de mis campereadas,
mis sueños y mis recuerdos;
que cruzan dulces y lerdos
por mis horas perfumadas.
Al evocar la jornada
que compartimos los dos,
yo siento como una voz
que desde el fondo me grita:
-"¡En esta tierra bendita
mi mejor amigo, sos"!
Por ella
Rozando el pecho en la arena
Sobre un bajo dilatado
Corre un arroyo asustado
Como huyendo de una pena.
Una silvestre azucena
Sonriendo en el borde está,
Canta en el monte un sabiá
Y los ceibos al dar flores
Bañan sus lindos colores
En suspiros de arazá.
Junto a la loma que baja
Por la pendiente cercana
Hay una vivienda humana
Vestida de barro y paja.
La envuelve verdosa faja
De frescos saúcos en flor,
Y en un ombú protector
Que no conmueve el pampero
Cuentan los nidos de hornero
Dulces historias de amor.
Vive en aquella morada
Pedro Sosa, un campesino,
De chiripá de merino
Y de melena rizada.
En su estudiosa mirada
Y en su presencia imponente,
En su sonrisa elocuente
Y en su lenguaje chistoso
Se vé el tipo majestuoso
De una raza inteligente.
Piensa sin retroceder
Dejar cachorros y cueva
Porque imperioso lo lleva
Muy lejos otro deber.
Entre congoja y placer
Mira al pingo que lo espera
Toma el poncho, sale afuera,
Y sosteniendo un combate
Recibe el último mate
Que le da su compañera.
Se aproxima la partida
Y el tigre de la llanura
Sabe rodear de ternura
Su varonil despedida.
Monta con el alma herida,
Sigue su rumbo derecho;
Y en el bajo o el repecho,
Cuando su cara levanta,
Muestra un nudo en la garganta
Y una esperanza en el pecho.
Después... con leal frenesí
Y en un entusiasmo tremendo
Suena el clarín sacudiendo
Los campos de Sarandí.
Pedro Sosa forma allí,
Como un titán atropella
Contra el opresor se estrella
Y al levantarse su brazo
Parece que su sablazo
Dijese altivo: Por ella!
Miradle: No es el chacal
Que confiado en la sorpresa
Espera su fácil presa
Oculto en el pajonal
Es el paisano oriental
Que sentimientos encierra
Lleva su sangre a la guerra,
Lucha con ansia indomable
Y compra a golpes de sable
La libertad de su tierra.
.................................
Pd: Evocando la batalla del arroyo Sarandí - Florida, Rep. Oriental del Uruguay
el 25 de octubre de 1825 entre Juan Antonio Lavalleja y Bento Manuel Ribeiro.
Total es sangre de gauchos
¡Gaucho! Centauro indómito,
auténtico exponente de una raza
a quien jamás exaltara pluma alguna
que escribiera la historia de mi patria.
¡Gaucho! Una paloma en tus ojos
y un tigre dentro del pecho,
fuiste manso con los mansos
pero al pesar tus derechos
la tacuara formó parte
de tus manos y tus nervios.
Fuiste bagual en el llano,
fuiste puma entre los cerros
y cóndor con San Martín,
cuando cruzaste los Andes
y con él ganaste el cielo.
Entre llanto de guitarra
y grito de montonero,
con Facundo y con el Chacho
y con Juan Manuel y Dorrego;
hiciste tuya la patria
que pretendió el extranjero.
Dijeron que eras salvaje,
por eso te persiguieron
y clavaron en tus carnes
la daga del sufrimiento,
cuando no se qué "señores"
te declararon: "matrero".
Y la sangre hecha semilla
dejada en mil entreveros,
cuando montao en un potro
sin mas armas que tus sueños,
sembraste patria y conciencia
para cosechar derechos;
nunca te lo valoraron...
según por ay dijeron:
-"total es sangre de gauchos
y no tiene ningún precio".
Mas tu único ideal
era el de ir ganando patria...
