sábado, 6 de octubre de 2012

Mis parejeros

 (Pintura: Molina Campos)


Mes de Agosto, había carreras
en pagos de Pehuajó:
uno en un bayo llegó,
marca de "Las Vizcacheras".
Había ganao diez carreras,
era un potrillo afamao;
le supo ganar cortao
al gatiao de los "ingleses"
y también venció dos veces
al rosillo del Bragao.

Yo recién tenía enfrenao
a mi pingo malacara
que en la estancia "La Tacuara"
hacía poco había comprao.
Esa mañana montao
en mi flete pangaré
a la cancha me largué
del boliche "El Horizonte",
propiedá'de Eulogo Jonte
nativo de Tapalqué.

Ahi de abajo'e la enramada
cuando até mis parejeros,
vi venir a un tal Monteros
a mi encuentro con Almada,
y tras de una conversada
en la forma más campera
pa'eso de la tardecita
donde haríamos la cita
en los trecientos de afuera.

Ya pasao el medio día
después de un sabroso asao,
cabecié sobre el recao
el sueño que me invadía;
mientras el sol se corría
resbalando por la cuesta
con toda la ilusión puesta
en el flete pangaré,
a sus patas me jugué
toda mi plata en la apuesta.

Cuando a la cancha rumbiamos
entre gritos que allí oí,
"suerte" a Monteros le dí
y las manos estrechamos.
Varias partidas cerrramos
los dos con igual recelo,
hasta que al fin con anhelo
me hizo el paisano el convite,
y al ace'tarle el envite
volaba el polvo del suelo.

Los pingos se hacían astillas
al retumbo de sus patas,
se conmovían las matas
y temblaban las gramillas,
mientras de ambas orillas
vivaban el entrevero
-"¡Yo voy al bayo, aparcero!",
-"Copo, ¡voy al pangaré!",
Todos ponían su fe
a uno u otro parejero.

Los dos pingos se estiraban
con nosotros en la cruz
y como rayo de luz
las distancias devoraban.
Entre gritos que alertaban
a ambos lados de la recta,
cada uno una saeta:
ni uno grande ni uno chico,
prendidos hocico a hocico
fuimos llegando a la meta.

-"¡Pangaré!", gritó el rayero
al cruzar por la sentencia
y rodió la concurrencia
a mi dócil parejero;
ahi nomás cobré el dinero
ya mi suerte estaba echada
y allá bajo la enramada,
rodeao de un montón de gente,
vi mirándome impaciente
con gran insistencia a Almada.

-"¡Lo felicito, paisano!,
perdí unos cuantos de a cien
le ganó al bayo muy bien",
dijo estrechando su mano
y de un modo liso y llano
tal como yo sospechaba
me desafió en forma clara
porque se sentía seguro
a correrme con su oscuro
a mi zaino malacara.

La distancia era cien metros
y ahi le bajé los mandiles
mientras pelaba de a miles
aposté a los cuatro vientos.
Lo corría un tal Barrientos
al pingo de mi rival,
su dueño muy liberal
todo a su flete jugó,
prenda por prenda apostó
desde la cincha al pretal.

Y fue en el tercer intento
que el otro me aceptó el "¡Vamos!"
y en la cruz nos apilamos
haciendo silbar el viento.
Llevé al caballo de intento
sin tocarlo en la sotera
por sobre la polvadera
lo relojeaba seguro,
mas no aflojaba el oscuro
ni una cuarta tan siquiera.

Era mi zaino de laya,
de entereza de valor...
gané cómodo al fiador
cuando cruzamos la raya.
Sobre la arenosa playa
que extendía las dos sendas
le puse al flete las prendas
y entre trébol y cardales
me fui contando los reales
que gané en ambas contiendas.

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