Ya tengo la vista blanquiando mi rancho
nido en el que'mpoya mi amor la paisana:
la morocha tierna de prolijas trenzas,
de blanca sonrisa y mansa mirada.
Con una carona de pelaje bayo
florido, el aromo, da sombra al palenque,
y el humo que juye buscando la'ltura
dice que pa'l mate hay agua caliente.
Güelvo del potrero más lejano al puesto
ayá en el que pasta la manada overa,
y he visto al padriyo guardián como perro
al lao de un potriyo que ricién naciera.
Coscojea el oscuro pidiéndome rienda,
el perro... se corta buscando las casas,
y en mi pecho crioyo de antigua rudeza
florece un secreto como una esperanza.
¿Quién lo hubiera dicho Mariano, hace un año,
cuando andabas solo por tuitas las güeyas,
que hoy te'ncontrarías engüelto en las ansias
de que yegue'l día que 'un señor' te sientas...?
Al potriyo nuevo que vide en el fondo
en cuantito crezca lo traigo y lo amanso
porque ya me dentran las ganas de verlos
a los dos, que cruzan al galope el patio.
Y tuito porque eya me dijo hace días
con una sonrisa bailando en sus ojos
eso que hace poco yo ni carculaba
y aura por saberlo me ha puesto orguyoso.
En la sien me late, mi güena morocha,
eso que dijiste las otras mañanas:
"-¿Vos sabés Mariano, que'n algunas lunas
voy a darte un hijo que te diga Tata...?
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