La lluvia se hace presente
entreverao con los rayos,
inquietando los caballos
que no quieren dar el frente.
Un refucilo'e repente
ha tajiao el firmemento;
es el trágico momento
pa'mi caballo ensillao,
que del cabresto colgao
encontró un final violento.
Con el recao chamuscao
por el rayo o la centella,
quedó del fuego la huella
de surco en el campo arao.
Quieto el cencerro, callao
en la madrina asustada,
y otra nueva atropellada
de la furiosa tormenta,
me hace caer en la cuenta
que se viene la pedrada.
El poncho tendió su manto
de luto, la noche aquella,
y del cielo las estrellas
se apagaron con espanto.
Encomendao a algún Santo
haciendo cruces con sal,
se acuerdan del santoral
algunas viejas chismosas,
y piden que Santa Rosa
nos libre de todo mal.
Qué va a hacer la pobre Rosa
si ya todo se ha perdido,
y es tando el daño sufrido
por la tormenta impiadosa,
que las plantas resfalosas
quedaron amontonadas,
y del rancho, la quinchada
se fue desflecando todo
convirtiendo el agua en lodo
con las plantas destrozadas.
¡Qué tormenta, Dios piadoso!
los temporales de agosto,
cuanto hay que pagar de costo
en los campos generosos.
Los daños que son cuantiosos
han diezmao los animales,
se entierran los pastizales
inundaos en los potreros,
y hasta el año venidero
sufriremos estos males.
Tristeza en el campo herido
que no se rinde por nada,
y otra vez la tierra arada
dará el fruto merecido.
Así el hombre habrá cumplido
explotando su riqueza,
la madre naturaleza
balanceará sus favores,
deseando tiempos mejores
luchando con entereza.
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