Hay quien entona por lujo,
clara la voz y el acento;
pero dice el argumento
sin transmitir lo que canta,
porque no está en la garganta
la hondura del sentimiento.
Cantar es decir la vida
con la música mejor,
integrándose el cantor
a la ruda lucha diaria,
como chispa solidaria
que hace saltar al rigor.
Es buscarse pecho adentro
en humana comprensión,
iluminar la canción
con el sol de la confianza
y hacia un tiempo de esperanza
levantar el corazón.
El que canta porque sí,
canta lo que le conviene,
y cantando se entretiene
sus virtudes exponiendo,
pero el que canta sintiendo
muestra la hondura que tiene.
Yo lo escuché en los fogones
y en el galpón lo viví,
y cuando al cantor le oí
cantar su nostalgia oscura,
a su eterna desventura
como propia la sentí.
Quien pierde lo que no sabe
ingora lo que ha perdido
y el que su canto ha vendido
finge llorar por su idea,
lo hace para que lo vean
llorar lo que no ha sentido.
El que expone sus razones
interpretando la vida,
habrá de dejar prendida
su copla como raíz,
y hará de la cicatriz
la memoria de su herida.
Cantar es cuestión de ver
más allá de la apariencia,
cavando en la oscura esencia
donde germina el quebranto,
para que se moje el canto
con la luz de la conciencia.
El canto no es solo canto,
vale por su contenido,
el que en verdad no ha sufrido
mal puede hablar de aflicción,
llena el alma la canción
del que canta lo vivido.
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