(Foto: Eduardo Amorim)
Matando caballos
al rancho se vino
Silveria. A la madre
temblando le dijo
algunas palabras
juntito al oído.
-"No es nada. No es nada"-
la madre le previno,
y hablóle a la niña
bajito, bajito.
Cosas de mujeres
jué lo sucedido...
Que naide lo sepa,
¡Dios mío! ¡Dios mío!
Al día siguiente
la madre le dijo:
-"Ocultá esas carnes,
lávate el hocico,
péinate esas mechas,
ajusta el corpiño...
pues ya eres mocita
pa ese desaliño...
Y es güeno que tengas
un poco de juicio.
No vayas al monte,
no vayas al río...
Quédate en el rancho,
quédate conmigo,
pues debes cuidarte
de muchos peligros...
Si de mí te alejas,
quién sabe... ¡Dios mío!
II
¡Se le cayó el cielo
al pobre Remigio!
De una tarde pa otra,
sin darle motivo
alguno, Silveria
lo dejó solito
cuidando los bueyes
allá por el río,
allá por el monte,
solito, solito...
Cual cuerpo sin alma,
de tan abatido,
el pobre quedóse
con lo sucedido.
La ingrata... La ingrata...
¡Quién lo hubiera dicho!
Ya va pa dos meses
que lo echó en olvido!
III
Un cuerpo sin alma
parece Remigio.
No ríe; no canta;
ni silba bajito,
como antes silbaba
aquél dulce estilo
que luego rodaba
por el monte y el río.
¿No recuerda acaso
que un día le dijo:
-"Pa siempre seremos
muy fieles amigos?"-
Mentiras... Mentiras...
¡Mentiras han sido!
¡Ya van pa dos meses
que lo echó en olvido!
(Dibujo: Molina Campos)
CRÉDITO
Hace 2 días
No hay comentarios:
Publicar un comentario