Nace el paisano argentino
allá en la grandiosa pampa
demostrando con su estampa
ser el más travieso y fino.
Alegre, vivaz, ladino,
de inteligente mirada;
en caso de una domada,
¡la pucha si se florea!
Por más reservao que sea
se pinta en la jineteada.
En cuanto echan al corral
una potrada machaza,
un criollo dentra y enlaza
el más arisco bagual,
otro criollo le echa un pial
pa encima poder voltearlo
y en seguida embozalarlo
y palenquearlo de paso;
y sobre el pucho, amigazo,
lo ensilla para domarlo.
Al saltarlo el domador
larga una criolla indirecta;
mientras otro lo sujeta
de una oreja y el fiador.
¡Aijuna, es un primor
cuando el bagual siente el peso!
Se hace el chiquito y en eso
el criollo le da un chirlazo,
¡Pucha digo si es lindazo
ver domar según me expreso!
El bagual se encoje en vano
y bellaquea con destreza,
escondiendo la cabeza,
por entre medio'e las manos.
Entonces, vienen paisanos
cómo se empieza a hamacar,
mientras le dentra a buscar
el domador las paletas,
y las espuelas le aprieta
castigando sin cesar.
Y después que ha corcoviao,
toma el campo disparando;
el que lo va apadrinando
no se aparta del costao.
En fin, ya el potro cansao,
solito se va entregando;
y él se lo trae tironeando
a dos manos de la boca;
pues como maestro le toca
irlo desde ya enseñando.
Después de esta acción florida
que todo un prodigio encierra,
echa el domador pie a tierra
en el sitio a la salida.
Lo rodean con ardor;
allí todos en seguida
y le brindan con fervor
el aplauso más genuino;
ese es el gaucho argentino
güen criollo y güen domador.
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