1
Al ver los que obran el mal
no hay que ponerse a envidiarlos;
que pronto doblan las puntas
como el pasto que es cortado.
Metan en Dios su confianza
y hagan el bien sin cansancio;
pongan en Él su alegría
que no sabrá defraudarlos.
2
Fiate en su rastrillada,
no busqués abandonarlo,
que hará brillar tu justicia
como fogón en el campo.
Esperá, rumiá en silencio,
no te indignés, al contrario,
por cualquier hombre que triunfa
con la astucia y el engaño.
3
Enfrená tus sentimientos
y no querás imitarlos,
porque esa gente no dura
como dura el que ha confiado.
Un poco y otro poquito
y no queda ni su rastro,
pero en cambio los humildes
tendrán la paz en su rancho.
4
El que es malvado tramolla
y se la pasa envidiando,
pero el Señor le hace burla
porque lo tiene calado.
Pelan los sables y amagan
como que van a ensartarlos,
y terminan ellos mismos
por verse muy mal parados.
5
Mejor es ser pobre y bueno
que ser rico y ser malvado;
porque la plata se acaba
y la honradez dura, en cambio.
El Señor cuida a los suyos
y su herencia les ha dado;
nunca van a pasar hambre
ni serán avergonzados.
Los incordiosos perecen
su raza no ha de durar,
son como llamas de hornalla
que en humo van a parar.
6
Hay quien endeuda y no paga,
pero el justo da confiado,
sabe que Dios lo bendice
y no habrá de abandonarlo.
El Señor le cuida el paso
al varón que es de su agrado,
y si llega a refalarse
le alarga pronto la mano.
7
Yo fui chango y ya soy viejo,
y con todo les garanto
que nunca he visto en la estaca
al hombre que ha sido honrado.
Cada día da con gusto
de lo poco que ha ganado
y su nombre se hace grande
y se respeta al nombrarlo.
8
No sigás la mala huella
y tendrás siempre un amparo,
porque Dios ama a los suyos
y no deja de cuidarlos.
Pero el que es reyuno de alma
verá tapera su rancho
y que la tierra que habita
será para algún extraño.
9
Habla el justo con prudencia
y su juicio es ponderado,
lleva la ley en su pecho
y no refalan sus pasos.
En cambio el que es pecador
pasa su vida acechando;
pero Dios no lo permite
que el pobre caiga en sus manos.
10
Fiate nomás en Dios
que a todos ha de salvarnos,
porque Él nos dará su herencia
cuando extirpe a los malvados.
Vide un maula muy honrado
plantado como un quebracho,
y al tiempo, cuando volví...
no quedaba ni su rastro.
11
Si querés tomar ejemplo
fijate en el que es honrado;
no mirés a los canallas
que serán exterminados.
Es Dios nuestra protección,
refugio en el desamparo
y no nos niega su ayuda
cuando en su gracia confiamos.
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