"Con la cosa de la guerra
andan matreros los cobres.
¡Se van a morir de pobres
los paisanos de esta tierra!"
En una ocasión muy perra
así cantó aquél cantor
que cantando con primor
rindió a la patria el tributo
del fausto criollo, ese fruto
de la más preciada flor.
Señores, la gente está
aplastada de tan corta.
Falta de esperanza aborta
toda buena voluntá.
Se ve andar de aquí pa allá
en el campo al paisanaje,
en la ciudá al jilaifaje,
¡y hasta a la mujer, al cabo!
Hoy todos buscan conchabo,
pero sin ningún coraje.
En este trance tan fiero
hasta Anchorena dispara.
¡Feaza tiene la cara
Buenos Aires sin dinero!
¡Intendente majadero!
Quiso la ciudá tajiar
pa alegrarla y ventilar
con calles tuertas... y ¡de ande!
¡Coco chico, oreja grande,
hombre puro bulevar!
Deja la ciudá mistonga
y aujeriada en la barriga.
No habrá quien cortando siga
ni quien un centavo ponga.
De áhi que también se proponga
dejar todo sueldo mocho
la comisión que en sancocho
pone la pitanza anual,
cosa que hace muy formal
entre su te y su bizcocho.
Tierra adentro es algo triste
como las cosas están.
De Entre Ríos a San Juan,
tan sólo miseria existe.
Ya la razón se resiste
a crer sean tan siniestros
los percances que a los nuestros
da la suerte en sus reveses.
¡Por allá hasta quince meses
van debiendo a los maestros!
Cuando subió Laurencena,
al gobierno provincial,
halló por todo caudal
el dinero pa una cena.
En otra provincia suena
una especie de desliz.
Alguien pensó: -es infeliz
entre el enorme entrevero,
dejar que pueda el dinero
ir haciéndose perdiz.
Y pal sastre lo guardó,
no pa otra cosa maldita
porque una vez su levita
por vieja se criticó.
Fué cuando lo visitó
Roque Sáenz Peña, el finao.
Desde entonces ha porfiao
en vestir en forma grata.
Y es por eso que la plata
se le ha como aquerenciao.
Eso es lindo tan siquiera,
pues debe un gobernador
por donoso y por pintor
anunciar la primavera.
Él nunca se desespera,
y su figura cantora
ha de llevar sin demora
a veraniar, y al contrario
otros tendrán por balneario
la fuente de Lola Mora.
Los cobres andan matreros
huyendo de los cristianos.
Muy pocos son los ufanos,
y éstos no son verdaderos.
Todos se ven tan fuleros
que ya ninguno se indina.
Sólo la patria Argentina
al mando de Victorino,
le llora al Poder Divino
pa que l'eche una propina.
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