Pienso que siempre el cristiano
apechugó el sufrimiento,
es por eso que yo siento
de esta manera tu ofensa;
por salir en tu defensa
yo te brindo mi homenaje,
con mi pluma y con mi acento.
Porque tu tierra es la mía,
porque es tu sueño mi sueño;
que se enojen los que quieran:
yo... ¡yo te bendigo "Matrero"!
Como lanza
Toda la tarde he probao
entre la prima y la cuarta
porfiando con una nota
y no he podido templarla…
La pava chilla y ni un mate
ha pasao por mi garganta
y si sigo ansí, la noche
se va a echar sobre las casas.
Gastando tabaco y tiempo,
aquì estoy sin hacer nada.
Patrón de mi aburrimiento
me he quedao solo en la chacra
entre dominante y tono
de una milonga pampeana.
Bozal para los recuerdos
que a mis recuerdos amansa.
Sin encerrar la lechera
ni traer leña pa’ las casas,
abrazao a la tristeza
que destila mi guitarra.
En un tiempo fui patrón
de caminos y distancias;
parao sobre los estribos
siempre más lejos miraba.
Las narices de mi moro
ventiando un charquito de agua
eran el único apuro
que mi destino apuraba.
Dueño de soles de marzo
y noches de estrellas altas,
desensillaba ande quiera
bajo cielo de mi patria…
Ningún amor duradero
por entonces me hacía falta,
me duraban los romances
entre la noche y el alba.
Pero… una tarde de otoño
más triste que mi guitarra,
me vio pasar por aquí
con la tormenta en la espalda.
Torearon dos ovejeros,
ella salió de las casas.
Yo ensayé un: “¡Ave María…!”
até el moro a la enramada
y sonaron mis espuelas
con un tin-tin de rodaja.
Cuando dentré a la cocina
pa’ saludar a su tata.
Se levantó el hombre viejo,
me tendió su mano gaucha:
“-Desensille y pase mozo,
mire que se viene el agua…”
Dos ojos grises de tiempo
le chispeaban en la cara
mirando aquél forastero
de a caballo y con guitarra.
Cenamos en la cocina
después del mate y la charla;
yo canté de sobremesa,
casi hasta la madrugada.
Me levanté tempranito,
el camino me esperaba,
y los ojos de la moza
pedían que me quedara.
Y allí terminó pa’ siempre
la historia de mis andanzas…
Cambié por dos ojos tristes
mis noches de estrellas altas.
Mi guitarra tuvo dueña,
porque ella también cantaba,
y le hacían desde el ombú
contrapunto las calandrias.
Mi moro dentró a engordar
en el potrero ‘e las casas
y en un rincón se durmieron
mis dos espuelas de plata.
Después su sueño y el mío
se juntaron en la almohada,
emplumando dos pichones
bajo una ternura mansa,
y jueron dos muchachitas,
prendidas de mis bombachas,
que me pialaron los rumbos
de mis pasadas andanzas.
Y aquí estoy clavao pa’ siempre
igual que una vieja lanza,
con cicatrices de herrumbres,
recuerdos de antiguas cargas…
Gastando tabaco y tiempo
me he quedao solo en la chacra,
viá’rrimar unas astiyas
y a ver si priendo una lámpara
antes que vengan del pueblo
la patrona y las muchachas...
Que si me ven en lo oscuro
van a creer que algo me pasa,
y capaz que esas mandonas
me den una levantada,
porque… a pesar de los años
y el respeto por mis canas,
yo soy dueño de mi tiempo…
pero ellas son las que mandan.
......................................................
sábado, 21 de noviembre de 2009
Hombrada
¡Mándensén mundar tuitos a la puta!
¡No quiero sabandijas en mi rancho!
¡P'aguantarle los secos a la pena
no precisa'e culeros el qu'es macho!
¡Vamos! ¡Juera de aquí, manga'e trompetas!
¡No esperen que los saque a rebencasos!
¡A mentir a otro lao! ¡A mí esas lástimas
sólo consiguen enyenarme de asco!
¡Si m'hija jué pa ustedes una pluma!
