Al patrón le negocié
por un tordillo rodao,
un overo y un gatiao
que con cuidado le amansé.
La güelta que lo ensillé
después de una palenquiada,
por darle una galopiada
no sé si por distraído,
quedé en el suelo tendido
clavao como en tierra arada.
Tan furioso me paré
que quería degollarlo,
que cuando quise tantearlo
el cuchillo, lo extravié.
Y cuando reflexioné
como no ha pasado nada,
por taparme la pisada
ya ni soné con el freno,
porque por ahí sale güeno
pa echarlo a la jineteada.
Y hasta la Verde fuí a dar
de los hermanos Ferreyra,
que por los pagos de Almeyra
tenían que ir a jinetear.
Lo empezaron a mirar
tranquilos y muy campante,
era un día de sol radiante
uno de ellos lo estudiaba,
y entre dientes murmuraba
-capaz que va pa delante.
Lo imaginé un gran bagual
y me resultó un sancocho,
de las ganas quedé mocho
mirándolo en el corral.
Cuando le pelé el bozal
descarté los entreveros,
la envidia en los tropilleros
se me apagó aquella tarde,
por suerte de él no hice alarde
y lo eché a los pisaderos.
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