Lucilo Ramón Argüello,
prisionero echao de lomo,
a juerza de ni sé como,
no me pasan a degüello.
Di un galope, y sin resuello,
me trujo mi doradillo,
soy soldao de mi caudillo,
y como buen entrerriano,
pa’ los amigos la mano,
pa’ los otros, el cuchillo.
Estando entre hombres, cavilo:
no ha de ser pa’que se asusten,
he tráido, pa’lo que gusten,
recién asentao el filo,
en sangre de rejusilo,
tengo el pecho envenenao,
y aunque ando solo,cortao
y desconozco la cancha,
el que quiera hacer pata ancha,
que se vaya haciendo a un lao.
No crean que los provoca
un zafao de nacimiento,
es que amor y sufrimiento,
me han puesto hiel en la boca.
Al que le toca, le toca,
si hay quintadas en el quinto,
soy pintor, y cuando pinto,
pinto flor en pinta brava,
y el que me pise la taba,
tendrá que tantearse el cinto.
De juro, no es de Entre Ríos
quién considere que abuso.
Dios o Mandinga me puso
como un tapial pa’ los míos.
Ranchos y campos vacidos,
va dejando el invasor
Y envenenao de dolor,
sangre pido pa’ mi lanza:
con uno que haiga, me alcanza,
pero si son más, mejor.
Se ha de quebrar mi tacuara,
antes que mi empeño ceje,
Pancho Ramírez, el jefe,
mi palabra lo declara.
Quien tenga sangre en la cara,
sabrán que cosas le obligan.
Aquí estoy pa’ que me digan,
cuántos son, y los que jueren,
los asustaos, que se queden,
y los otros, que me sigan.
No es pa’cantar la milonga,
que los convido a la fiesta.
En las patriadas como éstas,
el baile es de meta y ponga.
Si la bala nos rezonga,
duebla el valiente sus bríos,
naides sienta escalofríos,
cuando chifle la coruja,
frente al clarín, que rempuja,
gritemos: ¡Viva Entre Ríos!
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