¡Si ustedes jueron los que la mataron
a juersa'e picotiar en su conduta
como en la oveja cáida los caranchos!
¡Dispués qu'eya, la pobre, tuvo el hijo,
como a perra sarnosa la cuerpiaron;
jué una brosa nomás, una largada;
sólo sirvió pa risa y pa estropajo!
¡Ninguno se acordó qu'eya era güena
-un alma'e Dios que a naides hiso daño-,
y aguantó la infelís, com'una marca,
el disprecio safao de tuito el pago!
¡Su nombre recorrió las pulperías
manosiao y babiao por los borrachos,
jué la farra'e las chinas en los bailes
y en las ruedas de mate de los ranchos!
Y aura que ya murió la pobrecita,
cansada de vivir hecha un pingajo,
¿tienen coraje pa venir tuavía
a lechuciar ande la'estoy velando?
¡Mándensén mudar tuitos! ¡Machos y hembras!
¡Aquí ya no hacen falta los caranchos!
¡A campiar a otro lao carnisas frescas
ande se puedan empachar pulpiando!
¡Juera de aquí, sotretas! ¿No me han óido?
¿'Tan esperando que los curta'laso?
¡Aquí ya'stá de más la chamichunga!
¡Ya no hay a quien sangrar en este rancho!
¡Juera de aquí! ¡Si pa velar su cuerpo
y darle sepoltura yo me basto!
¡Si no precisa agayas emprestadas
p'apechugar las penas el qu'es macho!
Justicia
Como manada'e perros cimarrones
cuando topa una res flaca y sin juersas,
lo cargó entropiyao el milicaje
sin darle tiempo ni a maniar la oveja.
Y los corvos ganosos se cimbraron
en el lomo del gaucho,
mientras juía trepada en el pampero
la vos enronquecida'el comisario.
Atao con maniador de cuero crudo
po'abajo'e la barriga del cabayo,
tosiendo sangre, reventao a golpes,
pa las guascas dispués con él tocaron.
Del pescueso en la barra
pasó la noch'entera,
judiao po'el cuartelero, que al sentirlo
clamar de sé, le daba salmuera...
Y al otro día un jues empalagoso
s'esplayó hablando'e leyes y delitos,
y a la sombra mandó que lo tuvieran
una punta de meses, por castigo.
No tuvo en cuenta qu'el caudiyo'el pago,
por cuestiones de pelos,
lo había echao al paisano de su estancia,
and'estaba ganándose'l puchero.
Ni qu'el hombre, campiando otro conchabo
sin poder conseguirlo,
había yegao al punto'e rebajarse
mendigando una achura pa sus hijos.
Ni qu'el dueño'e la oveja que robara
tenía la burra rebosando'e libras,
y una punta d'estancias tan pobladas
que ni él mismo su hacienda conocía.
Y qu'en cambio en el rancho del paisano
-un sucucho sin juego y sin abrigo-
yoraban tres gurises inocentes
galguiando de hambre y erisaos de frío...
Defensa
Jué'n el monte, a la hora'e siesta.
Almariaba la fragancia de arrayanes y espiniyos.
Y en sus flores menuditas, los golosos mangangases
chupetiaban con angurria de gurises mal comidos.
'Taba'e fiesta el bicherío: cardenales y sabiases
retosaban, picotiando los cambuises renegridos;
con cuscuses amorosos se yamaban las torcasas
y el sol fréia las chicharras en los secos espartiyos.
En la oriya'e la laguna las mojarras, en cardume',
amostraban a flor de agua su platiao escamerío,
y los tábanos hambrientos, atisaos por el mormaso,
se crusaban desinquietos, mesturando sus sumbidos...
Jué'n el monte, a la hora'e siesta.
Nos topamos casualmemte, por antojo del destino.
N'hubo un ape de malicia ni de cárculo en aqueyo.
El culpable de tu cáida no es más naide qu'el istinto.
¿Te acordás? Vos, en cluquiyas a la sombra de un matáojo,
remangao hasta las corvas el percal del vestidito
y enseñando el espumiante puntiyaje de las'naguas,
palmetiabas unas ropas, talariando un estilito.
