Rodiado de un mar de gente,
sobre las piegras y pastos
pusieron ponchos y bastos
pa escuchar con atención,
y haciendo Jesús el gasto
ansí habló de corazón…
“Dichosos todos los pobres
porque ganarán el cielo.
Dichosos en este suelo
los que son mansos ahora.
Dichosos son los que lloran
porque tendrán su consuelo”.
“Dichosos son los que tienen
hambre y sé de la justicia,
porque serán sin noticia
saciados por el Señor.
Dichosos los sin malicia
porque ellos verán su amor”.
“Dichosos son los pacíficos
porque hallarán la concordia.
Dichosos si en las discordias
perdonan de corazón,
porque por esta razón
lograrán misericordia”.
“Dichosos los perseguidos
por causa de la verdá.
Dichosos sin igualdá
los que sufren por mi nombre,
porque entonces daré al hombre
el amor de mi amistá”.
“¡Guay de los muy divertidos!,
porque llorarán de susto.
¡Guay de los hartos de gustos!,
porque tendrán hambre aciaga.
¡Guay de los ricos injustos!,
porque ya cobran su paga”.
Jesús nos dió su proclama
con este grito de guerra;
nos dió la chispa que encierra
todo su amor en sumario,
pa empezar el necesario
incendio sobre la tierra.
El Señor no jué con gueltas
y dijo las cosas claras,
pa que naides se engañara
en este mundo falsario,
que justamente declara
la dicha de lo contrario.
Porque las sendas de Dios
no son las sendas del hombre;
por eso naides se asombre
que hable de forma contraria,
pues solo Dios sabe el nombre
de las cosas necesarias.
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