(Pintura: Jorge Frasca)
Su nombre quedó grabado
entre carreras y tragos
y hoy es historia en el pago
el boliche del venado.
El tiempo se lo ha llevado
como una cosa cualquiera
sólo quedan a la vera
del camino que va a Pila,
los recuerdos que desfilan
en medio de una tapera.
Un montón de cosas viejas
quedaron alrededor,
en lugar del mostrador
y de las antiguas rejas;
las baldosas desparejas
de la cancha de pelota,
algunas botellas rotas,
escombros, huesos, ladrillos,
donde se esconden los grillos
y le gritan su derrota.
A las dos huellas iguales
de la cancha de cuadreras,
las borran las vizcacheras,
los pastos y los cardales.
Sólo sombras fantasmales
de famosos parejeros
galopan por el potrero
y sus nombres favoritos
los repiten en sus gritos
las lechuzas y los teros.
Pero cuando muere el día
en medio de aquella calma,
parece que vive el alma
de la antigua pulpería.
Vuelve el fogón que encendían
y rodeaban los reseros
pero a falta de yesqueros,
hoy lo encienden las estrellas
y lo rodean las huellas
que dejaron los troperos.
Vuelve a sonar la vihuela
que pulsaba el payador
y en el palenque hay rumor
de coscojas y de espuelas.
Todo eso en el aire vuela
sobre el sitio abandonado,
cuando el viento del Salado
acaricia las barrancas
y llega trayendo en ancas
todo un hermoso pasado.
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