Viejo rancho desquinchao,
tu adobe sangrando abierto,
porque te dieron por muerto
te hubo el pasto amortajado.
Como está el pobre arrumbado
ninguno ahora lo habita
y al verlo como palpita
de nostalgia y soledad
desde un poste por piedad
lo cuida una torcacita.
Al rescoldo del fogón
de la luna se adormece
y un indio viejo parece
que está evocando un malón.
Con el viento juguetón
se lo pasa entretenido
aunque a veces afligido,
porque en muchas ocasiones
la vejez de sus horcones
lo tienen muy dolorido.
Da en el pago un recorrido
y regresa en la oración,
apoyao en un bastón
de algún recuerdo querido.
Y si lo embarga seguido
profunda melancolía,
porque el alma entuavía
recuerda antiguas querellas,
toma unos sorbos de estrellas
y duerme hasta el otro día.
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