Dijo: “-Vengo de pasada,
viajando con mi tropiya
y vi en el pajal que oriya
un potro entre la manada,
lo comparé por su alzada
y es como los míos, su taya,
por tener tan linda laya,
y de mis pingos el pelo,
si me lo vendiera, agüelo,
¡lo yevo cuando me vaya!
Le diré lo que me apura
a entablar estos baguales,
y que sean los animales,
pelo, caja y mesma altura;
que no pierdan la gordura,
verá si vale la pena
el afán que me encadena
lo mesmo que un relicario:
de dir pa’l aniversario
del Pago de Magdalena!”
Y el viejo aquel… que domara
crudos, penas y alegrías
en desiguales porfías
nadie lo vio que aflojara,
nadie lo vio que quedara
de pie, solo o resignao;
jamás hubiera dejao
por el gran honor campero
que le yeve un forastero
el potro más codiciao.
Pero un lazo fue tormenta,
ayá en el viejo corral,
y en la yapa, un animal,
entre una nube se asienta;
en la polvadera lenta
…solo resplandece un briyo,
es el gesto de un caudiyo,
gesto fiel de nuestra raza,
¡gesto como una mordaza
que no la corta un cuchiyo!
“-¡No eche mano al tirador!
ni pregunte cuánto vale,
lo que de mi pecho sale
¡jamás tendrá comprador!
Veo que’s entablador
y prolijo en el manejo,
déjeme sentir, ¡canejo!
al fin una, maraviya…
al desfilar su tropiya
con un potro de’ste viejo”.
Se le nubló la mirada
y respondió conmovido…
“-Será el pingo preferido
en mi tropiya entablada,
volveré en otra alborada…”
-dijo ya sobre el recao-,
y un tañido emocionao
se fue enancao a su estampa,
yevando el lobuno pampa
que’l viejo le ha regalao!
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