Pa decirles francamente,
el nombre no viene al caso,
allá todos lo conocen
simplemente por "don Plácido",
¡hombre que bien mereció
haberse llamado "don Santo"!
De haber nacido mujer
hubiera sido pa escándalo
y su nombre rodaría
hecho vergüenza en el pago,
todo, porque no sabía
negar favores, don Plácido.
Cuando heredó "El Espinillo"
-de esto ya hacen muchos años-
lo primerito que hizo
jué cambiarle el nombre áspero
y ponerle "La Querencia"
- nombre que está convidando-
y que después los linyeras
se encargaron de llevarlo
pa que todo el mundo sepa
lo gaucho que era don Plácido.
Cuando sus tres chacareros
se atrasaban en el pago
-porque a veces la cosecha
la sabe llevar el diablo-,
por no mandar desalojos,
ni andar con jueces ni embargos,
les regalaba semilla
pa que siguieran sembrando.
Eso sí, tiene un defecto
que no hay forma de curarlo:
nunca permitió que naides
juera a pedirle una mano.
Cuando los veía venir
ya los estaba sobrando;
y así cmo algunos otros
se le agachan pa cuerpiarlos,
él se ofertaba solito
pa evitarles un mal trago,
calculando que el pedir
debe ser muy, ¡muy amargo!
Prestó firmas a granel,
y dio más plata que el Banco,
sin pedir un documento;
ya que a juicio de don Plácido
"eso es mostrar desconfianza"
y es por lo tanto un agravio
que lastima la amistad,
"que no cuadra entre dos gauchos
y como no habían papeles
que recuerden lo adeudado...
la mayor parte de aquellos
amigos se jué olvidando.
Pero don Plácido mismo
se encargó de disculparlos,
diciendo "que de vergüenza,
al no cumplir, se alejaron".
Y ahora, el pobre quedó solo.
Vive apenas. ¡Rajuñando
pa llevar con dignidad
lo que resta de sus años!
Como nunca permitió
que naides pida una mano,
calcula que algún amigo
se ha de ofertar pa cuartiarlo.
¡Y no sabe que con él
se acaba el último gaucho!
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