(Detalle de pintura de Molina Campos)
No me caiga la chinita
con otro hijo a la querencia,
porque a fuerza de chicote, de las casas
pa'que aprenda,
la v'ia echar en tus narices
pa'que veás que rigureada, se endereza,
¡Qué se cree! ¿Que soy un rico
pa'ponerme a alimentar una colmena?
Yo la tengo que lomear, y la olla es grande
pero falta lo de adentro: mantenencia.
Vos que sos la madre, Flora,
que lidiás de sol a estrellas,
en cuantito te arma llanto la chinita
te me hacés la mosca muerta,
me dejás abandonado en el pantano,
no das cuarta a tu buey viejo que se entierra,
y ablandás mi corazón con lo de siempre:
"perdonámela esta vuelta".
¿Qué es mi sangre? Mirá Flora:
si así fuera,
como todos los que llevan mi apellido
sentiría peor que chirlo la vergüenza...
y de yapa vos así,
dele trenza con las manos,
de ojos bajos como chico en penitencia,
arrimándote despacio, sosegándome los brazos
pa'pedirme lo de siempre:
"¡Perdonámela esta vuelta!".
Pa'que sepa lo que cuestan
sus recáidas de coneja;
pa'que sepa que este rancho
no es criadero'e comadrejas,
v'ia largarle al Aguará pa'que a colmillo
me le enseñe a respetar lo que es decencia.
Y ahora vos andá p'adentro
que no quiero que te vea.
Por la senda que marcó doña costumbre
sobre el borde del pajal de la ribera,
bronce en llanto, con un sol sobre su pecho
caminaba la costera...
Y cayeron al silencio hasta los pájaros.
Aguará falló el torido y se dio vuelta
pa'seguirla a mama Flora,
que sacando su tejida pañoleta por bandera,
envolvió el cuerpito tibio que mostraba
por la boca del envuelto, sus rulitos de oro y seda.
Manso el río, quieto el viento; solamente
están vivas las estrellas lampareras;
se han dormido los chajases,
y las puntas de las flechas
desmocharon las gargantas de los teros.
Un cajón se balancea
y el "barato" desbarranca su ceniza
sobre el brazo que del catre se descuelga...
El candil cortao de pulso
'ta boqueando por la mecha,
pero alcanza p'alumbrar adentro el rancho
a una rubia cabresteada que se acerca,
y se funden en un mazo plato y oro,
cana y seda,
y solloza el tordo viejo
sobre el piar del pichoncito en la querencia:
Es machito... y es mi sangre; que se quede..
¡Valió trago compañera!
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