Yo, que había hecho munchas leguas de un tirón,
apeligrando con aquel solaso bruto agenciarme un tabardiyo,
dentré al monte pitanguiando, p'apagar la sé del viaje
y dar tiempo a mi lobuno de tomarse un resueyito.
Y te vide, y en mi sangre
corcovió desatinada la potrada del istinto;
y mis ojos se pegaron como brasas a tus pechos
que s'hinchaban provocantes entre'l cepo del corpiño...
Vos tamién, ¿pa qué negarlo?, vos tamién ardiste yama;
como víbora el deseo s'enroscó en tu cuerpo lindo,
y jué asina que mesclamos, redepente, sin hablarnos,
el enjambre baruyento de tus besos y los míos...
Nos quisimos sin tabujos ni metiras, cara al cielo,
baj'un sol que achicharraba la barbasa'e los blanquiyos,
y tuvimos pa querernos la inocencia de los pájaros
qu'endulsaron las caricias con la música'e sus trinos.
¿Por qué entonce'vos yorastes al salir d'entre mis brasos,
reprochándome'el haberte deshonrao y envilecido,
y me juís dende aquel día con el miedo con que juyen
las cachilas, cuando avistan un halcón ronciando el nido?
Separación
Tenés razón, chirusa, yo compriendo
que no podés seguir viviendo asina.
Andá nomás ande otro amor más moso
te oferta el camuatí de sus caricias.
Aquí, a mi lao, la yama de tus ojos
s'está gastando al ñudo, entristecida,
y apretao en el nido de tu boca
se va'entumir el pájaro'e la risa.
No hacemos güena junta, no podemos
seguir cinchando en vaca de la vida.
Los casales precisan ser parejos
pa que dure'l amor cuando se anidan.
Y el que formamos vos y yo es distinto.
Yo soy afeto a la melancolía,
amigo d'emponcharme'n el silencio
pa rondar amarguras escondidas...
Y vos, china, sos tuito lo contrario:
pa vos la vida es novedosa y linda;
tenés por corasón una calandria
que sólo sabe'l canto'e l'alegría.
¡Son tan desencontradas nuestras almas!...
La tuya es flor: precisa sol y avispas;
la mía es bicho'e lus: de día se apaga;
sólo de noche priende su estreyita.
Jué chambón el destino al apariarnos
pa tranquiar en coyera por la vida.
No bastaba mi amor cansao y viejo
pa tu ilusión ricién amanecida.
¿A qué porfiar? Conviene más abrirnos.
Mi cerrasón es triste y aburrida,
y con el riego escaso'e mi ternura
se va'murchar tu mocedá florida.
Andá nomás ande otro amor te yama.
No hacen liga tu sol y mi niblina.
Dejá este rancho ande hasta la guitarra
se ha contagiao de mi melancolía...
Andá sin miedo y sin remordimiento.
Yo no viá'certe ni un reproche, china.
Si ninguno'e los dos tiene la culpa,
¿pa qué agriar de rencor la despedida?
Hembra
Pa dentrarme'en el alma juiste artera y mañosa.
M'engrampastes a juersa de tarimba y carpeta.
Con dispacio y baquía, como quien cincha'l monte,
preparaste la trampa pa embretar mi soncera.
A ocasiones mansita como yegua'e piquete
y a ocasiones lo mesmo que un venao de matrera;
di a ratitos tristona, redetida en suspiros,
y otras güeltas beyaca, negadora y perversa;
rebenquiando ese cuerpo cimbrador com'un'unco
-and'hicieron tuitas mis miradas querencia-,
y enyenando'e promesas esos ojos dañinos
que almarean más juerte que la mesma giñebra,
pecho adentro, di a poco, te me juiste ganando,
sin temor de qu'el güeso se pudiera dar güelta,
pues jugándola en vaca con mandinga, ¡dejuro!,
cualquier cancha te sirve y ande quiera echás güena.
