viernes, 22 de octubre de 2010

Trabuco

(Foto: Colección Rosatto)
Trabuco: cuando en los días bravos
iban abriendo pampa las guerrillas,
la flor enorme de tu fogonazo
adornó las noches de las pulperías...

Trabuco naranjero:
cargado de galopes
cuántas veces tu dueño,
envainando sus ansias en auroras y soles,
salió a matreriarla campo adentro
y a tajear horizontes...

Trabuco naranjero:
en las revoluciones,
a tu varón lo despidieron
entre un largo suspirar de amores,
un revolear de ponchos aromados de besos
y una angustia anhelante de canciones...

Y allá iban,
vos, el potro, la lanza y el varón.
Embanderando el viento con divisas.
Y un afán de pelea, chúcaro y redomón...

Abajo, el parejero
hambriento de distancias.
Arriba, en los labios de él, un verso
hecho flor de añoranzas,
y vos, dispuesto
a jugarte también en la patriada,
por machazo y por bueno,
ibas rociando los amaneceres con descargas.
Más arriba, el reguero
de estrellas en la Vía Láctea.
Adelante, un florecer eterno
de auroras de libertad, lindas y blancas.
Y atrás, el interrogante del regreso
y el suave musitar de una plegaria...

Trabuco: y allá iban,
como un gaucho escuadrón,
amontonando lejanías,
vos, la lanza, el potro y el varón.
Desflecando ponchos y golillas.
Y un afán de pelea, salvaje y redomón...

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