El gaucho no aró. Tropiaba,
jué carrero o domador;
obligáo jué zanjiador
y alguna cerca alineaba.
En las estancias pionaba
huyendo a la sementera,
pues arar pa’l gaucho era
una tremenda bajeza.
Sólo dobláo de pobreza
jué a apoyars’en la mancera.
Y aró mal, con camellones,
pues crecieron sus maizales
a la par de los yuyales
entr’espinas y terrones.
Lo alzaban los pericones,
carreras, monte, tabiada.
Por oir una payada
dejó un surco sin sembrar,
una melga sin cerrar
y una parva destapada.
Si la carne le faltó
(cebáo a carn’ende chico)
tomó “jarabe de pico”,
comió mal o no comió;
todo aquel gaucho que aró
tuvo más chala que “naco”,
cada güey era un guanaco
aburrido en el potrero,
tuvo gordo el parejero
pero carnió el chancho flaco.
Creyó siempre en luces malas,
en brujas y hechicerías,
lo atráiban las pulperías
como a palomas los talas;
Prefería las “bagualas”
a la cárcel, si peliaba.
Moría como mataba
como si a una ley cediera,
y aunque querencia tuviera
el trillo lo aquerenciaba.
Cuando su palabra dio
con un sí, sin más ni más,
no dio nunca un paso atrás
y a’nde quiera la cumplió.
Gauchada nunca negó,
y con ríos desbordáos
por un remedio encargáo
cruzó sin mirar distancias,
los campos de diez estancias,
a cualquier lomo horquetáo.
Como lo atrajo una farra
lo ahuyentó la sementera.
Jué corta la noch’entera
pa’escuchar una guitarra.
Pero su temple y su garra
lo mostró en los entreveros,
cobrando solo en el cuero
tatuajes, cribos y ojales,
a bola y lanza, en baguales
parecidos al pampero.
Muy duro castigador,
por bruto y por ignorante,
jué tan cruel con un infante
como tierno en el amor.
Créiba que con el rigor
el respeto se ganaba,
y sin piedad castigaba
como a él lo castigaron
los que a la vida lo echaron
pa’qu’el mundo lo enseñara…
Jué prolijo pa’ensillar,
presumido pa’vestir;
no pensó en su porvenir,
pero se esmeró en tuzar.
Le supo el cort’encontrar
a un cogote mal formáo,
y ya una vez ensilláo
por feo qu’el pingo sea
de pata dura pasea
y sabe llevarlo “armáo”.
Su amistá no tuvo igual,
por un amigo pelió,
en los montes matrerió
andando por pior en mal;
ni el trigr’en el malezal
jué tan temido y feroz.
Cuando en el nombre de Dios
vengó a facón un ultraje
se transformaba en salvaje
y jué su venganza atroz.
¿Quien no sabe que también
existió el gaucho que aró,
que sólo obligáo pelió
y anduvo trillos de bien,
que jué ejemplo y jué sostén
de su familia; arraigáo
a un poco de campo aráo
enlutando el verde llano?
…y jué gaucho, lazo en mano
o sobre un potro horquetáo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario