miércoles, 20 de abril de 2011

Milonga del verano


Hacía una calor tremenda
en el campo de "El Destino"
como adorando el molino
estaba tuita la hacienda.
El tránsito de la senda
aumentó por la ladera,
y la majada en hilera
parecía entre las matas
una culebra con patas
que venía a la polvadera.

Sedientos los animales
tomando agua se encharcaban
y las flores se volaban
en los resecos cardales.
Galopiaban los trigales
pa'los potreros vecinos,
ondeaba el cielo en los linos
y pasaban dando güelta
gigantes de tierra suelta
bailando por los caminos.

Tomando la fresca brisa
que corría bajo el carro,
se habían dao al despatarro
los perros muertos de risa.
Un tábano a la petisa
la mantenía despierta
y de chimangos cubierta
estaba la pobre vaca
que aunque se murió de flaca,
engordó después de muerta.

Disparando sin cesar
era el viento a la pasada,
invisible llamarada
que parecía quemar.
No se podían agarrar
de tan calientes los fierros,
por encima de los cerros
los brillazones corrían,
y ovejitas parecían
perseguidos por los perros.

Aquél día interminable
de cien pies y lagartijas,
con otras mil sabandijas
que lo hacían insoportable,
se jué haciendo saludable
después, cuando en un momento,
paró su carrera el viento
cansao de tanto soplar,
y la tarde jué a parar
a un horizonte sangriento.

Ya la pionada volvía
del fondo de los rastrojos,
y la manada de abrojos
que había rodao todo el día,
de pronto se detenía,
cuando la hacienda tranquila
se alejaba en una fila,
con la forma del camino
y entre el tanque del molino
naufragaba una cachila.

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