Sobre el campo reseco
cae un agua pausada,
que la tierra sedienta
absorbe, bebe, traga.
Bendición de los cielos
que Dios transformó en agua.
Por fin podrá el arado
romper la tierra blanda,
y dibujar sobre ella,
un trazado de rayas;
por fin, sobre los campos,
sonríe la esperanza
de futuras cosechas
y próxima abundancia.
¡Gracias a Dios, vecino;
esta agua vale plata!
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