Muchos preguntan porqué
guardo este recao sencillo,
si hace añares que no ensillo
y otros tanto que ando a pié.
Que ya no sirve, lo se,
ni pa ensillar un bichoco,
y que no tiene tampoco
ningún valor monetario,
pero pa mí es necesario
cuando otros tiempos evoco.
Más humilde que cualquiera
con sus bastos descocido,
mancdiles descolorido
y la cincha de arpillera,
los corriones y encimera
gastados de tironear,
y en su largo trajinar
nunca tuvo sobrepuesto,
por ser de un hombre modesto
que lo usó pa trabajar.
Con él ensillo, recuerdo,
desde mi lejana infancia,
en aquella vieja estancia
que en mi memoria no pierdo,
me veo al tranquito lerdo
volviendo en las recorridas,
de resero en mis salidas
o echándoselo a los potros;
donde como muchos otros
con él me gané la vida.
Compré sus pilchas de a una
y cuando lo pude armar,
en mi modesto pasar
me vi con una fortuna.
Compartió con sol y luna
mi alegría y mi dolor,
por eso que aunque sea peor
que cualquier otro recau;
ni el más lujoso emprendau
puede igualar su valor.
Cuando ya no pude echarlo
ni sobre un matungo viejo,
se me hizo más desparejo
el camino pa tranquearlo.
Entonces entré a cuidarlo
con dedicación y fe
del tiempo que se me fue
en él mis recuedos hayo,
y aunque no tengo caballo
me siento menos de a pie.
Viejo recau, compañero
de horas ariscas y mansas,
de dispersas esperanzas
y del florido sendero,
el día que ensille el mañero
pelaje oscuro tapao,
aunque a muchos ha volteao
no se achica mi coraje,
y encararé el largo viaje
sobre mi apero montao.
No hay comentarios:
Publicar un comentario