L’alcancía del horizonte
del sol, guarda la moneda,
la pampa en silencio queda,
el arroyo, el yano, el monte.
La noche viene de apronte,
la luna, enciende’l pabilo;
medio tristón yo cavilo
en esta creciente calma…
Para la dueña de mi alma
nació un cantar por estilo.
Cuando haya soltao el cielo
sus abejas luminosas
soñaré, mi niña hermosa,
estar besando tu pelo.
Tu ricuerdo es el pigüelo
que sostiene la rodaja
que’n cualquier lao me abaraja
p’hacharme sin compasión,
y es un potro mi ilusión
que’n cualquier tirón me abaja.
Mi recao, mudo testigo
de mi desvelo por vos,
cuántas vece’oyó mi voz
decir: “mujer, te bendigo”.
Y si dormirme consigo
al dir la aurora amagando,
mientras que viene pintando
con luces, al tranco lerdo,
siento, mi alma, que te pierdo
y me dispierto yorando.
Y cuando mate’l venao
y l’eche un taco al garguero,
ensiyo un picazo overo
que tengo redomoniao;
parece estar preparao
pa’ tranquiar hasta yevarme
donde estás, y ayí quedarme
a tu lao, igual que un preso,
y en el fogón de tus besos
los labios achicharrarme.
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