miércoles, 18 de noviembre de 2009

Don Alejo Aldao y su azulejo


Era Don Alejo Aldao
un bebedor sin medida,
que se pasaba la vida
en los boliches mamao.
Caña, ginebra, guindao,
eran de su paladar,
y tanto llegó a tomar
su pobre piltrafa humana
que viendo una damajuana
entraba a trastabillar.

Siempre estaba el azulejo
como esclavo en el palenque,
un matalón que de enclenque
sólo era hueso y pellejo;
que de tan flaco y tan viejo
ni clinas le habían quedao.
Entumecido, agobiao
por la falta de sustento,
era un armazón hambriento
en un cuero retobao.

Ocasiones al montar
con el estribo no daba,
y una y otra vez erraba
hasta que podía acertar;
a veces sabía quedar
como bolsa atravesao,
el caballo acostumbrao
volvía por el sendero
llevando hasta el mesmo alero
del rancho a su amigo Aldao.

Cuentan de que el viejo Aldao
allá en sus tiempos de mozo,
tuvo un contraste amoroso
que hasta hoy lo tiene amargao;
y recuerda acongojao
la ingratitud de un querer,
los besos de una mujer
la luz de unos ojos pardos,
que clavados como cardos
los siente dentro del ser.

Y cuando el paisano Alejo
recuerda su triste drama,
el nombre infiel de una dama
surge en los labios del viejo.
Acaricia el azulejo
que es su amigo singular,
y sin poderlo evitar
por sus barbas como nieve,
se ve presurosa y leve
una lágrima rodar.

-"Mi compañero y amigo
se llama ¡Don Azulejo!
Flaco maturrango viejo
pero fiel para conmigo.
Cada cosa trae consigo
no se qué contradicción,
las hojas más verdes son
la expresión de la belleza,
pero le dan más tristeza
al viejo sauce llorón.

Mezcle amigo en la botella
caña, ginebra de todo,
porque solamente beodo
consigo olvidarme de ella.
Son los ojos de mi bella
que no me dejan en paz,
porque no puedo jamás
apartarlos de mi vida,
y mientras ella me olvida
yo siempre la quiero más.

Hoy ya soy un muerto en vida
que despacito me alejo,
al tranco de mi azulejo
en yunta con mi partida.
Ninguna esperanza anida
mi amargado corazón,
moriré en un cañadón
tirao entre los abrojos,
y velará mis despojos
mi azulejo matalón.





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