Lo habían traido detenido de una estancia,
donde el hombre, en cualquier cosa ponía el lomo.
Esposao y rigoreao por los milicos,
por denuncia del patrón, y el mayordomo...
Al despacho'el comesario lo metieron
a empujones, como a un toro en una manga;
y ahí quedó el hombre, arrinconao, lleno 'e vergüenza,
esperando a ese Señor, que es el que manda.
Le temblaban las manos de impotencia...
Había robao, sí señor, no lo negaba,
mas si los uniformes tapan hombres;
rogaba a Dios que ese hombre le tocara.
El viejo comesario entró despacio,
arrastrando las botas muy sereno.
Lo miró, se sentó, prendió un toscano
y ansí lo encaró al hombre, bien de lleno:
- "Mirá muchacho... ¡Nada de macanas!.
Voy a escuchar atento tu descargo.
Pero ande te pisés... te lo aseguro,
que te paso pa'adentro un tiempo largo.
Hay en tus ojos mucho de sincero
y en eso pocas veces me equivoco.
Olvidá al Comesario, por un rato,
para ir desembuchando, poco a poco...
Que has carneao un borrego, eso me han dicho
y es muy fiero servirse de lo ajeno;
pero quiero saber, porqué lo has hecho
y si no me mentís, ya lo sabremos.
¿Es cierta la denuncia? Hablá muchacho,
tratando de que nada se deforme...
Mirá en mí a un viejo amigo, a un criollo viejo
que es todo lo que tapa este uniforme,
al que a veces con ganas tiraría
po' estar con varias leyes disconforme.
-"Sí, Señor Comesario... ¡Está en lo cierto!
He carneao un borrego'e la majada...
Es muy fiero Señor, no tener restos
pa'aguantar tantos meses sin cobrada.
Perdí a mi compañera... Hace ya un tiempo,
por no poder llevarla a ser tratada
y 'e quedao muy solito ayá en el monte,
llorando con mis hijos a la finada.
Son siete, Comesario, siete bocas
que de comer, tan casi ya olvidadas
y que cuando hablan Don, salgo pa'juera
porque me piden pan, y no hay más nada.
Entonces gano el monte, pues no quiero
que vean mis ojos encharcar mi cara...
- "Güenos patrones..." dijo el Comesario,
secándose la cara con la manga.
- "... pero seguí el relato, descargate,
que un criollo no se atora con las lágrimas".
- "Al pueblo yo no voy, por la vergüenza,
cansao 'e fiarme, no me dejan más nada.
Una cruz roja, tengo en las libretas
y la vuelta, Señor... ¡esa es la brava!
Cuando salen corriendo a recebirme
y bajo del montao, sin trailes nada...
¿qué hace usted Comesario, en ese caso?...
¡Sale a robar, carnea un ajeno, o mata!
Ya estoy cansao Señor de los abusos,
de no cobrar mi sueldo ayá en la estancia.
Si hasta el cuchillo, que pa'el trabajo uso,
se está saliendo sólo de la vaina.
¿Será posible ¡tantas injusticias!...
y que naides señor pueda aliviarlas?"
- "¡Basta, por Dios...", fue el grito 'el Comesario:
"¡Agente!... a este paisano me lo larga
ya mesmo... que se vaya con sus hijos.
Déle estos reales... Y llévelo a la estancia.
¡Hay que ser sordo, ciego, sangre 'e pato
pa'no darle a estas cosas su importancia...
Y nosotros entuavía con las leyes,
les seguimos cargando las espaldas.
Lo que hice aquí con él... no está en los partes...
pero está en mi concencia... ¡y eso basta!
Yo creo que Dios... me va a ayudar en esto
y si no... ya la carta está jugada!
Si el patrón, o el que hizo la denuncia,
me mueve el piso arriba con su banca,
cuando lleguen los jefes a castigarme:
¡les tiro el uniforme por la cara...!
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