(Foto: Eduardo Amorim)
Ah, pingo, que fuiste bueno,
Me parece que te veo
Arrimándote
al rodeo
Con
ese andar tan sereno.
Si
más de uno que era ajeno
A
tu coraje y valía,
Tan
tranquilo te creía
Que
mirando lo dejabas
Por
la forma en que arrancabas
Cuando
el convite venía.
Cómo
pa’ que no se asombre
Si
eras como agua de charco.
Pero
en aquél ojo zarco
Que
te supo dar el nombre
Pudo
colegir el hombre
Cuál
era tu condición:
De
un pingo la decisión
En
la vista se refleja.
Y
pudo ver tus orejas
Inquietas
por la atención.
Porque
al llamarte en la rienda
Y
tantiarte con la espuela
Se
notaba que tu escuela,
Fue
en los apartes de hacienda,
Será
difícil que entienda
Quien
te llegó a conocer
Cómo
viniste a caer
En
las guampas de aquel toro.
Eso
es algo que yo ignoro
Y
que nunca he de saber.
No
hay pa’ la vida revancha
Si
entra la muerte primera,
Ni
se ve en esa carrera
Dónde
se acaba la cancha,
Por
eso le hago pata ancha
Al
dolor de tu recuerdo,
Aunque
el bordoneo lerdo
De
esta milonga sentida
A
la memoria convida
Y
en la nostalgia me pierdo.
Pero
han de quedar las mentas
Que
juntaste de a montones
Y
en la rueda ‘e los fogones
El
paisanaje las cuenta.
Siempre
hay alguien que comenta
Platicando
en forma grata
Y
ha de decir quien relata
En
un boliche, un domingo:
"Cayó
en su ley aquél pingo,
lo
llamaban, “Ojo’e Plata”.
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