“Cañadón de las Horquetas”,
perfumado de tomillos
donde mi flete rosillo
aparté de una manada,
están tus huellas taladas
de tanto pasar baguales,
por entre los jarillales
que perfuman tus isletas
pasó la presencia inquieta
de zorreros y mensuales.
Vos me sacaste las ganas
de galopeador sin yel.
Los dos juntos, con Javier,
te anduvimos la distancia;
y al recordar la elegancia
del galope del rosillo
iba encendiendo los grillos
en la coscoja del freno,
y a este bardino sereno
le diste tu mejor brillo.
Cañadón donde las vacas
de Carpio Suárez, guampudas
me hicieron poner en duda
lo eficaz de las rodajas,
si cuando en la región baja,
me lo rayaron al pingo,
cañadón, ¡chá… qué era lindo!
correr sobre tu lomillo!...
Y después junto a los grillos
ir quedándome dormido.
Pero desperté del sueño,
presagio de mi destino,
coscoja de los bardinos
que les multiplica el canto,
águila de pecho blanco
que anida en esa región
y al rejuntar la emoción
de cantarle a mi querencia
el fruto de mi experiencia
canta por vos, cañadón.
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