Pa la trensa del laso que pialó mi cariño
desbarbaste los tientos con prolija destresa.
¡Baquianasa la china! ¡Ni campiando a candiles
s'encuentra otra que sirva pa empardarte siquiera!
Yo, asonsao por tus tretas, no patié la celada;
m'enredé'n tus mentiras de mujer cabortera;
y en mi rancho de adobe, munchas noches escuras,
p'alumbrarme p'adentro tu ricuerdo ju'estreya.
Te desiaba y te véia po'ande quiera que juese;
cuanti más vos me juías yo te creiba más cerca;
bien a láito'e mi catre, cuando el sueño lerdiaba,
'taban siempre tus ojos aguaitando mi pena...
Y a la larg'aflojastes. Y te truje a mi rancho
carculando que traiba lo mejor de la tierra.
Y tu boca jué chica pa potrero'e los besos
que salían en tropiyas de mi boca sedienta.
Pero vos pastoriabas la ocasión pa burlarte,
pa encajarme las patas como mula mañera.
¡Pucha, ustedes las hembras son pal hombre más piores
que manada de chanchos cuando dentra'la güerta!
Ya cumpliste tu gusto. ¡Podés dirte, canejo!
¡Por respeto al cuchiyo no te tuso a lo yegua!
¡Rejuntá tus percales y marcháte'n seguida
d'este rancho, que al ñudo quiso ser tu querencia!
¿Qu'esperás? ¿Cres de juro que no aguanto la marca?
¡Si mujer de tu laya po'ande quiera s'encuentra!
¡Podés dirte tranquila; tengo juersa'entuavía
y me sobran rodajas pa domar una'usencia!
¿Y aura? ¡Güe! ¿Tas yorando? ¡No faltaba más qu'eso!
¿Arricién te das cuenta que no sirve ser puerca?
Te metés'hacer barro pa dispués remorderte
y amolar con tus yantos. ¡No negás que sos hembra!
Vichando
Cerca'e mi rancho'e palo a pique crusa
la culebra pardusca de un camino
que trepa gambetiando a la cuchiya
y se pierde dispués de un bajío.
De a ratos, dibrusao en la tranquera,
yo me pongo a vichar a los que pasan;
a los que cren'tuavía en las promesas
y se dejan cinchar por las distancias.
Sé cuála es l'ansia que a cadáuno d'eyos
le sirve de rodaja;
conosco la ilusión que los curtea
y lo fayuto'e tuitas esas cuartas.
Y sé que al repechar uno'e los tantos
cuest'arribas que tiene la esistencia,
se han de sentir cansaos de andar sonciando
y, arrepentidos, han de dar la güelta.
Yo no compriendo por qué pucha el hombre
carcula siempre hayar la dicha lejos,
siendo que, si es qu'esiste, la yevamos
en lo projundo de nosotros mesmos.
Lo pior es que ricién nos damos cuenta
al dir yegando a viejos.
Cuando la vida nos ha güelto tristes
aprendemos ricién a ver p'adentro...
Yo tamién, cuando moso, rodé muncho;
me aburrí de oriyar los horisontes;
y juí dejando, en pagos siempre iguales,
las osamentas de mis ilusiones.
A juersa de porrasos juí aprendiendo
a querer el silencio y la tristesa,
y a encontrar las dulsuras escondidas
entre l'amarga cáscara'e las penas...
Aura tuitos mis días son de un pelo:
nada me tráin y no me yevan nada;
y voy escureciendo dispacito
sin sentir el tirón de las distancias.
Por eso, cuando vicho pal camino,
me da lástima ver esos cristianos
que pasan con tropiyas d'esperansas
y han de volver arriando desengaños.
Romance para el velorio de Juan Sin Tierra
Ningún velorio tan triste
como el velorio de un viejo
velado en noche de Junio
sin mate amargo ni fuego...
Se hacen de plomo las horas,
se vuelve duro el silencio,
y arando apenas se mella
la llave del pensamiento...
¡Cómo se alarga la noche
cuando hay que velar un muerto
en rancho de palo a pique,
sin mate amargo ni fuego!
