En mis años de trovero
he tranqueado muchas huellas,
bajo noche sin estrellas
o con la luz del lucero,
llevo en mi canto campero
un concierto de zorzales,
un bufido de baguales
galopando crin al viento,
y es mi canto el suave viento
que acaricia a los trigales.
Nunca pierdo la ocasión
de templar una encordada
bajo la dulce enramada
de un viejo sauce llorón,
late fuerte el corazón
cuando mi criolla garganta,
cubre el campo con la manta
de su verso improvisao,
o el rasguido de un valseao
que ante mi rancho se planta.
Los años están haciendo
que mis manos ya cuarteadas,
no acaricien la encordada
aunque se queden sufriendo,
mis dedos están sintiendo
del tiempo su rigidez,
y aquella criolla altivez
de mis tiempos de trovero,
se ha quedado en el potrero
de mi presente vejez.
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