Eche una copa, pulpero;
Viá sentar el mate amargo
y en seguidita me largo
como tatú pa su aujero.
No le mezquine, aparcero,
a ese vasito culón...
Había sío este nasión,
fiero... es que yo se lo diga,
lo mesmito que una hormiga
pa la casa del patrón.
¡Si estos gringos! ¡Ni que hablar!
Pa vender, mezquinos de uña,
pero clavan... la pezuña
cuando tocan a cobrar.
A poco de negociar
y cuando usté ni se sueña,
se le atracan a la dueña
del potrerito arrendáo
y le pagan al contáo
casa y campo y monte y leña.
Y toditos son ansina;
mientras no hayan güena suegra
se arranchan con cualquier negra
que de balde les cocina.
No quieren comer gayina
porque no les hace cuenta,
pero adoban la pulenta
con pajaritos guisáos,
porque estando amontonáos
de un tiro matan cincuenta.
En lo que no son mezquinos
-se entiende pa su provecho-
es en trasegar p'al pecho
lo mejor que viene en vinos.
En eso sí, son ladinos
estos gringos apestáos;
eyos comerán guisáos,
si a mano viene, de garras;
pero ¡hijos de una! en sus farras
p'al vino son delicáos.
Ahura digamé, paisano,
¡con semejantes padriyos
han de salir los potriyos
como pa parar la mano!...
Por eso hay cada orejano
con el lomo como cerro,
que no da descanso al fierro
cuando algún patacón filia,
y degueya a una familia
sin que se escape ni el perro.
Y dispués dice la gente
que es un indio el matador...
¿Indio? Acaso po el color
al yamarle indio no miente;
pero no es dejuramente
de la indiada de mis pagos,
que si en la guerra hace estragos
y mata en propia defensa,
pa la persona indefensa
nunca tuvo sino halagos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario