-Venga p'acá mi hijo.
-Mande, tata.
-¿Qué le pasa que lo noto atribulao?
¡No me baje los ojos!
¿O es que usted mesmo sabe
que sobran motivos
pa no poder mirarme?
-No... No es eso, tata...
Pero yo no sé hasta dónde
quiere dir con sus palabras.
-Primero decirle que agachar la cabeza...
es cosa'e maulas...
-Tata... pero yo...
-Sí.... Ya sé que usted
es hombre de agayas,
si de eso precisamente
quiero hablarle...
-Mande nomás...
-¿Cuántos años hace
que a los pagos'e Dios
se jué su mama?
-Cuasi son diez, tata...
-¿Diez años?... Cha que jueron largos...
¿Y qué tiempo llevás vos
haciéndole el amor
a la Luciana?
-¡Tata!
-No se sorprienda ni agache la cabeza
ya sabe que eso es cosa 'e maulas.
¡Que me conteste le digo!
¿O se ha olvidao, que
a mí también me sobran agayas?
-Porque es mi tata...
que si no...
-¿Que si no qué?
-Nada...
-Estoy esperando que me diga...
¿Cuánto tiempo hace
que a esa pobre infeliz
la está matando?
Levante esa cara
o aura mesmo
se la cruzo de un planchazo.
Poco trabajo le costó
arrastrarla con engaños
y dispués se olvidó
que ayá arriba está
su mama... avergonzada
de usted... De usted, sí...
Canaya...
Cha que había sido
pobre e'sentimientos la herencia
e'mi sangre.
Tordo me ha salido mi hijo...
de ese rancho...
-Pero con la mirada.
-¿Y qué me dice de esto?
Luciana... Sí... La mesma...
-¿Cómo que no? Cruce la puerta.
Ahí la tiene... yéveselá si quiere,
pero como Dios lo manda
y no en el anca...
Ricuerde m'hijo que ayá arriba...
¡está su mama!
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