El último viaje
(Video: Carlosquilmeslopez)
En mis años de resero,
si abré aguantao heladas,
en miles de trasnochadas,
lluvias, vientos y aguaceros;
si abré arreao toros fieros,
si abré andao entre el vacaje;
si abré rejuntao coraje
pa'hacerle frente a la vida;
hoy mis fuerzas están vencidas
voy en el último viaje.
Si abré encontrao emociones
andando de pago en pago,
si me abrán echo halagos
de aprecio y ponderaciones,
si abré entreverao canciones,
si abré pulsao el cordaje;
si abré andao entre el gauchaje
en yerras y en pulperías,
hoy ni una estrella me guía
voy en mi último viaje.
Por eso que hoy solo y triste,
yo que fui tan andariego;
de este rincón no me muevo,
mi alma de luto se viste.
Y si el destino me insiste
que ya ni un golpe me ataje,
diré adios al paisanaje
de este suelo tan querido;
y pa'l rincón del olvido
me iré en el último viaje.
En mis años de resero,
si abré aguantao heladas,
en miles de trasnochadas,
lluvias, vientos y aguaceros;
si abré arreao toros fieros,
si abré andao entre el vacaje;
si abré rejuntao coraje
pa'hacerle frente a la vida;
hoy mis fuerzas están vencidas
voy en el último viaje.
Si abré encontrao emociones
andando de pago en pago,
si me abrán echo halagos
de aprecio y ponderaciones,
si abré entreverao canciones,
si abré pulsao el cordaje;
si abré andao entre el gauchaje
en yerras y en pulperías,
hoy ni una estrella me guía
voy en mi último viaje.
Por eso que hoy solo y triste,
yo que fui tan andariego;
de este rincón no me muevo,
mi alma de luto se viste.
Y si el destino me insiste
que ya ni un golpe me ataje,
diré adios al paisanaje
de este suelo tan querido;
y pa'l rincón del olvido
me iré en el último viaje.
viernes, 20 de noviembre de 2009
Ya voy puerteando
Se han acortao las distancias
entre el "me vine" y "me voy",
y parece que por hoy
ya no hay rodeo en la estancia.
Quise poner arrogancia
al comenzar la función,
pero al formarse el fogón
ya me di cuenta, paisano,
que en vez de darme la mano
me dieron el corazón.
Por eso no es un cumplido
decir en la despedida,
que mi alma está agradecida
de cómo me han atendido.
Mucha gente he conocido,
Argentina y de otra suerte;
mas cualquier paisano alvierte,
sin andar con mucho enrede,
que pa igualarlos a ustedes
tendrán que pitar del juerte.
Y el tiempo es como la plata,
se gasta sin darse cuenta;
mas ninguno lo lamenta
si el gastarlo es cosa grata.
Fue linda la serenata
yo pienso pa mí, al menos,
y al dir tranqueando sereno
diré al iniciar el paso
lo breve, pienso amigazo
siempre fue dos veces bueno.
Por eso ya voy puerteando
me está esperando la huella,
y he de volver a ella
por gusto de andar andando.
Como he llegado cantando
ya me voy con mis cantares;
y al verlos tan ejemplares
les diré con sentimiento:
tal vez me traigan los vientos
de nuevo pa estos lugares.
jueves, 19 de noviembre de 2009
Don Plácido
Pa decirles francamente,
el nombre no viene al caso,
allá todos lo conocen
simplemente por "don Plácido",
¡hombre que bien mereció
haberse llamado "don Santo"!
De haber nacido mujer
hubiera sido pa escándalo
y su nombre rodaría
hecho vergüenza en el pago,
todo, porque no sabía
negar favores, don Plácido.
Cuando heredó "El Espinillo"
-de esto ya hacen muchos años-
lo primerito que hizo
jué cambiarle el nombre áspero
y ponerle "La Querencia"
- nombre que está convidando-
y que después los linyeras
se encargaron de llevarlo
pa que todo el mundo sepa
lo gaucho que era don Plácido.
Cuando sus tres chacareros
se atrasaban en el pago
-porque a veces la cosecha
la sabe llevar el diablo-,
por no mandar desalojos,
ni andar con jueces ni embargos,
les regalaba semilla
pa que siguieran sembrando.
Eso sí, tiene un defecto
que no hay forma de curarlo:
nunca permitió que naides
juera a pedirle una mano.
Cuando los veía venir
ya los estaba sobrando;
y así cmo algunos otros
se le agachan pa cuerpiarlos,
él se ofertaba solito
pa evitarles un mal trago,
calculando que el pedir
debe ser muy, ¡muy amargo!
Prestó firmas a granel,
y dio más plata que el Banco,
sin pedir un documento;
ya que a juicio de don Plácido
"eso es mostrar desconfianza"
y es por lo tanto un agravio
que lastima la amistad,
"que no cuadra entre dos gauchos
y como no habían papeles
que recuerden lo adeudado...
la mayor parte de aquellos
amigos se jué olvidando.
Pero don Plácido mismo
se encargó de disculparlos,
diciendo "que de vergüenza,
al no cumplir, se alejaron".
Y ahora, el pobre quedó solo.
Vive apenas. ¡Rajuñando
pa llevar con dignidad
lo que resta de sus años!
Como nunca permitió
que naides pida una mano,
calcula que algún amigo
se ha de ofertar pa cuartiarlo.
¡Y no sabe que con él
se acaba el último gaucho!
Cosas del tambo
Balerío de terneros
a las dos de la mañana,
lechuza que hace campana
y alboroto de los teros.
Milonga de los luceros
que al alba le hacen cosquillas,
corral con muchas varillas,
chiquero en forma de brete,
espera de la gran siete
y mover de carretillas.
Un apellido importao
que puede ser Errecalde
y entre la espuma de un balde
dos chorros que se han clavao.
Un palo que se ha estirao
como un brazo colosal
que de puro servicial
sostiene en alto un farol,
que es como gota de sol
que alumbra todo el corral.
El ocho de una manea
que acollara dos garrones,
muchacho que a los tirones
con los terneros pelea.
Una vaca que se arquea,
un rabo que se enarbola,
banco de una pata sola
amarrao a las verijas
y tarro con dos manijas
que esperan haciendo cola.
Un toro que en un rincón
está pensando macanas ,
ternerito que con ganas
deja el brete de apurón.
Un topazo y un chupón,
un salto y una patada
la leche desparramada
y el grito de "ten vaquita"
que es una señal clarita
de que hay teta lastimada.
Sol que sale despacito
olvidando el horizonte
y dejando a un lao el monte
va buscando el infinito.
Villalonga al trotecito
con los tarros bien tapao;
gorra con pelos pegao,
una siesta, unos amargos,
sueldo corto, días largos
y almanaque sin feriao.
Repechando las penas
Desprendo unas coplas viejas
pa'darle rienda al garguero,
y mostrar el guitarrero
que en mi vida se refleja.
Si la güeya es despareja
se me hace flor y flor,
el que sale de cantor
debe conocer caminos,
porque en la güeya, los trinos
del canto, se hacen mejor.
Yo que anduve por mil rumbos
y también tracé mis güeyas,
si me alumbraron estrellas
también anduve a los tumbos.
Si no brillo, no sucumbo
y no soy de claudicar,
no soy de dejarme arrear
soy de fundirme en mi fragua,
y con manchitas de agua
no me podrán espantar.
Soy seguidor pa'la farra
medio parejo pal vino,
como el "linye" pal camino
y un loco por la guitarra.
Pal canto como chicharra
y chúcaro pal amor,
me pongo disparador
si me acorralan las quejas
y si me apuran las viejas
me les vuelvo mosquiador.
Soy como agua cristalina
de tranquilos cañadones,
aunque anduve a tropezones
por culpa de algunas chinas.
