Apenas el aguacero
sujetó, como de intento,
a los ponchazos el viento
dentró a'lborotar los teros.
Se hacía astillas un hornero
contrapunteando a mi "giro"
y yo pa'darle un respiro
desensiyé el cimarrón,
y enderecé pa'l galpón
con ganas de hacerle un tiro.
Es que últimamente estaba,
el pobre tan descuidao
que sólo cabía el recao
que era el único que usaba,
al tiempo que me zafaba
con una expresión campera;
empecé a tirar pa'fuera
cosas de cualquier calaña
que tenían más telaraña
que letrina de tapera.
Y entraron a aparecer,
por cada bolsa que abría,
cosas que ni yo sabía
que allí las podía tener.
Como una que sin querer
me llenaron de contento,
cuando de cuero arapiento
pero ni un cachito rotas
me encontré aquél par de botas
que usé pa'mi casamiento.
Ahi nomás las repasé
con restos de un trapo viejo,
y quedaron como espejo
ni bien las embetuné.
De un viaje me las calcé,
como ese día que no olvido,
cuando después de cumplido
el sermón de ser su dueño
en un malambo sureño
le emponderé su vestido.
Hoy me parece que veo
en mis botas reflejadas,
su cara de enamorada
escondiendo un lagrimeo.
Y al compás del sarandeo
regularon en mis patas,
mientras también se retrata
en el cristal de su brillo
le hacían un coro de grillos
mis dos espuelas de plata.
Hoy que ese tiempo dichoso
retornó con alegría,
por éstas cacharpas mías
que lucí tan orgulloso,
le pido a Dios poderoso
que nuestro existir maneja,
aplique su ley pareja
y antes de apagar mis bríos,
pueda ver un hijo mío
luciendo mis botas viejas.
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