jueves, 26 de mayo de 2011

Concencia


¡Vaya la pregunta que se te ha ocurrido!
Le he buscao la güelta,
y por más que quiero darle a mi palabra
la forma acertada pa que vos la entiendas
no le hayo la punta; y hasta me parece
qu'estoy enredando mi mesma madeja.
¿De ande se te ocurre, muchacho del diablo,
venirme con ésas,
y a boca de jarro pedir que te esplique
qu'es eso qu'el hombre llama su concencia?
Pondremos pal caso, qu'es un policía
que paso tras paso te sigue la güeya
y a quien es al ñudo mezquinarle el cuerpo
o escurrirle el bulto pa que no te vea,
porque te vigila desde adentro mesmo
y sabe las cosas cuando uno las piensa.
¿Que cómo procede? No sabría decirte.
Ricuerdo una güelta
que mi taba andaba tan atravesada
que ni de limosna m'echaba una güena,
y era tanta el hambre, que desesperado
crucé un alambrado y enlacé una oveja.
Mi concencia vido que saqué el cuchillo
pa carniar la ajena,
y en vez de gritarme pa evitar que lo haga
se hizo la distráida... como que no véia.
Engolosinado, quise alzarme el cuero
pa comprar los vicios con lo que me dieran,
cuando de repente me cruzó un guascazo
y me dijo: "¡Epa!,
el hambre es el hambre y los vicios, vicios.
El cuero lo deja.
¡Y bien a la vista sobre el alambrado,
pa'qu'el dueño sepa
que usté no es un bicho ladrón o dañino,
sino qu'es un criollo que lo hizo a la juerza!".
Y güeno, muchacho, ya estás enterado.
Así es la concencia:
te sigue los pasos mesmo que tu sombra
y anda misturada junto a tus ideas.
Por ahi te da soga pa verte el galope
y por ahi te pega un tirón de las riendas.
¡Cuanto más amiga, menos te perdona;
cuanto más te cruza, tanto más te aprecia!
Sólo en ocasiones se hace la distráida,
como aquella tarde que carnié la ajena...

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