martes, 13 de marzo de 2012

Mañanita


Lo mismo que un Comandante
atento y madrugador
se viene el Astro Mayor
con el día por delante.
Se anticipaba brillante
antes que pudiera verse,
y en cuanto amagó correrse
en silencio, las estrellas,
por tímidas y por bellas
han disparao a esconderse.

Y en cuanto se deja ver
el sol radiante y altivo,
ya estoy pisando el estribo
saliendo así a recorrer.
Bien cerca, pa no perder
su espíritu pendenciero,
al cruce me sale un tero
que en torno mío volando
a los gritos, protestando,
me quiere echar del potrero.

El campo de luz cubierto
con la llegada del día
ya ha cambiao fisonomía
bajo el ancho cielo abierto.
Todito el ganao despierto
parece rendirle honores,
y a los primeros rumores
que trae la jornada nueva
ya se han ganao a la cueva
los "bichos" trasnochadores.

El zorzal, que es pico de oro,
sobre de un tala asentao
dá su silbo entusiasmao
bien estridente y sonoro.
Al testeriar de mi moro
sigo al tranco con cautela,
mientras mi vista recela
-por si se alza un avestruz-
y el sol hamaca una luz
jugando en la pontezuela.

En un lugar solitario
cerquito de una tranquera,
está yerbiando un linyera
bajo un ombú centenario.
Refleja el pobre vestuario
su poca suerte en la vida,
y al saludarlo enseguida
al hombre que anda en la mala
lo convido con un "chala"
siguiendo la recorrida.

Es lindo seguir tranquiando
con aplomo y con firmeza,
descubriendo más belleza
en lo que uno va mirando.
Y al ir el moro jugando
con la coscoja liviana
cualquier pesar se desgrana
o en ese instante se olvida,
¡como si una nueva vida
naciera en cada mañana!

(Pintura: Eleodoro Marenco)

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