Como el sueño intranquilo, fatigoso;
como la noche que se pasa en vela;
como el golpear de un pensamiento en l'hondo;
como el arder la brasa de una pena..
Tuito lo que nos toca un poco juerte,
nos pinta en la expresión alguna seña.
Hasta la mesma duda -que no es nada-
en lo perdido de mirar se muestra.
Se engañarán los hombres con los hombres
cuando en silencio la verdá se encierra;
cuando las vistas el encuentro esquivan
cuando el semblante, el sentimiento niega.
Pero el güen perro no confunde nunca,
por más que el hombre su sentir escuenda
y parece que sabe, hasta los sueños
que un rastro'e sombras, ocasiones deja...
Uno sale alunáo, y ni lo mira
el no le hace ni fiestas,
y lo deja pasar como sin verlo;
pero muy fijo dende atrás lo oserva.
Y sigue despacito, a la distancia
por que nos vido arrugas en las cejas
o la nieblina del mirar confuso
que hay en las vistas del que sufre o piensa.
Y dende lejos, siempre
nos mira, nos compriende y no se acerca,
enfrenando sus propias alegrías
pa no venirnos a estorbar con ellas.
Y de mientras el hombre, va calmoso,
repriesentando que el pensar le pesa,
el contiene sus ímpetus y marchan
como llevando entre los dos, la idea.
Cuando la voluntá, guapeando en l'alma,
l´último chirlo al corazón le pega
y la tristeza se arrincona o juye
y al hombre güelve la expresión serena,
el perro ya sin miramientos corre,
pecha y pasa rozándole las piernas,
y ladrando y riyéndose a su modo,
ni caso le hace aunque le grite: "juera"...
Por que la voz y el ademán, se ablandan;
le descubren que el hombre, no lo echa,
y él se finge peleando y lo acomete
y lo abraza y le gruñe y forcejea
y compriende que el hombre finge
cuando castiga con la mano suelta;
y él le muerde la mano y es caricia
de aquella boca que mordiendo tiembla...
Uno gÜelve a gritarle, lo amenaza;
él hace que nos teme y nos cuerpea;
de pronto se nos viene con juria,
pero áhi no más se clava y asujeta
en ademán de provocar, se agacha
con las manos abiertas;
con la mirada llena'e picardía
y haciendo amagos, un instante queda
como buscando claro pa dentrarnos;
hasta que salta y llega
y repriesenta que le hicieran gracia
las señales que deja.
Y la pelea sigue hasta que el hombre
vencido se le entrega,
y se deja abrazar sin resistirse,
mientras los costillares le palmea.
Cuando el perro se larga
en el sosiego con que va, demuestra,
ese descanso del que quiere y logra,
con mucho esjuerzo, alguna cosa güena...
Dispués siguen los dos. Él se adelanta
y se para y espera;
a cada rato nos oserva un poco
como temiendo que las sombras güelvan.
Por áhi se aburre el hombre y en un tronco
al descuido se sienta;
echa mano al tabaco y sin buscarlas
con las vistas del perro se trompieza
y el animal, con su mirada fija
y güenaza y serena,
nos ve sacar la chupa, las hojillas,
y liar... encender... guardar la yesca...
A las primeras bocanadas de humo
sobre un muslo nos pone la cabeza
y su ademán parece que nos dice:
... "Ya lo sé compañero... No se escuenda"...
Y nuestra mano se nos va, solita
y al perro acaricea...
y el cigarro olvidáo, se nos apaga...
y el brazo quieto, sobre el perro queda!...
Julio 22 de 1931
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