Firme como cina cina
soy como el amigo leal,
trato de ser bien cabal
pa'tomar un rumbo pienso,
y corto por el comienzo
la cosa que sale mal.
miércoles, 18 de noviembre de 2009
Hablando en criollo
Ya que me piden que cante
se han de tener que aguantar,
pues no se tartamudear
aunque otro cantor se plante.
Muchos eché por delante
en canciones de campaña,
siempre supe darme maña
cuando me largué a cantar,
y a muchos hice saltar
como sapo a la guadaña.
Les voy a seguir golpeando
hasta que me abran la puerta;
lo mismo que yegua tuerta
ando siempre desconfiando.
Pero sigo asegurando
con mi palabra campera,
con expresión altanera,
lo digo a carta cabal,
que cuando es chico el corral
se pone a enlazar cualquiera.
Ansí cortado como hacha,
ando cortando redondo,
voy nadando por lo hondo
pa'poder mostrar la hilacha.
Si la escuela de "Vizcacha"
me dejó bien enseñao
escuche atento cuñao:
ande hay un peligro sumo,
vale más hacerse humo
que quedar como finao.
Si quieren más claridad,
hay que dir echándole agua,
pues no se hizo la fragua
que ha de fundir mi ansiedad.
Si mi personalidad
marca mi rol sin doblez,
afirmo así sin revés
con acento soberano,
que pa'hacerse algo baquiano
hay que perderse una vez.
Como pistola e'bolsillo
voy siempre bien preparao,
y ando medio agazapao
pa'mantenerme con brillo.
"Aunque soy medio sencillo"
pa'hacer mi presentación,
verán que mi corazón
tiene un machazo capricho,
y lo que está dicho es dicho
y me aguanto el chapuzón.
Don Alejo Aldao y su azulejo
Era Don Alejo Aldao
un bebedor sin medida,
que se pasaba la vida
en los boliches mamao.
Caña, ginebra, guindao,
eran de su paladar,
y tanto llegó a tomar
su pobre piltrafa humana
que viendo una damajuana
entraba a trastabillar.
Siempre estaba el azulejo
como esclavo en el palenque,
un matalón que de enclenque
sólo era hueso y pellejo;
que de tan flaco y tan viejo
ni clinas le habían quedao.
Entumecido, agobiao
por la falta de sustento,
era un armazón hambriento
en un cuero retobao.
Ocasiones al montar
con el estribo no daba,
y una y otra vez erraba
hasta que podía acertar;
a veces sabía quedar
como bolsa atravesao,
el caballo acostumbrao
volvía por el sendero
llevando hasta el mesmo alero
del rancho a su amigo Aldao.
Cuentan de que el viejo Aldao
allá en sus tiempos de mozo,
tuvo un contraste amoroso
que hasta hoy lo tiene amargao;
y recuerda acongojao
la ingratitud de un querer,
los besos de una mujer
la luz de unos ojos pardos,
que clavados como cardos
los siente dentro del ser.
Y cuando el paisano Alejo
recuerda su triste drama,
el nombre infiel de una dama
surge en los labios del viejo.
Acaricia el azulejo
que es su amigo singular,
y sin poderlo evitar
por sus barbas como nieve,
se ve presurosa y leve
una lágrima rodar.
-"Mi compañero y amigo
se llama ¡Don Azulejo!
Flaco maturrango viejo
pero fiel para conmigo.
Cada cosa trae consigo
no se qué contradicción,
las hojas más verdes son
la expresión de la belleza,
pero le dan más tristeza
al viejo sauce llorón.
Mezcle amigo en la botella
caña, ginebra de todo,
porque solamente beodo
consigo olvidarme de ella.
Son los ojos de mi bella
que no me dejan en paz,
porque no puedo jamás
apartarlos de mi vida,
y mientras ella me olvida
yo siempre la quiero más.
Hoy ya soy un muerto en vida
que despacito me alejo,
al tranco de mi azulejo
en yunta con mi partida.
Ninguna esperanza anida
mi amargado corazón,
moriré en un cañadón
tirao entre los abrojos,
y velará mis despojos
mi azulejo matalón.