¡Viejo poncho! te han cribao
de tiempo, los rebencazos,
como si fueran lonjazos
en un lomo de reservao,
pero vos seguís plantao
y no te sacan ni a cincha
porque cuando el viento tincha,
tendiendo tu trabazón;
sentís a la tradición
como un bagual que relincha.
¡Cuántas veces poncho mío
en tiempo inclemente y duro,
me sacaste del apuro
amparándome del frío!
Y cuando el cielo bravío
corcoveaba en refucilos,
con la trama de tus hilos
cerrada en trenza machaza;
eras como una coraza
que mella todos los filos.
Cuando te llevaba envuelto
como culebra en el brazo,
paraste más de un hachazo
que se venía a darme el vuelto.
Y corajudo y resuelto
entraste en el entrevero.
Y en más de un avance fiero,
cuando topaste un cañón,
¡te fuiste en el borbollón
hasta taparle el aujero!
Vos eras como un consuelo
cuando al tostao frente blanca,
le acariciabas el anca
como peinándole el pelo.
Y cuando en brusco revuelo
lo chicotiabas, travieso,
él encorvaba el pescuezo
como mirando la senda;
y me iba pidiendo rienda
mientras bordaba un bostezo.
¡Poncho de mis campereadas,
mis sueños y mis recuerdos;
que cruzan dulces y lerdos
por mis horas perfumadas.
Al evocar la jornada
que compartimos los dos,
yo siento como una voz
que desde el fondo me grita:
-"¡En esta tierra bendita
mi mejor amigo, sos"!
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