En un pingo escarceador,
pisando trébol y grama,
al cumpleaños de su mama
iba un gaucho payador.
Sin plata en el tirador
regalo no había comprao;
se le tendió su tostao
al cruzar un pajonal
y un zarpazo colosal
le tiró un tigre cebao.
Pegó un relincho estridente
y se le bolió el montao,
quedando el gaucho parao
con el tigre, frente a frente.
Pensó el paisano valiente:
"seré festín en los yuyos
pero soy gaucho y no huyo",
y mirando al tigre fiero
dijo: " has de cobrarme el cuero
o yo he de llevarme el tuyo".
Arrolló el poncho en el brazo
y en la derecha el facón,
sintió en el hombro un jirón
con el rigor del zarpazo,
esquivó el cuerpo y de paso
con una intuición certera,
sereno y sin más espera
a su facón como luz
lo sepultó hasta la cruz
en el cuerpo de la fiera.
Después que lo hubo cueriao
buscó a su flete querido
que respondió a su silbido
aunque estaba algo asustao.
Ya de nuevo enhorquetao
por suerte pudo llegar
y es fácil imaginar
que desde entonces su mama,
tiene cubierta su cama
con un cuero de jaguar.
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