En un gajito del pino,
en que rosaba el alero
se anidaron dos horneros
que eran alegre y divino'.
Desde el hornito al molino
iban y venían volando,
siempre lo hacían cantando,
con alegría y de atropello
por eso es que al canto de ellos
tal vez me fui acostumbrando.
Pero un día que yo llegaba
del campo en el pangaré,
al hornero lo encontré
solo y que ya no cantaba;
me sorprendió de que estaba,
sobre el hornito sentado,
se ve que ni había notao
que yo había pegao la vuelta,
las plumas todas revueltas
solito, triste y callao.
Me dentro curiosidá
y me arrimé despacito,
ya vi que en el pajarito
reinaba la soledad
y que una inmensa horfandá
cubría hasta sus plumitas
era al caer la tardecita
cuando ellos vienen y van;
quien sabe qué gavilán
se la llevó a la hornerita.
Desde entonces aquél hornero
jamás lo escuché cantar;
lo sabía ver volar
con dirección al potrero.
Pienso que el pájaro entero
iba por dentro enlutao
porque se quedó callao
desde que faltó la hornera
no se si otra compañera
con el tiempo habrá buscao.
Una vez vino hasta el nido
solito llegó del monte,
como a buscar horizonte
o algún recuerdo querido.
Porque despues de un volido,
cruzó por el galponcito
y se perdió despacito
volando por la ladera,
y así se fue campo afuera
con su pena el hornerito.
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