Desde tiempos ancestrales
hasta llegar la epopeya,
fuiste marcando una huella
de recuerdos inmortales.
En los meses estivales
como en el invierno crudo,
con ese atuendo tan rudo
que hizo a tu hábito y costumbre,
con ese color herrumbre,
tostado, recio y morrudo.
Tu valor y tu destreza,
tu acertada puntería,
fueron en la cacería
como un ritual de certeza.
La propia naturaleza
te hizo potente y genuino.
Todo el campo tu camino,
todo el cielo tu sendero.
La Cruz del Sur y el lucero
dieron rumbo a tu destino.
Si habrás sufrido inclemencia
desde tu choza enclavada
entre el cerro y la quebrada
con indigente prudencia.
Muy neutra la consistencia,
reducida y desafiante,
tan sometida y constante
como el nido del hornero,
pero valiente al pampero,
mezcla de fuerza y aguante.
Diestro y gran dominador
de las fieras y sus mañas,
en tiempos que era una hazaña
por ser bien conocedor.
Si habrás regado sudor
para poder subsistir.
Aprendiste a vivir
a fuerza de sacrificio,
sin tener rito ni oficio,
predestinado a sufrir.
Antecesor de esta tierra,
hoy ya casi una leyenda,
como una historia de ofrenda
que anda del monte a la sierra.
Todo nuestro ayer encierra
un horizonte de ausencia.
Pero si en nuestra conciencia
vive el recuerdo de entonces,
en los libros y en los bronces
mantendremos tu presencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario