Al pie de una cruz de palo
donde no hay ni una flor seca,
se han arrodiyao dos criollos:
se persignan y se alejan
tomando distinto rumbo...
Hasta que la polvareda,
que se levantó a mirarlos,
al no verlos más...se acuesta.
A según cuenta el que sabe,
bajo esa cruz de madera
está enterrada la causa
que los junta y los aleja.
Ella jué una linda moza
de ojazos y trenzas negras;
de cuerpo pa dir con guía
y no perderse en sus sierras
y no enredarse en sus brazos
qu'eran misturao con yedra
y no besarla en la boca;
qu'era firmar la sentencia.
Ellos; dos criollos, hermanos;
sin más amor que la vieja
que los créiba dos gurises;
y ellos: siempre a complacerla,
a quién le daba más mimos
o a quién sabía más quererla.
Pero apareció Mandinga
de ojazos y trenzas negras
y pialó a los dos hermanos.
Ellos, dejaron la vieja
abriéndola campo al odio
y estaquiando a la concencia.
Ella jugó con los dos.
Hasta que llegó una güelta
que los dos se dispusieron
perder la vida por ella.
Y llegaron junto al rancho
alocaos, a toda rienda;
y dispuestos a matarse
echaron los dos pie a tierra.
-"¡Por sus ojos!..." dijo uno
y su facón fue una flecha;
y el otro parando el golpe
gritó:-"¡Por sus trenzas negras!"
Mas hay algo tan extraño
en tan extraña contienda...
Los cuchillos sin buscarse
en cada amago se encuentran.
¡Es serenata de muerte
qu'están cantando por ella!
Y ella responde al llamao.
En cuanto asoma a la puerta,
un grito; rueda en los campos
que repercute en las sierras.
Es un grito de dolor;
un grito de madre y hembra.
Un grito desesperao
de mujer que se despierta
cuando ya, su cuerpo es vaina
de dos cuchillos, que ella
hizo poner frente a frente
tal vez por su mala estrella.
Y al cumplirse cada año;
bajo esa cruz de madera
se arrodillan dos paisanos,
se persignan y se alejan
tomando distinto rumbo.
Hasta que la polvareda
que se levantó a mirarlos,
al no verlos más, se acuesta.
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