Más de uno me ha creído muerto
y ansí lo habrá festejao,
creyéndome sepultao
en medio de los desiertos.
Pudo ser; pero lo cierto
es que andando por la vida,
en esas atardecidas
llenitas de soledad,
a naide le ha de faltar
una estrellita prendida.
Ninguno debe pensar
que vengo en son de revancha;
no es mi culpa si en la cancha
tengo con qué galopear.
El que me quiera ganar
ha'i tener buen parejero.
Yo me quitaré el sombrero
porque ansí me han enseñao,
y me doy por bien pagao
dentrando atrás del primero.
Cada uno larga su acento
según la pasión encierra.
El árbol nace en la tierra
pero es hermano del viento.
Las cosas del sentimiento
las va ordenando la vida.
Y en mi lejana guarida
rodeao por la adversidad,
yo me sabía consolar
con mi guitarra querida.
¡Pobre de aquél que cegado
por la dicha del presente,
se acuerda tan malamente
de los que ayer han luchado!
Errar, muchos han errado
porque es ley no superada.
La vida no nos da nada;
presta a interés usurario,
y el que piense lo contrario
verá su dicha embargada.
A Cristo lo condenaron
sin escucharlo siquiera,
y una corona espinera
sobre su frente fijaron.
Al madero lo clavaron
y lo lancearon también.
Se burlaron del edén
de virtudes prometidas,
por aquél que dió su vida
para iluminar el bien.
Empujao por el destino
también yo abrazo un madero.
Crucificado trovero
voy yendo por los caminos.
Mis cantos de peregrino
no son salmos ni sermones;
sino sencillas canciones
de la tierra en que nací.
¡Lucesitas que prendí
pa' alumbrar los corazones!
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