Tengo un “overo azulejo”
que es maravilla de pingo,
cuando lo
ensillo el domingo
relumbra
como un espejo.
Y si la
rienda le dejo
suelta,
comienza a escarciar
y se pone a
testeriar
como pa’
que lo recoja
mientras
mueve la coscoja
como
queriendo jugar.
Si lo busco,
de seguro
encuentro
siempre caballo,
en el pique
es como un rayo
pa’ salvar
un trance duro.
Y si alguna
vez lo apuro
tocándolo
con la espuela
entonces no
corre… vuela
tendiéndose
a lo avestruz
como si
fuera una luz
que va
dejando su estela.
¡Cómo se
alegra mi “overo”!
cuando al
trote en el camino
vamos con
fijo destino
buscando lo
que más quiero.
Hace lucir
el apero
con marcada
ostentación,
ya se
afirma en el garrón,
ya se
atraviesa en el trecho
porque
lleva dentro’el pecho
retozando
el corazón.
Pero cuando
se estremece
de criollo
toda su fibra,
cuando
todo su ser vibra
como un ala
que se mece,
cuando se
rejuvenece
como por
magia divina,
cuando sus
ansias culmina
movidas por
sabia nueva,
¡es cuando
orgulloso lleva
sobre sus
ancas, mi china!
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