Allá lejos y hace mucho
me contó un viejo linyera
de una gran conversación
que tuvo el río y la piedra.
Empezó el río diciendo:
-"No te opongas en mi senda,
compréndeme, voy de prisa,
¿detenerme? ¿de ande, yerba?
porque el río que no corre
tiene en su entraña: agua muerta.
A mí me espera el labriego,
el que sueña con la siembra;
sin el agua no podría
jamás hablar de cosechas.
Las plantas sin una flor
no harían la primavera,
no cantarían las aves,
todo sería tristeza.
Gracias a mí tiene el mundo
un canto sobre la tierra.
En cambio vos no sos nadie,
tan solamente molestas,
no fecundas, no produces,
y el que no viaja no llega;
no podrás hablar jamás
de los rumbos de la ausencia...
Por eso dejame libre,
apartate de mi huella...
Yo soy igual que la vida,
no puedo pegar la vuelta..."
Y partió remolineando
como si se despidiera.
"Pero antes quiero que escuches",
le dijo y entonces le habló la piedra:
-"Yo fui de aqueya montaña
un adorno de su cresta,
me designaron las nubes
ser de ese trono la reina;
a mí el viento me contó
toda su vida secreta,
yo he visto nacer el sol,
el lucero, las estrellas,
yo la tuve ahí mil veces
de cerca a la luna llena
cuando el hombre la estudiaba
para ver qué había en ella.
Cuando inventaron las alas
pa'recorrer el planeta
y después cayó la nieve
maldita y me dejó ciega.
De mi llanto derramado
nació tu primera arteria
mas después llegó un minero
en busca de mis riquezas,
me arrancó, caí a tu lecho
para que me protegieras
y aquí estoy desamparada,
soy tu madre y me desprecias..."
-"¿Porqué será la injusticia
que en todas partes se encuentra?"
dijo llorando la piedra
y dejó ésta moraleja:
¡Ojalá que nunca el hombre
éstas desgracias padezca
sufrir la prisa del río
o el silencio de la piedra!...
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