Tranco largo, balanceao,
el cuerpo echao pa adelante,
bajo un verano quemante
o sobre la cruda helada;
la california colgada
sujetada a un cinturón,
al hombro pala y pisón,
va recorriendo distancias
por los campos de una estancia,
mi amigo: el alambrador.
Lomadas, montes, lagunas,
lo vieron de madrugada,
sobre la abierta picada
distribuyendo madera
y así la jornada entera
después sigue con los rollos,
a doce pasos el hoyo,
tramo de cinco varillas,
soportando en las costillas
el cansancio pavoroso.
El estanciero orgulloso
del corral y los alambres,
y mi amigo un sueldo de hambre
por ese duro jornal.
De chico aprendió a alambrar
pa cumplir con el patrón;
a veces duerme en galpón,
a veces a campo raso
pero no baja los brazos
mi amigo: el alambrador.
La máquina de tirar,
la tenaza y el pisón,
ahi cerquita del fogón
acomoda con cuidao
y acaricia el encordao,
recordando su querencia,
su familia que en la ausencia
hace más grande su amor,
y canta viejas canciones
mi amigo: el alambrador.
No lo acobarndan los fríos
ni los soles del verano,
tiene cayosa las manos,
le duelen mucho los pies.
Tal vez venga alguna vez
quien valore su labor,
y mientras tanto al dolor
él tuvo que acostumbrarse,
hoy le canto a Santiago Arce
mi amigo: el alambrador.
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