Entre caballos me he criao,
jinetear fue mi afición
y por un simple arrastrón
no iba a entregar mi recao.
En redomones he andao
por mis pagos Fortineros,
hoy al evocarlos quiero
decirles con emoción
que tengo de ese rincón
los recuerdos que más quiero.
Tuve un pingo malacara
cortito, fuerte morrudo.
el que me salió algo duro
en cuanto se calentaba.
"Bandido", yo lo llamaba,
era ligerón de abajo;
aguantador pa el trabajo
que era una barbaridad
de la cría de un tal Cerda,
un gallego acriolladazo.
Después amansé otro flete,
malo como bolsa 'e gatos;
de los pagos 'e Triunvirato,
estancia "Los Tres Bonetes".
Me tuvo mal ¡la gran siete!
en distintas ocasiones;
ponía a prueba mis talones
en cuanto me descuidaba,
de travieso bellaqueaba
hasta me asustó en ocasiones.
Una tarde algo ingrata,
por la costa de un maíz;
se levanta una perdiz
volando de entre sus patas.
Salieron mis alpargatas
flameando como banderas,
la cosa se puso fiera;
fue tan fuerte el arrastrón
que me salvó el manotón
que le tiré a la encimera.
Qué animalito ejemplar
fue una mora que amansé,
y me salió, ¡viera usted!
como para dominguear.
La solía hacer galopar
buscando que se enojara
y cuando me atravesaba,
yo me sentía satisfecho
al ver que contra de el pecho
el bocao se le mojaba.
Hoy le hablo a la juventud
que monta en las jineteadas,
para salvarse la entrada
y arruinarse la salud.
Desistan de esa actitud,
no ganan nada con eso;
van a llegar a ser viejos
lleno el cuerpo 'e machucones;
deformado los talones,
vichocos y sin un peso.
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